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Dos de esas marcas indelebles que nos diferencian de manera notable de los demás países de la región y del mundo son: nuestro idioma oficial, el guaraní, y nuestra música. Nuestro idioma oficial, el guaraní, es lo más importante y notorio dentro de esas dos identidades que nos caracterizan a todos los paraguayos y lo argumento con la siguiente reflexión: la única nación no aborigen en el mundo que sigue hablando la lengua de sus ancestros, es la nación paraguaya.
Nuestra música, considerada por muchos alrededor del mundo, como la más bella, dulce y romántica del planeta, nos ha ayudado de manera superlativa a no olvidar un instante nuestras raíces.
Nuestros héroes civiles compositores Agustín Barrios, José Asunción Flores, Herminio Giménez, Félix Pérez Cardozo, Agustín Barboza, Mauricio Cardozo Ocampo, Eladio Martínez, Emigdio Ayala Báez, Emilio Bobadilla Cáceres, Maneco Galeano, Carlos Noguera y tantos otros y poetas como Emiliano R. Fernández, Manuel Ortiz Guerrero, Félix Fernández, Carlos Miguel Jiménez, Darío Gómez Serrato, Víctor Montórfano, por citar solo a algunos, responsables de obras como Primero de Marzo, 13 Tuyuti, Che la Reina, Cerro Corá, Mi patria Soñada, Tetâgua Sapukái, India, Despertar, Viva, verdaderos himnos nacionales que tocan las más íntimas fibras del sentimiento patriótico cada vez que se escuchan, sea donde fuere, han elaborado con paciencia ese tejido de paraguayidad que nos vuelve únicos y diferentes de los demás.
La mayoría de estas obras magistrales tiene entre los instrumentos utilizados para grabarlas y llevarlas al disco al arpa, instrumento que ha tenido una evolución notable en nuestro país, como en ningún otro lado. Quizás el más insigne de todos en este instrumento haya sigo el incomparable Félix Pérez Cardozo, Mitã Guasu, quien lo hizo conocer al mundo como arpa india. Félix Pérez Cardozo no solo fue un extraordinario intérprete del arpa sino también un fantástico compositor, quien ha enriquecido el repertorio de la música paraguaya con obras como Che la Reina, Adiós che Parahe cue, Primero de Marzo, con letras de otro genio de la poesía, Emiliano R. Fernández; Tren Lechero, El Sueño de Angelita, Ángela Rosa o el incomparable Los 60 Granaderos, considerada por los argentinos como un segundo himno. Compositor e intérprete admirado en el Río de la Plata, en especial Buenos Aires, merecedor de un homenaje póstumo de Atahualpa Yupanqui, quien le dedicó La Canción del Arpa Dormida ante la ida a la eternidad del incomparable músico compatriota.
El arpa tuvo fantásticos cultores en nuestro país. Luis Bordón cambió la denominación de arpa india por arpa paraguaya y este inolvidable intérprete ha grabado innumerables materiales en el Brasil, país donde se radicó por largos años, logrando premios y condecoraciones por su aporte vital a la cultura musical y niveles de ventas de sus discos, tan increíbles que solo fueron superados por el rey, para los brasileros, Roberto Carlos, algunos años más tarde.
Cómo olvidar a Digno García, quien en 1954 partió rumbo al viejo continente integrando el Trío Los Paraguayos, con don Agustín Barboza y Luis Alberto del Paraná, para sorprender a los europeos con sus fantásticas interpretaciones de Pájaro Campana o el incomparable Cascada, de su autoría, cortina musical de Radio Vaticano por más de veinte años.
Una reverencia especial para Nicolasito Caballero, un verdadero genio del instrumento, quien ha superado de manera casi científica las limitaciones diatónicas del arpa para lograr una escala cromática, que le dieron al arpa versatilidades de piano que le posibilitó a Nicolasito ampliar su repertorio a los géneros internacionales, de películas y clásicos.
No podía esperarse menos de nuestro Mozart, a los tres años ya sabía ejecutar el arpa, a los cuatro dio su primer concierto en el Teatro Municipal, a los seis ya figuraba en los libros de textos, a los doce ganó las olimpiadas musicales de Moscú, entre intérpretes de los cinco continentes, y a los quince se lucía con su instrumento ante su santidad el papa Pablo VI.
Santiago Cortesi, el yegreño oriundo de la vecina Isla Sakã, ha dejado para la posteridad una de las más bellas composiciones para arpa paraguaya y lo llamó igual que su pueblito natal, como un homenaje perpetuo a la tierra que lo vio nacer. Todos los paraguayos debemos llevarlo por siempre en el recuerdo a José del Rosario Diarte, quien nos ha regalado su prodigiosa e incomparable composición Carreta Guy.
El protagonismo del arpa en las composiciones paraguayas es notable y vital, muchos intérpretes de este instrumento han ganado notoriedad y reconocimiento, tanto a nivel nacional como internacional. No puedo dejar de mencionar a Albino Quiñónez, el primer arpista compatriota en cruzar el océano Atlántico y desembarcar en Inglaterra, integrando el Trío Olímpico, junto a otros grandes de la música paraguaya, como Eladio Martínez y Emigdio Ayala Báez, para actuar en las olimpiadas de Londres 1948, invitados por Sir Wellington Drake, uno de los mimados de la corona británica.
Cristino Báez Monges, Alejandro Villamayor, este último se ganó la fama de ser el heredero de Félix Pérez Cardozo por su gran virtuosismo, fueron otros grandes y en la actualidad quienes brillan muy alto pulsando este instrumento son Mariano González, quien luego de conquistar Japón, donde se radicó por décadas, hoy triunfa en los Estados Unidos, e Ismael Ledesma, con base en París, deslumbra a los europeos cada vez que sale a cumplir giras por diferentes países. Marcelo Rojas y Martín Portillo representan a la generación emergente de nuevos arpistas que brillan alto en el firmamento artístico de nuestro país.
Pero el que se merece una mención muy especial es alguien que acaba de marcharse a la eternidad, el maestro César Cataldo. Se destacaba en él un virtuosismo especial, pues la exquisitez con que pulsaba las cuerdas del arpa le posibilitaba sacar sonoridades que no se pueden apreciar en ningún otro intérprete. César se abocó de lleno al estudio del arpa; es decir, se abrazó a este instrumento típico de nuestro país, quizás para estar en contacto para siempre con una parte de su tierra, en donde no nació porque la perversidad del exilio obligó a sus padres a refugiarse en Clorinda, donde vino al mundo el paraguayo César Cataldo, arpista sin par, ser humano cálido y muy comprometido con sus ideas y principios éticos de los cuales jamás se apartó un instante. Al escuchar a César interpretando algunas composiciones del repertorio nativo o sus propias creaciones, nos mostraba de inmediato su inconfundible sello personal con el cual deleitaba los oídos a quienes amamos la buena música interpretada en arpa. Pero él fue más allá, no se conformó con ser solo un extraordinario intérprete de este instrumento, no se conformó con haber integrado las agrupaciones de mayor prestigio de nuestro país ni con coleccionar los más preciados trofeos a lo largo de su carrera. Él sabía que si alguien no se dedicaba a enseñar a las nuevas generaciones las bondades de este milenario instrumento, el Paraguay podía ir quedando, con el paso del tiempo, sin amantes y cultures del arpa paraguaya.
Y tomó el compromiso, se sumó al fantástico proyecto del maestro Luis Szarán, Sonidos de la Tierra, y en más de una década recorrió el Paraguay para, con paciencia, ir transmitiendo a los jóvenes de las nuevas generaciones las técnicas para ser un buen intérprete del arpa, instrumento que marca a fuego nuestra paraguayidad.
El maestro ha deslumbrado en los festejos del Bicentenario de Argentina, donde con su conjunto gigante de cuatrocientas arpas, integrado por sus alumnos, hizo vibrar a millones de personas al pie del obelisco porteño, logrando similar suceso en Santiago de Chile.
Se puede ser un gran intérprete de la música, César fue un maestro de la música, solo dos semanas antes de su despedida para siempre, se presentó con su gran logro y orgullo, el gran conjunto de cuatrocientas arpas, en la plaza Uruguaya, como inicio de festejos 2012 del aniversario fundacional de nuestra ciudad capital.
Fue su último acto, dejó esta tierra, pero sus enseñanzas quedarán para siempre y en tanto sigamos escuchando a lo largo y ancho de nuestro patria pulsar a alguien las treinta y seis cuerdas del arpa, probablemente sentiremos el estilo fino y exquisito del maestro César Cataldo, entonces podemos quedarnos tranquilos, sus alumnos no permitirán jamás que el arpa paraguaya se quede dormida.