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¿Por qué los cónsules de la República, Mariano Roque Alonso y Carlos Antonio López, eligieron el día 25 de diciembre de 1842 para la celebración del Congreso General Ordinario, en el que se juraría solemne de la Independencia Nacional? Un mes antes, el 25 de noviembre, un Congreso Nacional Extraordinario había proclamado el acta de Independencia.A juzgar por los documentos de la época, el 25 de diciembre era un día más del almanaque hasta la realización del Congreso General Ordinario, que lo declaró por decreto: "Fiesta cívica para siempre".
Ese hecho histórico trascendental, contundente e irrefutable de nuestra independencia patria no pudo haberse celebrado en Navidad; no en la "Navidad" tal como la vivimos hoy, día festivo y de resaca total en el que lo que menos se hace es recordar al de cumpleaños: al Tupa ray.
Vale decir que para entonces, y no sabemos hasta cuándo, la tradición cristiana de preparar y celebrar el cumpleaños del Niño Jesús llegaba a su fin con la Misa del Gallo en la Nochebuena del 24 de diciembre; de aquella misa sí hablan los archivos, también de las piezas de los pesebres, inventariadas entre los bienes comunitarios de los pueblos de indios del Paraguay (siglos XVIII y XIX).
Durante el gobierno de los López, la fiesta patria por excelencia era la del 25 de diciembre; por eso, una de las cuatro caras del monumento levantado en la Plaza 14 de Mayo (Plaza Constitución) en homenaje a nuestra primera Carta Magna de 1870, a escasos tres años de concluida la Guerra Grande, perpetúa la fecha de aquel solemne acto.
La primera nomenclatura oficial de las calles de Asunción decretada durante el gobierno de Don Carlos (1849) dio a la actual Nuestra Señora de la Asunción el nombre 25 de Noviembre, en homenaje al día de la proclamación del acta de la Independencia, y la calle Chile se llamó 25 de Diciembre, no por la Navidad como queda expresado, sino por la jura solemne de aquella.
Queda por investigar hasta cuándo, un día como hoy, 25 de diciembre dejó de ser "fiesta cívica" y menos que menos "para siempre", para ser lo que es hoy. Lo que perdura por siempre es la Nochebuena, aunque distorsionada y alimentada por un consumismo insaciable y deshumanizante que todo lo devora.
Conviene recordar una vez más que la Independencia del Paraguay (1811) fue un hecho irrefutable, pero al no existir un documento oficial que declarase en forma solemne la voluntad nacional de salvaguardar la soberanía de la República, un Congreso extraordinario tuvo que subsanar aquella situación al redactar el acta de la Independencia Nacional.
Los cónsules Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso se encontraron con aquella barrera a la hora de obtener el reconocimiento de la Independencia ante las demás naciones. Para salvar esa dificultad, se reunió un Congreso general extraordinario el 25 de noviembre de 1842 y ese mismo día se aprobó con gran solemnidad la declaración de la misma: "La República del Paraguay dice aquel documento es para siempre de hecho y de derecho una nación libre e independiente de todo poder extranjero".
Como una afirmación más de su soberanía, sancionó la Ley del Pabellón Nacional, estableciendo que sería el mismo que tenía la República: una bandera de tres franjas horizontales roja, blanca y azul, y el escudo consistente en una hoja de palma y otra de olivo entrelazadas en el vértice, abiertas en la superficie, resaltando en el medio de ellas una estrella y en la orla una inscripción distribuida que dice: "República del Paraguay". En el lado opuesto, un círculo con la inscripción "Paz y Justicia", y en el centro un león en la base del símbolo de la libertad (gorro frigio).
Cabe recordar que desde los tiempos del Doctor Francia, los documentos oficiales llevaban un sello nacional con esos elementos (palma y oliva entrelazadas en el vértice, y arriba una estrella de seis puntas; en la orla iba escrito: "República del Paraguay"). No se conoce decreto alguno que lo haya declarado como tal.
Además del escudo, se estableció el sello nacional y el de hacienda, que fusionados todos en un mismo círculo y, por orden de Don Carlos, quedaron estampados en el frontis de la Catedral (1845), con la estrella de seis puntas como el de la era francisca. Esa conjunción de escudo y sellos nacionales se perpetúan allí como matriz de lo establecido en el Congreso de 1842. A falta de reglamentación, el escudo y los sellos nacionales se fueron divulgando según la interpretación, gusto e intereses de cada época.
Tal como queda expresado, la solemne jura de la Independencia tuvo lugar el 25 de diciembre de 1842, día declarado "fiesta cívica para siempre".
Con aquel documento en mano, la diplomacia paraguaya logró el reconocimiento de la Independencia por el Imperio del Brasil el 14 de setiembre de 1844 y, al año siguiente, se fundó El Paraguayo Independiente, siendo su redactor principal Don Carlos Antonio López, secundado por Juan Andrés Gelly. Su objetivo fue demostrar que el Paraguay tenía incuestionable derecho de mantener y sustentar su Independencia; que Buenos Aires no tenía título alguno que oponer y que su opinión no podría fundarse sino en la fuerza y conquista que no era un derecho y sí un hecho, porque la República del Paraguay decía Don Carlos "resistiría hasta el último esfuerzo en los sacrificios". También defendió dicho periódico el derecho de la libre navegabilidad y los límites territoriales de la República.
El Congreso de 1842 también sancionó el Estatuto de la Administración de Justicia, consagrando por primera vez la independencia judicial, aunque el Supremo Poder Ejecutivo seguía siendo juez privativo de las causas de traición a la República o conjuración contra el orden público.
La ley de Libertad de Vientres fue otro logro de aquel Congreso. Se sabe que la esclavitud la transmite la madre, por eso, todos los nacidos de madre esclava a partir del 1 de enero de 1843 serían llamados libertos de la República. No obstante, debían permanecer con su madre en la casa del dueño, los varones hasta los 25 años y las mujeres hasta los 24 años. No se conoce nadie que haya sido liberado de la esclavitud por esa vía. La Guerra Grande se los llevó a todos al campo de batalla, donde quedaron la mayoría de los esclavos.
Antes del cierre de aquella asamblea, el Congreso creó el Departamento de Policía, al que se le encargó no solo la atención del orden social y la prevención y castigo de los delitos, sino también la reforma de las costumbres. El Reglamento de Policía fue un verdadero código de vida social.
El Congreso también autorizó a los cónsules a poblar el Chaco; reorganizar el clero y construir nuevos templos, entre ellos la Catedral, inaugurada en 1845; liberar a ciertos esclavos del Estado, devolver algunas tierras a los indios; reformar el ejército, licenciando a la gente mayor y fijando en tres años el servicio militar.
Las resoluciones del Congreso de 1842 repercutieron en el Paraguay positivamente al reafirmar su Independencia; enviar misiones especiales a Buenos Aires y luego a Europa. Con la libertad de vientres quedó prohibido el tráfico de esclavos; se reglamentó la actuación de los jueces, se abrieron nuevos centros de enseñanza; se creó la moneda nacional, lo cual dio impulso al comercio, la reanimación de las industrias existentes y la apertura de otras nuevas.
Ante las amenazas de invasión del gobierno porteño de Juan Manuel de Rosas, el Paraguay se armó militarmente. Se restableció el servicio militar obligatorio, se crearon guardias nacionales, se fundó Villa Encarnación como Campamento de la Independencia, se levantaron cuarteles en los pasos del Paraná, se contrataron oficiales extranjeros para el mejoramiento de las fortificaciones, se compraron armas del exterior y se instruyeron a los jóvenes en el manejo de las armas.
En dos oportunidades el ejército paraguayo cruzó la frontera en busca del enemigo, 1845 y 1849, pero Rosas, con toda habilidad, rehuyó la guerra formal que el Paraguay había declarado y aceptó la mediación de los Estados Unidos.
Finalmente, la larga lucha por la Independencia llegó a feliz término cuando el ministro argentino Santiago Derqui procedió al solemne reconocimiento de la Independencia y soberanía de la República del Paraguay el 17 de julio de 1852. Este hecho fue consecuencia directa de la caída del tirano Rosas, derrotado en Caseros el 3 de febrero de 1852 por un ejército comandado por el general Justo José de Urquiza, que asumió la presidencia de la Confederación Argentina. También fue reconocida por tratado la libre navegación por el río Paraguay, Paraná y los del Plata. Terminó el bloqueo del Paraguay.
El reconocimiento de la Independencia por parte de la Confederación Argentina se logró sin derramamiento de sangre, gracias a los recursos de la inteligencia y habilidad del paladín de la Independencia como lo fue Carlos Antonio López.
Desde 1852, aquel lema que encabeza los documentos oficiales: "Viva la República del Paraguay. Independencia o Muerte", quedó suprimido y en su reemplazo, mientras se oficializa aquel reconocimiento, quedó la proclama: "Viva la República del Paraguay". Con este hecho y por decreto, Don Carlos dio por cerrada la época del proceso de la Independencia del Paraguay.
Ese hecho histórico trascendental, contundente e irrefutable de nuestra independencia patria no pudo haberse celebrado en Navidad; no en la "Navidad" tal como la vivimos hoy, día festivo y de resaca total en el que lo que menos se hace es recordar al de cumpleaños: al Tupa ray.
Vale decir que para entonces, y no sabemos hasta cuándo, la tradición cristiana de preparar y celebrar el cumpleaños del Niño Jesús llegaba a su fin con la Misa del Gallo en la Nochebuena del 24 de diciembre; de aquella misa sí hablan los archivos, también de las piezas de los pesebres, inventariadas entre los bienes comunitarios de los pueblos de indios del Paraguay (siglos XVIII y XIX).
Durante el gobierno de los López, la fiesta patria por excelencia era la del 25 de diciembre; por eso, una de las cuatro caras del monumento levantado en la Plaza 14 de Mayo (Plaza Constitución) en homenaje a nuestra primera Carta Magna de 1870, a escasos tres años de concluida la Guerra Grande, perpetúa la fecha de aquel solemne acto.
La primera nomenclatura oficial de las calles de Asunción decretada durante el gobierno de Don Carlos (1849) dio a la actual Nuestra Señora de la Asunción el nombre 25 de Noviembre, en homenaje al día de la proclamación del acta de la Independencia, y la calle Chile se llamó 25 de Diciembre, no por la Navidad como queda expresado, sino por la jura solemne de aquella.
Queda por investigar hasta cuándo, un día como hoy, 25 de diciembre dejó de ser "fiesta cívica" y menos que menos "para siempre", para ser lo que es hoy. Lo que perdura por siempre es la Nochebuena, aunque distorsionada y alimentada por un consumismo insaciable y deshumanizante que todo lo devora.
Conviene recordar una vez más que la Independencia del Paraguay (1811) fue un hecho irrefutable, pero al no existir un documento oficial que declarase en forma solemne la voluntad nacional de salvaguardar la soberanía de la República, un Congreso extraordinario tuvo que subsanar aquella situación al redactar el acta de la Independencia Nacional.
Los cónsules Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso se encontraron con aquella barrera a la hora de obtener el reconocimiento de la Independencia ante las demás naciones. Para salvar esa dificultad, se reunió un Congreso general extraordinario el 25 de noviembre de 1842 y ese mismo día se aprobó con gran solemnidad la declaración de la misma: "La República del Paraguay dice aquel documento es para siempre de hecho y de derecho una nación libre e independiente de todo poder extranjero".
Como una afirmación más de su soberanía, sancionó la Ley del Pabellón Nacional, estableciendo que sería el mismo que tenía la República: una bandera de tres franjas horizontales roja, blanca y azul, y el escudo consistente en una hoja de palma y otra de olivo entrelazadas en el vértice, abiertas en la superficie, resaltando en el medio de ellas una estrella y en la orla una inscripción distribuida que dice: "República del Paraguay". En el lado opuesto, un círculo con la inscripción "Paz y Justicia", y en el centro un león en la base del símbolo de la libertad (gorro frigio).
Cabe recordar que desde los tiempos del Doctor Francia, los documentos oficiales llevaban un sello nacional con esos elementos (palma y oliva entrelazadas en el vértice, y arriba una estrella de seis puntas; en la orla iba escrito: "República del Paraguay"). No se conoce decreto alguno que lo haya declarado como tal.
Además del escudo, se estableció el sello nacional y el de hacienda, que fusionados todos en un mismo círculo y, por orden de Don Carlos, quedaron estampados en el frontis de la Catedral (1845), con la estrella de seis puntas como el de la era francisca. Esa conjunción de escudo y sellos nacionales se perpetúan allí como matriz de lo establecido en el Congreso de 1842. A falta de reglamentación, el escudo y los sellos nacionales se fueron divulgando según la interpretación, gusto e intereses de cada época.
Tal como queda expresado, la solemne jura de la Independencia tuvo lugar el 25 de diciembre de 1842, día declarado "fiesta cívica para siempre".
Con aquel documento en mano, la diplomacia paraguaya logró el reconocimiento de la Independencia por el Imperio del Brasil el 14 de setiembre de 1844 y, al año siguiente, se fundó El Paraguayo Independiente, siendo su redactor principal Don Carlos Antonio López, secundado por Juan Andrés Gelly. Su objetivo fue demostrar que el Paraguay tenía incuestionable derecho de mantener y sustentar su Independencia; que Buenos Aires no tenía título alguno que oponer y que su opinión no podría fundarse sino en la fuerza y conquista que no era un derecho y sí un hecho, porque la República del Paraguay decía Don Carlos "resistiría hasta el último esfuerzo en los sacrificios". También defendió dicho periódico el derecho de la libre navegabilidad y los límites territoriales de la República.
El Congreso de 1842 también sancionó el Estatuto de la Administración de Justicia, consagrando por primera vez la independencia judicial, aunque el Supremo Poder Ejecutivo seguía siendo juez privativo de las causas de traición a la República o conjuración contra el orden público.
La ley de Libertad de Vientres fue otro logro de aquel Congreso. Se sabe que la esclavitud la transmite la madre, por eso, todos los nacidos de madre esclava a partir del 1 de enero de 1843 serían llamados libertos de la República. No obstante, debían permanecer con su madre en la casa del dueño, los varones hasta los 25 años y las mujeres hasta los 24 años. No se conoce nadie que haya sido liberado de la esclavitud por esa vía. La Guerra Grande se los llevó a todos al campo de batalla, donde quedaron la mayoría de los esclavos.
Antes del cierre de aquella asamblea, el Congreso creó el Departamento de Policía, al que se le encargó no solo la atención del orden social y la prevención y castigo de los delitos, sino también la reforma de las costumbres. El Reglamento de Policía fue un verdadero código de vida social.
El Congreso también autorizó a los cónsules a poblar el Chaco; reorganizar el clero y construir nuevos templos, entre ellos la Catedral, inaugurada en 1845; liberar a ciertos esclavos del Estado, devolver algunas tierras a los indios; reformar el ejército, licenciando a la gente mayor y fijando en tres años el servicio militar.
Las resoluciones del Congreso de 1842 repercutieron en el Paraguay positivamente al reafirmar su Independencia; enviar misiones especiales a Buenos Aires y luego a Europa. Con la libertad de vientres quedó prohibido el tráfico de esclavos; se reglamentó la actuación de los jueces, se abrieron nuevos centros de enseñanza; se creó la moneda nacional, lo cual dio impulso al comercio, la reanimación de las industrias existentes y la apertura de otras nuevas.
Ante las amenazas de invasión del gobierno porteño de Juan Manuel de Rosas, el Paraguay se armó militarmente. Se restableció el servicio militar obligatorio, se crearon guardias nacionales, se fundó Villa Encarnación como Campamento de la Independencia, se levantaron cuarteles en los pasos del Paraná, se contrataron oficiales extranjeros para el mejoramiento de las fortificaciones, se compraron armas del exterior y se instruyeron a los jóvenes en el manejo de las armas.
En dos oportunidades el ejército paraguayo cruzó la frontera en busca del enemigo, 1845 y 1849, pero Rosas, con toda habilidad, rehuyó la guerra formal que el Paraguay había declarado y aceptó la mediación de los Estados Unidos.
Finalmente, la larga lucha por la Independencia llegó a feliz término cuando el ministro argentino Santiago Derqui procedió al solemne reconocimiento de la Independencia y soberanía de la República del Paraguay el 17 de julio de 1852. Este hecho fue consecuencia directa de la caída del tirano Rosas, derrotado en Caseros el 3 de febrero de 1852 por un ejército comandado por el general Justo José de Urquiza, que asumió la presidencia de la Confederación Argentina. También fue reconocida por tratado la libre navegación por el río Paraguay, Paraná y los del Plata. Terminó el bloqueo del Paraguay.
El reconocimiento de la Independencia por parte de la Confederación Argentina se logró sin derramamiento de sangre, gracias a los recursos de la inteligencia y habilidad del paladín de la Independencia como lo fue Carlos Antonio López.
Desde 1852, aquel lema que encabeza los documentos oficiales: "Viva la República del Paraguay. Independencia o Muerte", quedó suprimido y en su reemplazo, mientras se oficializa aquel reconocimiento, quedó la proclama: "Viva la República del Paraguay". Con este hecho y por decreto, Don Carlos dio por cerrada la época del proceso de la Independencia del Paraguay.