Cargando...
«Los que no son totalmente conscientes de las desventajas de servirse de las armas no pueden ser totalmente conscientes de las ventajas de utilizarlas». Sun Tzu.
Como suele pasar muy a menudo en este tipo de casos, no se sabe con certeza cómo exactamente comenzó esto. Lo cierto es que en cuestión de pocos días un juego invadió los espacios públicos de las ciudades del Paraguay. Sin que se pueda precisar a quién se le ocurrió iniciarla, la moda se extendió rápidamente por las ciudades del país. Desde Ciudad del Este, pasando por Pedro Juan Caballero y Coronel Oviedo, hasta Asunción, San Antonio y Villa Elisa, calles y plazas de todas las latitudes de la geografía paraguaya se convirtieron en el escenario de una guerra que, según quienes se enlistaron a la misma, no es más que un juego.
El juego de guerra que se hizo tendencia y moda en Paraguay a partir de la segunda quincena de diciembre de 2024 consiste mayormente en una batalla campal entre dos bandos que se encuentran en un sitio acordado previamente, armados con pistolas y ametralladoras de juguete que disparan unas pequeñas balas de polímero que absorben agua y tienen una consistencia gelatinosa; juguetes llamados, a nivel local, «pistolas de hidrogel».
Lea más: Furor por las pistolas de hidrogel se extiende de Paraguay a Argentina
Como antecedente de esta guerra en Paraguay tenemos un reto que se hizo viral en Estados Unidos en 2022 en la aplicación TikTok: el orbeez challenge, que desafiaba a disparar con estas armas de juguete a desconocidos en la calle desde el automóvil. Por el mismo tiempo en que esta guerra aparecía en Paraguay –tal vez un poco antes–, se daba en Brasil un fenómeno semejante que puede que haya servido de inspiración a quienes comenzaron el juego en nuestro país.
En el caso paraguayo, la modalidad más frecuente de encuentros de dos grupos de jugadores (que mayormente son adolescentes) es el desafío entre vecinos de distintos barrios o miembros de un grupo de amigos. En el sitio y hora marcados, los jugadores proceden a disparar a los adversarios y esquivar los balines de estos mientras corren. Con estas reglas, es difícil precisar qué equipo gana la partida. Pero esto poco importa a los jugadores.
Una variante consiste en recorrer en grupo las calles a bordo de motos, automóviles, camionetas e incluso pequeños camiones, buscar otro grupo que lleve las mismas armas (lo cual se interpreta como que están abiertos a jugar) y abrir fuego sobre ellos, que a su vez disparan, iniciándose la guerra.
¿Qué podría haber de malo en todo esto? ¿Qué daño puede ocasionar el impacto de una pequeña bola gelatinosa? Si bien las balas de estas armas de juguete son aparentemente inofensivas, pueden ocasionar daño en caso de impactar en los ojos. Lo cual es un riesgo real.
Lea más: Niño de 4 años sufrió lesiones cerca del ojo por disparos de pistola de hidrogel
Otros riesgos fueron apareciendo a medida que se sumaron al juego participantes desarmados. La situación comenzó a preocupar a algunos cuando los combatientes pasaron a disparar a personas que no estaban jugando con ellos. A veces por accidente; otras, adrede.
Hubo peatones que, yendo por una plaza o una vereda, de repente se encontraron en medio de una batalla campal y recibieron «balas perdidas», y motociclistas o automovilistas que cruzaron, desprevenidos, por una calle en la que se peleaba una guerra y se encontraron entre dos fuegos, recibiendo a su paso disparos por accidente.
Se dieron casos de balas apuntadas a desconocidos que no habían manifestado querer jugar. Hubo quienes, esperando el transporte público, recibieron disparos desde vehículos en marcha. Ciertos jugadores dispararon a personas que se encontraban en espacios públicos, incluyéndolas en el juego contra su voluntad. Transeúntes, motociclistas y automóviles recibieron balas que en algunos casos llegaron a impactar en los ojos de estos desprevenidos, dañando a unos, asustando a otros y llevándoles casi a accidentarse por perder el equilibrio en sus motos o desviar el volante de sus automóviles al recibir un impacto completamente por sorpresa.
A esto se suma que en ocasiones quienes participan de este juego se abstraen por completo del mundo circundante y llegan a correr por calles transitadas por vehículos como si estuviesen desiertas, poniendo en peligro sus vidas y pudiendo además ocasionar accidentes. En ocasiones, son los propios motociclistas y conductores de automóviles quienes imprudentemente disparan mientras conducen, sin prestar la debida atención a sus caminos.
Algunas de las personas que recibieron balas no consentidas hicieron denuncias penales en comisarías de la Policía o alertaron de lo sucedido al Sistema 911. Debido a esto, miembros de la Policía Nacional y del Grupo Lince han intervenido en algunos casos, incautando las armas de juguete de quienes dispararon a desconocidos en la vía pública.
Desde que pasó a molestar a quienes no estaban jugando y estos denunciaron lo sucedido, el juego dejó de ser un juego y pasó a ser otra cosa, algo de lo que quienes lo consideran un simple juego no parecen del todo conscientes. Así, fue clasificado como perturbación de la paz pública en algunos municipios que, ante los inconvenientes causados, decidieron tomar cartas en el asunto.
El mismo día, 30 de diciembre de 2024, en dos municipios se tomaron medidas para evitar las consecuencias negativas de este juego. En San Antonio, la municipalidad emitió una resolución por la cual se prohíbe el uso de pistolas de hidrogel en espacios públicos del municipio, así como disparar con las mismas desde vehículos que circulen por sus calles. En Pedro Juan Caballero, una jueza decidió implementar una medida cautelar por la cual se prohíbe que menores porten y usen pistolas de hidrogel en la vía pública; en caso de que lo hagan, sus padres serán sancionados por falta del deber del cuidado. En ambos casos, se está previendo que como penas se establezca que los infractores o sus padres paguen multas o realicen trabajos comunitarios.
Independientemente de la manera en que evolucione esta historia (que mientras se escriben estas líneas se está desarrollando), hay ciertos elementos en ella que deben considerarse. La mayoría de quienes se embarcaron en esta guerra (que son, principalmente, menores de edad) a la que llaman juego parecen no distinguir claramente el mundo real del mundo virtual.
Para adolescentes que llevan años jugando videojuegos de combate con armas como Fortnite y Free Fire, en los que se arman equipos de combatientes que luchan contra equipos enemigos, jugar a estos videojuegos en el mundo virtual parece no ser demasiado distinto a jugar un juego semejante pero con armas y balas reales, aunque sean de juguete. Quienes juegan en una pantalla un juego de guerra, en el que responden al desafío de otro equipo, al parecer no dimensionan que jugar un juego semejante en el mundo real tiene consecuencias reales.
Los videojuegos y las redes sociales no son la realidad. En la vida real, los hechos reales tienen consecuencias reales. Cosa que no ocurre en el mundo virtual. Disparar sin su consentimiento a un personaje de un videojuego no tiene ninguna consecuencia. Pero disparar a un desconocido que va conduciendo una moto y que puede accidentarse es muy distinto.
Lea más: Recrean un histórico castillo japonés en el metaverso de 'Fortnite' para su promoción
Quienes se han alistado a las guerras con pistolas de hidrogel han dado el salto de responder a desafíos de videojuegos a responder a desafíos en un juego aparentemente inofensivo sin percatarse de que no es lo mismo. De controles y pantallas han pasado a usar otros juguetes, que pueden ocasionar daños colaterales no previstos por los jugadores.
¿Qué pasaría si el día de mañana alguien malintencionado creara otro desafío para adolescentes y en lugar de incitarles a usar armas de juguete les convenciera de usar armas reales? De suceder esto, la guerra con pistolas de hidrogel habrá servido de entrenamiento para otro juego, cuyas consecuencias serían bastante más nocivas que ocasionar heridas en los ojos y la posibilidad de provocar accidentes de tránsito.
*Marcelo Bogado es licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de Asunción (UNA), máster en Estudios Latinoamericanos con énfasis en Antropología por la Sorbonne Nouvelle (París 3), investigador, docente y autor de los libros Representaciones y prácticas de salud en dos comunidades mbya guaraní de Caazapá (Kuña Aty, 2012) y Antropología Social (Santillana, 2023).