Historias perdidas del anarquismo paraguayo (XI). La masacre de Puerto Pinasco y la crónica de los sucesos en El Obrero Gráfico

El hallazgo de una nueva fuente hasta hoy desconocida nos acerca por primera vez al relato de la masacre de Puerto Pinasco desde el punto de vista de la clase obrera.

Imagen de la fábrica taninera en Puerto Pinasco incluida en el libro de Milda Rivarola Obreros, utopías y revoluciones, Asunción, CDE, 1993, p. 241.
Imagen de la fábrica taninera en Puerto Pinasco incluida en el libro de Milda Rivarola Obreros, utopías y revoluciones, Asunción, CDE, 1993, p. 241.MONSERRAT ALVAREZ

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El 15 de julio de 1927 se produjo una matanza de obreros tanineros que trabajaban en la empresa de capitales norteamericanos International Products Corporation. Se mantuvo por mucho tiempo invisibilizada hasta que en 2013 el investigador británico Andrew Nickson rescató del olvido ese episodio en un recomendable artículo publicado en la revista Novapolis.

La presente entrega de la serie se propone aportar una nueva y valiosa fuente a las ya trabajadas anteriormente por Milda Rivarola y Nickson sobre la Masacre de Puerto Pinasco. Así como Nickson clarificó algunas imprecisiones de lo investigado por Rivarola, resultado de las fuentes francesas que consultó, aquí aportamos una fuente nunca antes trabajada que dialoga y se complementa con los resultados e hipótesis de Nickson.

En 1993, Rivarola, en base a fuentes diplomáticas francesas, afirmó que la matanza se produjo el 4 de julio de 1927 y que fue realizada por «tropas militares dejando una docena de víctimas entre muertos y heridos» (1). Esas fuentes califican erróneamente al líder de la huelga, Benigno Castaño, como «agitador bolchevique». Agrega también que «la prensa asuncena no se hizo en absoluto eco de estos acontecimientos, y sólo el CORP los denunció unas semanas más tarde, en forma aislada (2). Finalmente, aporta un listado con los nombres y apellidos de las víctimas, entre las que figura el propio Castaño.

Por su parte, Nickson, luego de una exhaustiva revisión de las fuentes disponibles, aventura que la matanza no fue el 4 sino el 15 de julio, y relativiza la afirmación de la falta absoluta de eco en los medios asuncenos, aportando noticias aparecidas en tres periódicos, El Diario, El Liberal y La Nación. También rescata declaraciones de Eusebio Ayala a El Diario, que restituyen la identidad anarquista a Benigno Castaño, quizá lo único verdadero en las palabras de Ayala. Finalmente, se acerca a la información provista por Rivarola en cuanto al envío de tropas militares desde Concepción, que habrían sido responsables de las ráfagas de ametralladoras sobre los manifestantes.

A continuación presentamos un documento no trabajado hasta el momento en las investigaciones sobre esta matanza, que tiene un valor adicional, ya que proviene de la prensa obrera de la época. Se trata de una crónica de los hechos sucedidos en Puerto Pinasco publicada originalmente en el semanario El Obrero Gráfico, de Asunción (3), y reproducida en el periódico anarquista porteño La Antorcha el 8 de agosto de 1927, donde la encontramos.

Con el título «La masacre de Puerto Pinasco», allí afirman que «Como en cualquier feudo capitalista de Sud América, los gobernantes paraguayos han confiado la solución de un conflicto obrero a la punta de las bayonetas y la boca de las ametralladoras». El principal apuntado como responsable es Eusebio Ayala, de quien afirman que es «negrero de oficio» y que desde su gestión en la empresa taninera «cayeron los salarios y subieron los precios de los productos de los almacenes». Lo definen como «político, rector de la Universidad y capataz mayor de Pinasco. Lo de político y capataz concuerda, pero como rector es una vergüenza».

En la crónica se individualiza a los responsables de los continuos maltratos a los trabajadores: el administrador, G. M. Scott; el mayordomo, Joaquín Souza; el secretario, Thomas; y Alfredo Torres, teniente del Ejército paraguayo, a quien presentan como «ex pesquisa», agregando a César Oviedo y Miguel Schauman como los «capangas del lugar», a quienes tratan de «alcahuetes».

Crónica de El Obrero Gráfico reproducida en La Antorcha, 8 de agosto de 1927.
Crónica de El Obrero Gráfico reproducida en La Antorcha, 8 de agosto de 1927.

De acuerdo al cronista anónimo de El Obrero Gráfico, todo se inició cuando los trabajadores comenzaron a organizarse «reuniéndose los compañeros en los ranchos alejados de la fábrica, para burlar la vigilancia de los capangas del capataz Scott». La respuesta de la empresa fue detener a 16 obreros, entre ellos Castaño, «el más activo» de acuerdo a la crónica, con la intención de expulsarlos de la ciudad embarcándolos en el Cuyabá, que estaba atracado en el puerto. El plan de destrucción anarquista relatado por Eusebio Ayala y reproducido en el trabajo de Nickson se transforma aquí en que, al enterarse de la intención de expulsar a Castaño y otros compañeros, un sector de los obreros «abandonaron la fábrica y pasaron la noche frente a la comisaría, vigilando para evitar el embarque de los presos». Finalmente, el sargento Torres «intentó embarcar al compañero Castaño, no consiguiéndolo gracias a que la masa obrera pidió al capitán del Cuyabá que no lo aceptara a bordo».

Todo esto sucedió antes del 15 de julio, que, de acuerdo a esta crónica obrera, fue el día en que se produjo la matanza. Ese día «los obreros pasaron al administrador Scott un pliego de condiciones pidiendo la implantación de la jornada de ocho horas; pliego que no mereció del administrador otra cosa que una lacónica negativa, escrita en el pizarrón de los almacenes. Nuevamente los trabajadores pasaron otra nota pidiendo arreglo, pero esta segunda nota no halló contestación de ninguna clase. En vista a la intransigencia del administrador, los trabajadores organizaron un mitin, que se llevó a cabo pacíficamente frente a las oficinas de la administración. En momentos en que hacía uso de la palabra el compañero Castaño, inopinadamente y sin que nadie lo esperara, el bárbaro capanga Torres increpó a Castaño, exigiéndole que se callara, y como este continuaba haciendo uso de la palabra, le hizo tres disparos de revolver desde una distancia de 15 metros. Acto seguido los fusiles ametralladoras comenzaron a vomitar el plomo ardiente, volteando en la primera rociada a tres compañeros, uno de ellos, Roig, herido en el estómago; otro, Bujarque, en el hombro; y un tercero, Gauto, en el pie. Los disparos continuaron durante una hora, sin permitir a los ilesos recoger a los caídos. La multitud, loca de terror, huyó a parapetarse detrás de los ranchos de la cercanía. Los niños sollozaban aterrorizados ante la barbarie desatada de aquellos asesinos de uniforme; las pobres mujeres madres o esposas de los trabajadores se abrazaban a los cuerpos de los caídos tratando de protegerlos de las balas que el pueblo contribuyó a pagar. Fue un cuadro inenarrable por lo bárbaro». El anónimo cronista concluye: «En resumen, una cacería humana auténtica».

Esta nueva fuente refuerza, y podríamos afirmar que establece definitivamente, la fecha del 15 de julio como el día en que sucedieron los hechos, complementando la investigación de Nickson. Pero no es la fecha lo más importante aquí, sino la novedad del relato de cómo se sucedieron los hechos, por primera vez, desde el punto de vista de la clase obrera.

La crónica aporta otro dato novedoso que cuestionaría la versión sobre el envío de tropas militares para reprimir a los obreros. En El Obrero Gráfico se afirma que «En la noche del 16, el remolcador “Lidia” fue despachado rumbo a Concepción, con el encargo de traer tropas de refuerzo, pero el mayor Mena, jefe de la guarnición militar de Concepción, no envió las tropas pedidas por no haber orden superior. No obstante, la policía concepcionera envió a bordo del “Toro” 16 agentes que, desembarcados antes de llegar a Pinasco, entraron en el lugar de la línea de tiradores».

El relato concluye describiendo cómo el día 16 fueron embarcadas unas 230 personas «entre heridos, mujeres, niños y hombres», para expulsarlos a bordo de «El Pedernal», quienes llegaron a Concepción a las 4 de la mañana del 17 de julio, para luego continuar hasta Asunción, donde seguramente el cronista anónimo de El Obrero Gráfico recogió los testimonios con los cuales redactó la crónica.

En esta apretada síntesis debemos incorporar otra fuente que impugna la inclusión de Benigno Castaño entre las víctimas de la masacre y confirma su militancia anarquista. Con fecha 6 de enero de 1928, a solo seis meses de los hechos, su nombre aparece como responsable de la agrupación anarquista Germen, de la ciudad de Villarrica (4). Después, su nombre se pierde en las fuentes disponibles. Encontramos en la base de datos de familysearch un homónimo nacido en Entre Ríos en 1907, hijo natural de Gerónima Castaño, y fallecido en la misma provincia en 1978, que bien podría tratarse del mismo.

Retomando las preguntas planteadas por Nickson en relación a la invisibilización por parte del sector mayoritario de la prensa asuncena, esta detallada descripción de los sucesos existente en la prensa obrera constituye una reivindicación de la misma y su importancia como testigo y cronista de represiones que la clase dominante prefiere olvidar.

Notas

(1) Milda Rivarola. Obreros, utopías y revoluciones. Formación de las clases trabajadoras en el Paraguay liberal (1870-1931). Asunción, CDE, 1993, p. 252.

(2) Ibid.

(3) De acuerdo a la cronología del movimiento obrero de Buzó Gómez, este semanario apareció en marzo de 1924.

(4) «Agrupación “Germen”, Paraguay», en La Antorcha, 6 de enero de 1928.

*Mariano Damián Montero es profesor de historia, recibido en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigador y autor de artículos sobre historia reciente del Paraguay publicados en revistas de diversos países, así como de los libros Agapito Valiente. Stroessner kyhyjeha (Editorial Arandurã, 2019) y Obras completas de Lincoln Silva (Editorial Arandurã, 2021).

Enlaces a las entregas anteriores de la Serie «Historias perdidas del anarquismo paraguayo»

-Historias perdidas del anarquismo paraguayo (I). El Pájaro Negro y el DeLorean.

-Historias perdidas del anarquismo paraguayo (II). Consecuencias de pasar de obrero a patrón.

-Historias perdidas del anarquismo paraguayo (III). Los cuatro de 1938.

-Historias perdidas del anarquismo paraguayo (IV). El inquisidor como antropólogo y el anarquismo paraguayo en los años sesenta.

-Historias perdidas del anarquismo paraguayo (V). El caso de Emilio Goltz y el paradigma indiciario.

-Historias perdidas del anarquismo paraguayo (VI). Anarquismo paraguayo y edición: el caso de la Agrupación El Combate (1923-1925).

-Historias perdidas del anarquismo paraguayo (VII). ¿Viajan las ideas? Historia de un equívoco: los Kostianovsky y Néstor Majnó.

-Historias perdidas del anarquismo paraguayo (VIII). El caso de Renovación, 1920-1926.

-Historias perdidas del anarquismo paraguayo (IX). Cultura Socialista: el canto de cisne de la prensa anarquista paraguaya.

-Historias perdidas del anarquismo paraguayo (X). Un traductor de obras anarquistas perdido en Asunción: el caso de Julio Company.

*Además de estar disponibles en línea, todas las entregas de esta serie histórica se encuentran publicadas en la edición impresa de El Suplemento Cultural de ABC Color.

¡Feliz 2024 para todos nuestros amigos y lectores! Son los sinceros deseos que hoy les trae su "canAllita" con El Suplemento Cultural.
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