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Al maestro Leoncio Bueno, por haberme recibido en la Tablada de Lurín
Poeta, peón, actor de cine, periodista, dirigente sindical, ex preso político y rabioso anarquista, Leoncio Bueno es un caso único en América Latina. Es un poeta que ha sabido mezclar el humor, lo social y lo lírico en una poesía que se desborda a sí misma porque es una fuerza incontenible. Fuera de ser —tal vez— el poeta más longevo del mundo, Leoncio Bueno merece un sitio entre los grandes exponentes de la poesía del siglo XX. Sus versos lo demuestran; véase si no el poema «En busca de la felicidad»:
Un día arrojé a los vientos todas mis vestiduras
mi persona postiza
mi dentadura postiza
me quedé igual que cuando vine al mundo
bailando al son de la zampoña tocada al pie del lago
por un colla
y vinieron a mí los peces y las aguas y las
golondrinas arrechas de la comarca
juntos realizamos las más increíbles orgías
fui tomando mi auténtica figura
mi inconfundible olor
comprendí que la felicidad
consiste en andar completamente desnudo
invadiendo la tierra
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Nacido en la hacienda La Constancia, departamento de La Libertad, Perú, desde los 9 años de edad empieza a trabajar como peón agrícola y es mensajero de los dirigentes anarquistas. El propio autor ha manifestado: «Mi papá era un trabajador golondrino, es decir, venía de vez en cuando a la hacienda en la época de siembra y cosecha de caña de azúcar. Debido a su condición de domador de caballos, este golondrino se hizo amigo de mi abuelo, conoció a mi madre y se la levantó. Entre gallos y medianoche, se fueron a una zona montaraz, donde se dedicaba a cortar la leña».
En 1939 llega a Lima y se desempeña primero como obrero de construcción civil y después como obrero textil. Ya por esos años, el bicho de la poesía lo acompaña, y publica sus poemas en la revista Hora del hombre. Entre 1948 y 1956 entra y sale de prisión en varias oportunidades. La primera vez, pasa seis meses en la cárcel, y poco después inaugura el mítico taller de baterías El Túngar (es el nombre del burro de su abuela, Ragnut, escrito al revés), en el distrito de Breña, Lima, que será recordado por las largas tertulias que, celebradas generalmente los sábados desde la mañana hasta la noche, convocarán a lo largo de las décadas siguientes a poetas como Carlos Germán Belli, Arturo Corcuera y Pablo Guevara, entre otros, y también a los jóvenes miembros de los grupos literarios Estación Reunida y Hora Zero. «Fue éste el local donde se reunían los poetas jóvenes de la generación del 70 con el poeta Bueno. El dato es oportuno. Los poetas anteriores iban de cafés, de galerías, de vernissages. Aquí ya hay un quiebre. Los poetas del 70 prefieren al poeta proletario, les interesan las tripas del país, la patria preñada de utopías» (Eloy Jáuregui, «Leoncio Bueno: el hijo de los truenos», Lima Gris, 10 de enero de 2014).
«Mi poesía revela lo que soy»
En 1952 ingresa nuevamente a prisión por instigar contra el gobierno del dictador Odría, y tras las rejas de la isla penal El Frontón escribe sus primeros libros. Es liberado en 1956 gracias a la amnistía y funda el Grupo Intelectual Primero de Mayo, junto a Víctor Mazzi, José Guerra Peñaloza, Eliseo García y Carlos Loayza. Ya había hecho algo similar en 1944 cuando fundó el Grupo Obrero Marxista. Para el año 1957, Leoncio Bueno estará involucrado en las invasiones de las Pampas de Comas, hecho del que dejará un testimonio poético en su libro Invasión poderosa (1970).
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En esta época veloz, cuando la mayoría de los jóvenes están alborotados por publicar sus libros, poetas como Leoncio nos confirman que la poesía se mueve en otro tiempo: publicó su primer libro, Al pie del yunque (1966), cuando ya tenía 46 años. ¿Y qué es la poesía para Leoncio Bueno? Él mismo lo ha confesado: «Mi poesía revela lo que soy. Soy un hombre de tercer mundo. Soy un hombre que trata de exponer su cólera, su inconformidad con el mundo, su civilización y su propia especie, que destruye no solo para sobrevivir, sino para ejercer la dominación y el enriquecimiento desmesurado de una minoría impuesta».
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Al comienzo de este artículo, entre los varios oficios de Leoncio, mencionamos el de actor de cine. En 1981 participó en la película Fitzcarraldo (interpretando a un carcelero) y conoció a Werner Herzog. Por aquel tiempo se mudó a la Tablada de Lurín, donde vive actualmente entre revistas, libros, periódicos y su huerta. Escribe todos los días a mano y de vez en cuando recibe la visita de jóvenes poetas interesados en su obra. A sus 104 años de edad, la voz de Leoncio Bueno retumba como aquel inaudito canto de los Huacatay que alguna vez escribió, y así, mirando al infinito, como un vidente que dirige el mundo, les sigue cantando a los cholos, a los negros, a los indios, a los marginados, a los que jamás serán condecorados.
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Una poética de la migración
La poesía de Leoncio Bueno está íntimamente vinculada a su experiencia personal, pero en su retrato de esa sociedad en la que se desenvuelve, el poeta no solo la aborda desde el «yo» lírico, sino que se asume como una voz representativa de los subalternos, del lector común y corriente que tiene que sobrevivir hasta fin de mes y que probablemente esté leyendo estas páginas. Por otro lado, la crítica literaria académica ha sido muy esquiva con la obra de Leoncio, las ediciones de sus libros han sido de escaso tiraje, es difícil encontrarlas, y las ediciones artesanales que hace el propio Leoncio no tienen distribución a nivel nacional. «Leoncio Bueno es una voz importante de la generación del 50, aunque no se le suele tener en cuenta porque se movió inicialmente en círculos proletarios», ha señalado el crítico literario Ricardo González Vigil (citado por Jaime Cabrera Junco en «Leoncio Bueno: el poeta proletario», El Comercio, 10 de abril de 2016).
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La investigadora literaria Milagros Carazas distingue tres momentos en la poesía de Leoncio. El primer momento es el de la búsqueda, con libros como Al pie del yunque (1966) y Pastor de truenos (1968). El segundo momento es el de la madurez, con poemarios como Invasión poderosa (1970), Rebuzno propio (1976) y La guerra de los runas (1980). El tercer momento es el del «poeta del arenal», es decir, el de sus días en la Tablada de Lurín. Esta experiencia es palpable en el libro Los últimos días de la ira (2014).
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La poesía de Leoncio Bueno ha sabido captar el oleaje migratorio, el movimiento del campo a la ciudad, el desborde popular, la comida y la música que llevaron los inmigrantes a Lima. En sus poemas aparecen los marginales, los cerros, las casas de esteras, los waynos, en fin, el verdadero sabor popular. Uno de los poemas emblemáticos de Leoncio Bueno es «Rebuzno propio», que presenta de forma transgresora al poeta, ya no asociado al cisne, sino más bien al burro. Es el arte poética de Leoncio Bueno:
Tumba y retumba pero aún no suena
ni truena mi escuálido quirquincho.
Siempre podo, barbecho. Siembro otra vez,
vuelvo a podar, aparejo
sin descanso, mas no veo
crecer mi verdolaga.
Ando, trajino, sudo
la gota gorda hollando
estrambóticos senderos,
y siempre estoy reptando a tientas,
lejos de mi propio recoveco.
¿Hasta cuándo no voy a articular mi rebuzno propio?
Hiervo, cocino, aderezo, sirvo,
y a la postre cuaja, pero no cuaja,
mi propia salsa.
Tiempo ha que machaco y le doy de alma
a esta mollera dura
por saborear de veras mi sandía
Una voz inconfundible
Otra de las características en la poesía de Leoncio Bueno es el humor, la sátira, incluso para burlarse de su propia precariedad. Como ejemplo, vaya este poema sobre su casa:
Mi techo es pequeño
rico de polvo y paja
construido de esteras y otros
desechos inflamables.
Deja pasar los bichos y la lluvia,
deja que se cuele la luz,
el aire, las chirimachas
y los orines de los gatos.
Soy el dueño de un techo excitante:
puede caerme encima
sin hacerme daño
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Además, Leoncio asume su identidad afroperuana, se reafirma en ella. Todos estos elementos lo han dotado de una voz original, inconfundible. Antes de culminar este artículo quisiera agradecer profundamente a Gladys, hija del poeta, por haber aceptado mi visita. También al poeta y brujo Javier Llaxacondor, en Santiago de Chile, quien no sé cómo se enteró de que estaba en busca de Ragnut y facilitó el encuentro a través de Bruno Montané. Sin más, me despido con este «Poema para una nueva época» de Leoncio, brindando a su salud, y para que viva 100 años más.
Dentro de diez años
vendrán al Túngar nuevos poetas jóvenes
a buscar a Ragnut.
Nuevamente desfilará la cólera,
alguno tal vez traiga su carrandanga,
pedirá que Ragnut le eche un lente.
Como en el 50, como en el 60,
el Túngar escuchará el rugido de los bardos,
en sus paredes algunos trazará la efigie
de un Guevara III.
Como en el 70,
nuevos jóvenes enseñarán los puños
a los ya situados, exclamando:
«¡Nos han entregado una catástrofe
para poetizarla!».
Y Ragnut arderá de entusiasmo,
una vez más se sentirá un asno joven.
Bibliografía
Bueno, L. (2014). Memorias de mi desnudez. Lima: Nido de Cuervos.
Capristan, Z., Vasquez, E., & Varela, A. (Dirección). (1 de enero de 2013). Leoncio Bueno. Entre el fusil y las rosas [Película].
Carazas, M. (2017). La poética del arenal: imágenes de la migración en la poesía de Leoncio Bueno. En: García Liendo, J. (Ed.). Migración y frontera. Experiencias culturales en la literatura peruana del siglo XX (pp. 273-289). Madrid / Frankfurt: Iberoamericana Vervuert.
Casa de la Literatura Peruana (24 de abril de 2016). Leoncio Bueno, el poeta de pico y lampa (informe especial). Casa de la Literatura Peruana: https://www.youtube.com/watch?v=uuBN0YQ2Ta8
Casa de la Literatura Peruana (2016). Leoncio Bueno. Poeta, hacedor de escrituras. Lima: Casa de la Literatura Peruana.
Corcuera, J. (4 de enero de 2020). 100 años con Leoncio Bueno. Casa de la Literatura Peruana: https://www.youtube.com/watch?v=jrK5P1iHT3s
*Gian Pierre Codarlupo Alvarado (Paita, 1997) es escritor, periodista, miembro del equipo editorial de la revista cultural chilena Mal de Ojo y de la Editorial Conunhueno, de Valparaíso, y colaborador en El Suplemento Cultural. Ha publicado el libro de poemas Caída de un pájaro en el mar (Universidad Nacional de Piura, 2018). Actualmente, vive en Madrid.