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Se dice que el ser humano es un ser social que necesariamente debe interactuar con su entorno. Esta definición se aplica también al ámbito de lectura. Un lector interactúa con la obra, evoca en la historia leída su propia experiencia, comparte los sentimientos del protagonista, compara la realidad con ese mundo fantaseado. Y la interacción no es sólo con la obra, sino también con los autores a través de la letra del libro. Esta interacción multidimensional se intensifica cuando los lectores se reúnen para compartir sus ideas y apreciaciones en un club de lectura. Al parecer, este anhelo de compartir la bondad de una obra ha sido una constante en la historia humana. Desde el famoso Salón de París, cuna del impresionismo, hasta un pequeño de club de lectura del barrio, sin lugar a dudas son espacios de debate con posibilidad de transformación de la sociedad.
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En Corea, la lectura siempre ha sido una piedra fundamental de la sociedad y siempre ha habido grupos de intelectuales unidos por el fin común de preservar la literatura coreana. En la década de 1930, el grupo de literatos llamado Guinhwe, que significa «grupo de nueve personas», si bien solo tuvo cuatro años de vida, dejó su huella en la historia de la literatura coreana. El grupo tenía un objetivo claro: mantener la «literatura pura». En ese momento, otro grupo, llamado KAPF (Korea Artist Proletarian Federation), se dedicaba a la crítica literaria desde una perspectiva socialista, lo cual, para los integrantes de Guinhwe, no era correcto. Para ellos la literatura debía ser «pura», es decir, una producción poética con una estética narrativa en su expresión. No es fácil definir qué es la literatura pura, pero en la práctica los miembros del grupo Guinhwe buscaban conmover el alma humana a través de la producción literaria en épocas de colonización imperialista japonesa.
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Se podría decir que el gran aporte de este grupo es el intento de instalar una idea de «literatura pura» frente a la «literatura de clase» que promovía el grupo KAPF. Para el grupo Guinhwe, la literatura no tenía por qué promover ideología política alguna. Según algunos historiadores, en Guinhwe se debatía sobre el futuro incierto de la literatura coreana debido a las circunstancias de la época. Los miembros de este grupo son poetas y escritores tan representativos de la literatura coreana como Yi Sang, Youjeong Kim, Hyoseok Lee; es decir, los grandes escritores que todo coreano común conoce. En sus cuatro años de vida, el grupo publicó la revista llamada Poesía y Novela, que daba a conocer al público sus producciones e incluía críticas literarias y columnas de opinión.
Llamativamente, una característica de esta época es que los grupos literarios eran pequeños. Así, Guinhwe siempre se mantenía en nueve miembros, entre escritores y guionistas. El pequeño grupo que se reunía a debatir y crear marcó un hito en la historia de la literatura coreana con las poesías de Yi Sang y las novelas de Youjeong Kim y Hyoseok Lee, que fueron un gran consuelo en momentos dolorosos para el pueblo coreano.
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En esa misma década de 1930 Paraguay también estaba atravesando un periodo de inestabilidad política y social, pero la Guerra del Chaco no impidió que floreciera la literatura ni que existieran grupos de escritores. Según los datos históricos, hacia 1944 Augusto Roa Bastos integraba un grupo literario llamado Vy’a raity («nido de la alegría»), junto con otras grandes figuras literarias paraguayas, como Hérib Campos Cervera, Josefina Plá, Óscar Ferreiro, Hugo Rodríguez Alcalá o Elvio Romero. Nadie sabe sobre qué debatían, pero podemos imaginar que quizás compartían ideas sobre sus próximas novelas, sobre el yugo de la opresión de la dictadura o sobre el dolor del pueblo. Quién sabrá.
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Sin entrar a discutir la veracidad de estos datos, lo cierto es que detrás de los grandes escritores siempre hay una comunidad que sostiene, consume y aprecia sus producciones. Un libro cerrado no es más que una foja de papeles, pero una vez abierto se convierte en una puerta a otro mundo. Y nosotros, como seres sociales, al compartir ideas sobre una obra disfrutamos aún más de sus maravillas. Lo más importante es que, al debatir, uno puede conocer y reconocer las perspectivas del otro, compartir visiones diferentes. Este tipo de debate es muy necesario hoy, cuando el homo sapiens se ha convertido en «phono sapiens», según el filósofo Byung Chul Han. El hombre ya no debate con personas, sino que depende de la inteligencia artificial y solo interactúa con una pequeña pantalla. Nuestro saber proviene de un pequeño aparato llamado «teléfono inteligente», no de un debate con seres humanos con pensamiento crítico. En la actualidad, espacios de debate como los clubes de lectura son más que necesarios.
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Por eso, la Embajada de Corea en Paraguay viene desarrollando las reuniones del club de lectura llamado «Noche de Literatura Coreana», con apoyo de la Fundación Korea (KF), en las cuales los participantes pueden opinar libremente e intercambiar sus ideas sobre las obras leídas. Si bien se lee literatura coreana, los temas de debate del club son muy variados, desde la introspección personal hasta la política actual. Debatir fomenta la tolerancia, la empatía y la apertura al otro. El valor del club de lectura se encuentra justamente en esta capacidad de transformación. Esa es la razón por la cual nuestra misión diplomática desea colaborar con la comunidad de lectores de Paraguay apoyando espacios de lectura y debate, porque, como dice la escritora Irene Vallejo en su libro Alguien habló de nosotros, «pequeños grupos de soñadores imaginan el futuro al calor de los libros, convirtiendo la literatura en conversación, amistad y hallazgo. Saben que, hablando sobre otros mundos posibles, comprendemos mejor el nuestro».
*Silvia Jung es licenciada en Administración Cultural y de Arte y asesora política y económica de la Embajada de Corea en Paraguay.