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Un comunicado de prensa de la Corte Penal Internacional (CPI) ha puesto a este tribunal en el ojo del huracán desde el jueves. Está publicado en inglés y en francés en su sitio oficial, y basta leer el título para comprender el porqué de tanto revuelo: «La Sala de Cuestiones Preliminares I de la CPI rechaza las impugnaciones de jurisdicción formuladas por el Estado de Israel y emite órdenes de arresto contra Benjamin Netanyahu y Yoav Gallant» (1).
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¿Qué ha ocurrido? Es la primera vez que la CPI decide procesar a un aliado cercano de Estados Unidos. ¿No se supone que debe perseguir solo a oscuros archivillanos enemigos de Occidente y dictadores tercermundistas? (2).
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Lo que ha ocurrido es que hace seis meses, el lunes 20 de mayo, el fiscal de la CPI, Karim Khan, anunció que había pedido órdenes de arresto para líderes de Israel y Hamás. ¡De Israel y Hamás! Cundió el escándalo, que ahora, emitidas las órdenes, se repite, como también se repiten los mismos argumentos contra la tarea de la Fiscalía. Que son, grosso modo, tres: el fiscal (o la CPI) es «antisemita», pedir órdenes de arresto para líderes de Israel y Hamás crea una «falsa equivalencia» entre «buenos ciudadanos» y «terroristas», y la CPI no tiene jurisdicción aquí.
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Vamos a refutarlos rápido en ese orden: uno, el fiscal fue nominado por un gobierno británico de derechas y proisraelí y era el candidato preferido de Israel para el cargo (3); dos, claro que es una «falsa equivalencia», si el ataque de Hamás mató a 767 civiles y el gobierno de Israel ya ha asesinado a decenas de miles; y tres, la CPI tiene jurisdicción porque Palestina es parte del Estatuto de Roma (que, por cierto, creó la CPI). Listo.
Los líderes para los que el fiscal pidió órdenes de arresto en mayo eran Ismail Haniyeh, Yahya Sinwar, Mohammed Deif, Benjamin Netanyahu y Yoav Gallant. De Hamás los tres primeros, de Israel los dos últimos. El pasado verbal («eran») se debe a que Haniyeh y Sinwar fueron muertos por Israel en julio y octubre, respectivamente.
Antes de pedir esas órdenes, el fiscal convocó a seis expertos en derecho internacional para que analizaran las evidencias y decidieran si existían o no «motivos razonables para creer» que los cinco individuos sospechosos habían cometido crímenes de guerra y de lesa humanidad. Los seis expertos concluyeron por unanimidad que sí.
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Uno de esos expertos es un judío sobreviviente del Holocausto que estuvo preso en un campo de concentración nazi. Yo no lo llamaría «antisemita», pero como esta semana hasta los influencers y los presidentes de las repúblicas están opinando sobre asuntos de derecho internacional, sobre las decisiones de la CPI y sobre astrofísica, es posible que otros sí lo hagan.
Ese judío sobreviviente del Holocausto se llama Theodor Meron. Nació en 1930 en Kalisz, una de las ciudades más antiguas de Polonia, país que fue invadido y ocupado por el ejército del Reich cuando él era un niño. Lo deportaron al campo de concentración de Czestochowa y salió en libertad a los 15 años para descubrir que se había quedado huérfano y que casi toda su familia había sido asesinada.
El joven Meron emigró al Mandato Británico de Palestina, terminó la secundaria en Haifa, sirvió en el Ejército de Israel y estudió Derecho en la Universidad de Jerusalén. En 1961, se unió a la Misión Permanente de Israel ante la ONU en Nueva York y trabajó allí hasta la Guerra de los Seis Días, tras la cual Israel ocupó Gaza, Cisjordania, Jerusalén Oriental, los Altos del Golán y el Sinaí. El Consejo de Seguridad de la ONU, por la Resolución 237, instó a Israel a «facilitar el retorno» de los que habían tenido que abandonar sus hogares al inicio de la guerra, pero Israel no lo hizo.
Y Meron se convirtió en asesor legal del Ministerio de Asuntos Exteriores en Jerusalén, donde el primer ministro, Levi Eshkol, le pidió consejo sobre los asentamientos israelíes en los territorios palestinos recientemente ocupados. Meron respondió en un memorando secreto que fue desclasificado en la década de 2000: «Temo que en el mundo hay gran sensibilidad hacia la cuestión de los asentamientos judíos en los territorios administrados y que ningún argumento legal que busquemos contrarrestará la fuerte presión internacional que ejercerán sobre nosotros incluso países amigos, por el Cuarto Convenio de Ginebra».
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Su opinión no disuadió a Eshkol. Quizá incluso le fue útil. ¿Era esa la intención de Meron? No lo sabemos. Pero sí sabemos que, tras servir al Estado israelí en varios cargos, incluyendo el de representante ante la ONU en Nueva York y en Ginebra, dejó Israel y empezó otra vida en Estados Unidos. Fue profesor, dio clases en Harvard, Berkeley y Oxford, ocupó la cátedra Charles L. Denison en la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York, se volvió una eminencia en derecho internacional, participó en la creación de la CPI y ayudó a redactar sus disposiciones sobre crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.
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Esas disposiciones indican, entre otras cosas, que la responsabilidad de dichos crímenes recae en los individuos, que han pasado a ser el foco del derecho internacional en un proceso expuesto por Meron en su libro The Humanization of International Law (2006). Por eso el fiscal de la CPI no acusa a «Israel» y «Hamás», sino a Netanyahu, Gallant, Haniyeh, Sinwar y Deif, de cometerlos. Personalmente, creo que, en esta individualización de lo sistémico, la figura del «monstruo» (Hitler, Netanyahu, etcétera) desvía la crítica del blanco real (un capitalismo que, en cierto grado de desarrollo de sus contradicciones internas, necesita perpetuarse a punta de genocidios), pero esta discusión requiere otro artículo; para los propósitos de este, baste señalar que el apoyo de Meron a las órdenes de arresto respeta la codificación del derecho internacional a la que ha contribuido.
Meron acababa de salir del campo de concentración de Czestochowa cuando fueron celebrados los juicios de Núremberg contra los criminales nazis que lo habían dejado huérfano, juicios que sirvieron de base para el desarrollo de una jurisprudencia internacional en materia de guerra de agresión, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad y para la creación de la CPI. Su vida se abre y se cierra con rara, simétrica justicia. En el 75 aniversario de la liberación de Auschwitz, Meron recordó que el régimen nazi no solo persiguió y asesinó a los judíos, sino también a los gitanos, los homosexuales, los polacos y los disidentes políticos, entre otros, concepto universal del Holocausto contrario al excluyente discurso israelí y coherente con su respaldo a una orden de arresto que hace valer para todos por igual la misma ley. Ubi eadem ratio, eadem dispositio.
Notas
(1) International Criminal Court (2024). «Situation in the State of Palestine: ICC Pre-Trial Chamber I rejects the State of Israel’s challenges to jurisdiction and issues warrants of arrest for Benjamin Netanyahu and Yoav Gallant», 21/11/2024: https://www.icc-cpi.int/news/situation-state-palestine-icc-pre-trial-chamber-i-rejects-state-israels-challenges
(2) Ver: Marcetic, Branko (2024). Biden Should Stop Attacking the International Criminal Court. Jacobin, 21/05/2024: https://jacobin.com/2024/05/icc-israel-arrest-warrant-biden-administration
(3) UK’s Karim Khan elected next ICC prosecutor, will replace controversial Bensouda. The Times of Israel, 13/02/2021: https://www.timesofisrael.com/uks-karim-khan-elected-next-icc-prosecutor-will-replace-controversial-bensouda/