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El pasado 30 de julio, un artista venezolano escribía: «Ayer, 29 de julio, ocurrieron por lo menos 210 protestas en todo el país. La indignación de las multitudes hizo realidad cualquier sueño anarquista sobre la revuelta: estatuas de Hugo Chávez derrumbadas, ataques e incendios contra instituciones estatales y sedes policiales, en protestas autoconvocadas, sin centro y de actuación descentralizada». Más como descripción que como queja, mencionaba «la miopía impuesta por las izquierdas hegemónicas internacionales sobre Venezuela», y agregaba que «lamentablemente buena parte del anarquismo internacional ha decidido amplificar dicha ceguera», recalcando que esa ceguera no era reciente sino que era un silencio cómplice permanente contra las denuncias que desde sectores de esa misma izquierda y anarquismo se habían hecho contra la deriva autoritaria, militarista y antirrevolucionaria desde los primeros momentos del gobierno de Hugo Chávez. Decía este luchador, que ya solo se presenta como «venezolano»: «Finalmente, no hay posibilidad de actuación para los movimientos sociales autónomos y autogestivos en ausencia de esas libertades democráticas que calificamos como “burguesas”. Sólo regresando al juego democrático, con derechos humanos, es que puede volverse a pensar para Venezuela una posibilidad de construir una alternativa antiautoritaria, de inspiración ácrata, para las mayorías» (1).
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No se puede entender la reconstrucción militante y cultural del anarquismo en Latinoamérica y el Caribe a contar de las últimas décadas del siglo pasado sin hablar del filósofo Ángel Cappelletti, divulgador del anarquismo desde Venezuela, o de una lista de correos electrónicos latinoamericana (toda una novedad en su momento) lanzada a iniciativa de militantes anarquistas de Venezuela. O del periódico El Libertario, de Venezuela, ¡en papel! O de la pujante escena anarcopunk venezolana que dejó huella (recuerdo a Los Dólares –¡vaya nombre predictivo!– y Apatía No) en la región. Venezuela también tuvo importancia en la recuperación de un antimilitarismo coherente, sin las limitaciones del antimilitarismo «antiimperialista».
Ello explica el interés regional por los sucesos en Venezuela a contar del intento de golpe militar de Hugo Chávez en 1992, ocurrido cuando en el sur del continente hacía muy poco que habían terminado las dictaduras militares (2), por lo que esa intentona fue vista por los anarquismos de entonces como preocupante, estando aun difusas las orientaciones ideológicas del golpista fallido en ese momento. Vuelto presidenciable tras su paso por la cárcel y con bendición de la izquierda tradicional, Chávez se hizo atractivo para los sectores populares de un modo que ni el actual bukelismo puede igualar.
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La difusión del chavismo (y madurismo) como experiencia de izquierda popular resistente al imperialismo yanqui tuvo éxito entre las izquierdas y progresismos del mundo, tanto que sectores del anarquismo y del antimilitarismo compraron ese discurso, especialmente en Europa, gracias al lujo de ser ideológicamente estrictos cuando se trata de su casa, pero muy flexibles cuando se trata de sus excolonias. Ni la fuerte vertiente militarista de los gobiernos de Chávez y Nicolás Maduro ni su autoritarismo represivo fueron obstáculo para que sectores anarquistas y antimilitaristas del norte global encontraran razones (algunas en forma de invitaciones) para acallar y desmentir desde fuera las denuncias que venían desde dentro de Venezuela. En contrapartida, un creciente sector del anarquismo latinoamericano comenzó a sospechar del antiimperialismo y del antifascismo en cuyo nombre se acallaban críticas a regímenes represivos sólo porque éstos usaban discursos antiimperialistas y antifascistas.
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De hecho, las protestas populares en Venezuela contra el régimen de Maduro en 2017 no recibieron la valoración y adulación que recibieron las protestas chilenas de 2019 contra todo el régimen «democrático» de 30 años que en ese momento estaba representado por la presidencia de Sebastián Piñera, pese a que era notorio que la revuelta social chilena, por ejemplo, había aprendido de las protestas venezolanas el uso de escudos para autodefensa (3) frente a la opresión policial-militar mutiladora. El inicio de la breve primavera andina sucedió en Venezuela y llegó hasta Chile.
El colonialismo impide a los progresismos (e izquierdismos y anarquismos) del norte global ver el significado simbólico y cultural anticolonialista y antirrepresivo que tiene el derribo de estatuas en Venezuela, como sí pudieron ver y celebrar hasta convertir en postal el derribo de una sola estatua (4) en la «plaza Dignidad» en Chile a contar del 18 de octubre de 2019. Derribo de estatuas que hablaba de la comunicación rebelde de acciones directas que tienen significación común para los pueblos de la región: escudos autogestionados, derribo de estatuas, etc. Las protestas por los resultados electorales en Paraguay en 2023 fueron vistas con expectativa por la prensa progresista del mundo, la misma que tildó de «derechistas» las protestas populares venezolanas post-elecciones de 2024, pese a que lo de Paraguay sucedía «más a la derecha» que lo de Venezuela. El doble rasero constante tiene origen en los compromisos ideológicos y en la cobardía política de quienes no se desprenden del colonialismo en sus análisis respecto a Latinoamérica, algo vergonzoso para quienes se dicen anarquistas.
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El asunto es así: en política no toda oposición es anarquista, y, sí, todo anarquismo es oposición. Esa claridad primaria y compleja se le olvida a ese anarquismo (y antimilitarismo) colonialista que suele darse dos lujos: 1) abstenerse de tener opinión respecto a las políticas gubernamentales y político partidarias y 2) declararse neutral en cuanto ve un escenario electoral relativamente empatado o dudoso. El anarquismo tiene una larga experiencia evaluando los efectos de toda política pública. La deriva abstencionista proviene de un excesivo purismo que ha afectado al anarquismo como contrapunto a un exceso de influencia de los socialismos autoritarios y de los progresismos estatistas desde el fin de la guerra fría y ha traído como resultado cierta incapacidad para contrarrestar, a favor de los pueblos, las políticas públicas o partidarias que los desfavorecen. Declararse neutral con el recurso de «igualar males» es un facilismo político que anula la búsqueda de posicionamientos ad hoc, adecuados y productivos, y oculta el hecho de que el anarquismo es oposición a lo que realmente hay y no a las posibilidades, neutralidad que suele favorecer a quien tiene la sartén por el mango.
El anarquismo es oposición a lo que realmente oprime hoy; por ello promete un futuro libre de la opresión realmente existente. En elecciones normales no hay nada en juego, pues cada evento electoral implica la eliminación de las disonancias para que se elija lo mismo y las novedades sean menores, cosméticas, superficiales. Habitualmente, ordinariamente, cada elección estatal es un hito de la continuidad. Frente a eso, los pueblos han sabido impulsar y hacer lo extraordinario, y en esos momentos la utilidad de la elección es la de dar certeza estadística al escenario de cambio. Así, en 1917 la revolución rusa empezó cuando los soldados-campesinos votaron con los pies, abandonando el frente de batalla y desobedeciendo a los oficiales mediante la gran deserción. En 1936, las elecciones generales españolas dieron cuenta de que, o habría revolución, o habría fascismo: ese año el fascismo dio un golpe de estado que fue detenido por una revolución de orientación anarcosindicalista. En Chile, al plebiscito de 2020 para refrendar la defunción social de la constitución de Pinochet provocada por el proceso revolucionario iniciado en 2019 le siguió la derrota del proyecto constitucional surgido para institucionalizar y controlar ese proceso, mediante otro plebiscito en 2022. Para cerrar el círculo de lo extraordinario, también fue derrotada la propuesta constitucional surgida de la ultraderecha con el fin de sepultar la memoria del proceso revolucionario en 2023. En tres eventos electorales, los pueblos que hacen a Chile derrotaron a tres constituciones. Algo realmente extraordinario.
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El anarquismo está contra los gobiernos que hay, contra las explotaciones y opresiones que hay porque trabaja en el presente que hay para construir un futuro que también hay ahora realmente. Durruti se atrevía a resumir en «llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones» ese futuro que existe ya en la experiencia de los pueblos: la amabilidad social, la libertad social, el cariño, las alegrías familiares y comunitarias que ya existen, y a ellas se vuelve en cada crisis social, económica y personal. El anarquismo propone una sociedad libre de Estado y capital porque buena parte de las cosas buenas de los pueblos suceden contra, a pesar de y sin los Estados y el capital día a día. Por ello la incapacidad opositora del anarquismo ante los hechos de Venezuela es más vergonzosa aún, por traidora a su propia historia y cómplice de políticas represivas.
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El anarquismo mundial ha sido oposición y resistencia a las «actuales democracias y anteriores dictaduras» (4), y su decrecimiento o recuperación se ha dado en ambos escenarios. Sin mucha diferencia, democracias y dictaduras se esfuerzan en combatir y reprimir de muchos y creativos modos –desde la prisión, muerte, tortura y exilio hasta el ofrecimiento de espacio en el espectro electoral o institucional financiado por los Estados– a los anarquismos. No hay, pues, un momento mejor para el anarquismo y el antimilitarismo per se. Hay, sí, anarquismos que no ceden ni retroceden en su capacidad opositora e internacionalista, ni miden con doble rasero la opresión. Ciertos anarquismos y antimilitarismos deberían abandonar esa actitud vergonzante y colonialista y recordar a Durruti diciendo: «llevamos una Venezuela nueva en el corazón».
Notas
(1) Ver: https://cntasturias.org/2024/07/31/demos-un-contenido-anarquico-a-las-revueltas-en-venezuela/
(2) Paraguay en 1989 mediante golpe militar de palacio, Chile en 1990 mediante resultado electoral. Argentina y Brasil, por poner otros ejemplos, habían dejado las dictaduras militares por gobiernos civiles que intentaban controlar la influencia militarista en la primera mitad de la década de 1980.
(3) Ver: https://www.clacso.org/la-primavera-andina-florece-en-pandemia/
(4) La del General Baquedano.
(5) Como decían Les Luthiers.
*Pelao Carvallo es anarquista, analista político, comunicador, vicepresidente de la organización Familias por la Educación Integral en Paraguay (Feipar), consejero de la red antimilitarista internacional War Resisters’ International (WRI-IRG) y del Grupo de Trabajo Clacso / Memorias colectivas y prácticas de resistencia e integrante de la Red Antimilitarista de América Latina y el Caribe (Ramalc).