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A inicios del siglo XX, la ideología nacionalista burguesa experimentó un vertiginoso fortalecimiento intelectual y político, impulsada por la calamitosa situación de posguerra que, más adelante, se combinó con la campaña chauvinista previa a la guerra con Bolivia. La izquierda paraguaya no soportó esa presión y, con el tiempo, asumió la lógica policlasista y los postulados del llamado «revisionismo histórico» (1).
Con ello, enterró dos principios del marxismo: la independencia de clase, ya que el patriotismo paraliza cualquier acción independiente de los explotados y, en la práctica, subordina el proletariado a la «nación», en cuya cima está la burguesía; y el internacionalismo proletario, dado que, si bien el marxismo respalda ciertas causas nacionales en países oprimidos, no es una corriente nacionalista, porque siempre propone una política que impulse el protagonismo obrero y concibe los procesos revolucionarios nacionales como eslabones de la lucha por el socialismo a escala mundial.
El costo político de este extravío teórico fue alto: mucho de ese «progresismo» terminó resignándose al inocuo papel de furgón de cola de las interpretaciones patrióticas más superficiales, adhiriendo al culto a la personalidad del doctor Francia y los López.
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Con ese enfoque fue construido, entre otros, el mito del igualitarismo y de la naturaleza «popular» de la «dictadura plebeya» de Francia, en la cual reinaría un «indiscutible consenso social» (2). Esta tesis, sin fundamento factual y anacrónica, no se limitó a Francia, presentado por ciertos trabajos que aseguran apoyarse en el marxismo como «silencioso precursor del socialismo latinoamericano», sino que abarcó también el régimen de los López (3).
Así, contra todos los hechos que hemos expuesto en esta serie, el «proyecto lopista» es definido como «…un régimen igualitario y centralizado», una fase del pretendido «…socialismo agrario durante el periodo independiente (1814-1870)» (4). Se llega al colmo de describir a Solano López, quizá el individuo más rico y poderoso de la historia nacional, como «afín a los intereses de las clases campesinas y populares», lo que lo llevaba a defender «el interés de la clase campesina» (5). Un desvarío completo.
Es común, en ese tipo de literatura, el planteamiento de la existencia de un «Estado popular» para, sobre ese concepto inexistente entre las categorías analíticas del marxismo, reproducir el conocido axioma nacionalista: «…no existía separación entre López y el pueblo (…) López y el pueblo paraguayo eran una unidad» (6).
En círculos de izquierda existen otras definiciones que plantean la existencia de un «modelo sui generis de Estado Popular Independiente» hasta 1870, o bien de un «Estado Popular forjado en el período francista y que tuvo continuidad, con sus matices propios, en el período de los López» (7). Esas formulaciones tienen el mismo contenido teórico y el mismo objetivo político: la pretendida presencia de un Estado benefactor del pueblo trabajador en el siglo XIX, guiado por un «gran hombre», y la necesidad de apoyar cualquier experiencia presentada como análoga en el presente.
En las últimas entregas, hemos intentado demostrar que ninguno de los dos López tuvo nada en común con la figura «popular» y «antiimperialista» que el nacionalismo inherente al dogma estalinista-maoísta y a la teoría de la dependencia popularizó con especial fuerza entre las décadas de 1950 y 1970.
Sin embargo, conviene abordar de manera sucinta algunos elementos que podrían echar luz sobre el origen de ese nacionalismo impregnado en el análisis y perfil político de la mayoría de la izquierda paraguaya.
Un «partido de orden y de democracia»
El principal propagador de la visión patriótica en la izquierda fue el estalinismo, representado en el país por el Partido Comunista Paraguayo (PCP), organización que entre 1936 y 1947, aproximadamente, detentó la hegemonía en el movimiento obrero y entre las fuerzas políticas de izquierda (8).
El patriotismo hizo metástasis en la sociedad paraguaya a finales de la década de 1920. En diciembre de 1928, ante el ataque paraguayo al Fortín Vanguardia, el PCP evita llevar a la práctica la propaganda antibélica dictada por la Comintern, hecho que provoca una intervención externa en ese partido y la expulsión de Lucas Ibarrola, su secretario general (9).
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En un documento interno de 1934, en medio de la Guerra del Chaco y del proceso de reorganización de ese partido, el Secretariado Sudamericano de la Comintern, entonces tutelado por el Partido Comunista Argentino (PCA), critica los «resabios nacionalistas» en el PCP al mismo tiempo que expone su propio nacionalismo:
«Hemos tenido con ellos [los comunistas paraguayos] divergencias serias en múltiples cuestiones: teoría de la “época de oro” en el pasado del Paraguay, de la soi-disant [pretendida] industrialización del país antes de la guerra del 70, y que el país fue nuevamente colonizado después de la derrota en esta guerra, sobre todo con ayuda de la Argentina. Pensamos que eso es falso. En ligazón con esto, la teoría del “schwanz-imperialismus” (10) argentino, por el hecho de que Argentina juega un gran papel como intermediario y tiene fuertes intereses en la industria del quebracho y del extracto de quebracho, en la yerba-mate, etc., lo que a su vez llevaba a concepciones falsas sobre el papel de Argentina en la guerra. También hemos tenido diferencias con ellos en el juzgamiento del papel de las dictaduras de Francia y los López, discusión que tiene bastante de parecido con la nuestra en torno de la figura de Rosas […]» (11).
Nótese que, si el PCP mostraba haber asumido postulados del nacionalismo burgués ya en 1934, el PCA rechazaba las críticas que, suponemos, hacían los paraguayos a la penetración de la burguesía argentina en la economía local y su papel opresor. El PCA niega cualquier papel «colonizador» de la Argentina en la posguerra. En otras palabras, cada partido comunista defendía el nacionalismo de su propio país.
En 1935, dos hechos renovarían el entusiasmo y la expectativa de «romper el aislamiento» entre los estalinistas paraguayos. Primero, el final de la Guerra del Chaco los desembarazaba de la incómoda línea antibélica. Después, la política del «frente popular», proclamada por el VII Congreso de la Comintern, habilitó al PCP no sólo a profundizar sus acuerdos con corrientes reformistas sino, principalmente, a apoyar sectores burgueses y pequeñoburgueses «progresistas» con la justificación de impulsar la lucha antifascista y una supuesta «revolución nacional antiimperialista» (12).
La consagración en Moscú de la colaboración de clases como estrategia y de la necesidad de que los partidos comunistas enarbolasen «…la bandera de la lucha por la democracia y por los intereses nacionales de sus países» (13) fue la base teórico-política del apoyo del PCP al gobierno anticomunista del coronel Rafael Franco en 1936. Un respaldo que, manifestando una suerte de «masoquismo político», se mantuvo firme a pesar de la implacable represión que sufrió por parte de ese gobierno.
Lea más: El Estado lopista a la luz del marxismo (3). La dictadura de una familia
Franco fue el rehabilitador definitivo de Solano López y, si bien su gobierno estuvo compuesto por diversas tendencias y pasó por oscilaciones, sabemos que el coronel no escondía su simpatía por el fascismo. Prueba de ello son declaraciones como esta: «No es nueva para mí la admiración por Alemania y por el brillante caudillo de su revolución, el señor Hitler, uno de los valores morales más puros de la Europa de la posguerra» (Diario Patria, 1936, p. 7). En marzo de 1936, por otro lado, el Decreto-ley 152 sentenciaba: «la Revolución Libertadora del Paraguay reviste la misma índole de las transformaciones sociales totalitarias de la Europa contemporánea en el sentido que la Revolución Libertadora y el Estado son ya una misma e idéntica cosa».
En 1939, con la misma lógica campista, que distingue en las burguesías nacionales sectores supuestamente «patrióticos y progresistas» de otros «antinacionales y reaccionarios», el PCP también apoyó el gobierno de José Félix Estigarribia, capitulando, en el mismo acto, al imperialismo estadounidense. Sin rubor, los estalinistas paraguayos saludaron: «…el contacto indudable que el presidente electo tiene con la política panamericanista de Roosevelt, basado en el empréstito y expresado en declaraciones progresistas y en promesas de gobernar democráticamente, aseveran la justeza de nuestra posición actual. El Partido Comunista es un partido de orden y de democracia, que cumple un deber patriótico al salvar a nuestra nacionalidad de la vergüenza bochornosa del fascismo y la oligarquía» (14).
Así, la enorme influencia que el PCP ostentaba en el movimiento obrero no fue canalizada a una política de independencia de clase y de oposición inflexible a gobiernos burgueses y regímenes dictatoriales, sino a la conciliación y, con ello, a la derrota del proletariado paraguayo.
Un «partido auténticamente nacional»
En las antípodas del internacionalismo de la teoría marxista, un documento de 1941 prueba que el estalinismo paraguayo mantenía intactas sus concepciones patrióticas. El PCP se autodefinía como un «partido auténticamente nacional», «legítimo heredero y continuador de las luchas y de los aspectos revolucionarios de los guaraníes, de los comuneros, del pueblo revolucionario de mayo de 1811 y de sus héroes, de los gobiernos de los López, del pueblo en armas en defensa de su nación en 1865, de las heroicas luchas de los obreros y de los campesinos» (15).
Pocos años después, el 1 de marzo de 1945, el PCP publicó un manifiesto vitoreando a Solano López: «¡Paraguayos! El Partido Comunista rinde su homenaje fervoroso al Mcal. López, intrépido soldado y gran patriota que murió en defensa de la independencia nacional…». El relato nacionalista, en el que hasta las huelgas obreras eran «patrióticas», no pasaba de una justificación teórica de la política de conciliación de clases, es decir, de la alianza estratégica con facciones burguesas «democráticas» y «patrióticas», en oposición a sectores igualmente patronales pero denunciados como «vendepatria», «legionarios», «enemigos de nuestra Patria y de la democracia», y presentados como antagónicos con el primer campo burgués (16).
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La «camarilla nazi-conspiradora» (17) había «usurpado» posiciones en el ejército y la policía del gobierno de Higinio Morínigo (1940-1948), instituciones que, según sugiere el análisis campista del PCP, podrían cambiar su naturaleza reaccionaria si una facción más «democrática» las controlara.
La salida propuesta por el estalinismo paraguayo era apostar por el crecimiento de un «movimiento de unidad democrática», explícitamente interclasista, que se expresaría en los firmantes de un petitorio favorable a un proceso constituyente.
Si bien el PCP atribuía «la principal responsabilidad» de la dramática situación del país al general Morínigo, uno de los dictadores más brutales de la historia paraguaya, atenuaba inmediatamente sus denuncias al demandar que ese régimen «rectifique a fondo su política represiva» y rompa con la «camarilla nazi» –una suerte de «enemigo principal», según el PCP–; en ese caso el gobierno «contaría con el apoyo decidido de la clase obrera, de todas las fuerzas democráticas, civiles y militares».
Esta política de conciliación de clases, en consonancia con la línea estratégica de los frentes populares consagrada por el VII Congreso de la Comintern de 1935, se revela en la solución política que propone el PCP para el país, siempre para «honrar dignamente la memoria del Mcal. López»:
«Compatriotas: Hoy como en 1870, es más urgente que nunca la unión de todas las fuerzas progresistas, sin distinción de opositores y gubernistas, de civiles y militares, para […] participar en la organización de un Gobierno de Conciliación Nacional capaz de asegurar la defensa militar y económica del país, aliviar la crítica situación de hambre y miseria, garantizar la cooperación franca, leal y total con las Naciones Unidas, y normalizar el país por medio de una Asamblea Nacional Constituyente Libre y Soberana» (18).
Estas son solo algunas muestras de cómo el nacionalismo, por medio del estalinismo, penetró en el pensamiento e influyó en el programa y perfil político de la izquierda paraguaya, especialmente tras finalizar la Guerra del Chaco (19).
Si bien el PCP perdería casi toda su influencia después de la Guerra Civil de 1947, había logrado legar al movimiento obrero y a las izquierdas una distorsión teórica con respecto a la concepción marxista del Estado, un análisis y una política concreta de conciliación con la burguesía, sumados al abandono sistemático del internacionalismo revolucionario. Así, las generaciones posteriores de intelectuales y activistas que despertaron a la vida política y se incorporaron a la lucha social fueron moldeadas con la lógica policlasista y estrecha del chauvinismo.
Notas
(1) Para un debate ampliado sobre este tema, consultar: León Núñez, R. Aproximación a una concepción marxista del Estado bajo el régimen de los López. En: Telesca, Ignacio (coord.). Un Estado para armar. Aproximaciones a la construcción estatal en el Paraguay decimonónico. SB, 2024, pp. 51-68.
(2) Maestri, M. (2015). Paraguai: a República camponesa: 1810-1865. FCM Editora, pp. 114, 124. Para profundizar este debate, ver: León Núñez, R. (2023). El mito del igualitarismo del doctor Francia. El Suplemento Cultural, 22/09/2019.
(3) Coronel, B. (2014). López, héroe antiimperialista: ensayo histórico. Revista HISTEDBR On-line, 59, 3-23, p. 19.
(4) Ibidem, pp. 7-8
(5) Ibidem, p. 16.
(6) Ibidem, p. 5.
(7) Arrom, J. (1997). La revolución popular del siglo XIX en América. Crítica de Nuestro Tiempo, 17.
(8) Castells, C. (2023). El Partido Comunista Paraguayo (1930-1935): rearticulación clandestina, militancia antibélica y construcción de una hegemonía al interior del movimiento obrero. Revista Paraguay desde las Ciencias Sociales, 13, pp. 26-48.
(9) Ibidem, p. 31.
(10) Schwanz: cola, en alemán.
(11) Jeifetz, V.; Schelchkov, A. (Org.). (2018). La Internacional Comunista en América Latina en documentos del archivo de Moscú. Ariadna Ediciones, pp. 261-262.
(12) Castells, op. cit., p. 45.
(13) Historia del Partido Comunista de España. Disponible en: https://www.filosofia.org/his/1960hpce.htm. Consultada el 22/07/2024.
(14) Seiferheld, A. Nazismo y Fascismo en el Paraguay. Vísperas de la Segunda Guerra Mundial 1936-1939. Editorial Histórica, 1985, p. 194. De manera vergonzosa, el 1 de mayo de 1940, el PCP, por medio de su gran influencia sindical, organizó una marcha multitudinaria de alrededor de 40.000 obreros que desfilaron por las calles de Asunción reiterando su apoyo a Estigarribia.
(15) Partido Comunista del Paraguay. (1941, febrero). Boletín del Comité Central. Centro de Documentación y Archivo para la Defensa de los Derechos Humanos («Archivo del Terror»), 00055F0924.
(16) Partido Comunista del Paraguay. (1945, 1 de marzo). Manifiesto del PCP. Centro de Documentación y Archivo para la Defensa de los Derechos Humanos, 00055F1681/82.
(17) El PCP se refiere, entre otros, al teniente coronel Victoriano Benítez Vera y a los coroneles Bernardo Aranda y Pablo Stagni, integrante del llamado Frente de Guerra, grupo nazi dentro del ejército.
(18) Partido Comunista del Paraguay. (1945, 1 de marzo). Manifiesto del PCP. Centro de Documentación y Archivo para la Defensa de los Derechos Humanos, 00055F1681/82.
(19) Castells, C. (2023). Veteranos y comuneros: la memoria histórica del Paraguay en la retina del anarquismo de las primeras décadas del siglo XX. Revista Estudios Paraguayos, 41(2), 94-123.
*Ronald León Núñez es sociólogo por la Universidad Nacional de Asunción (2009), máster (2015) y doctor (2021) en Historia por la Universidad de São Paulo, Brasil, miembro del Comité Paraguayo de Ciencias Históricas (CPCH), colaborador de El Suplemento Cultural y autor, entre otros libros, de La Guerra contra el Paraguay en debate (Lorca, 2019).