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La conocida relación de Franz Kafka con los círculos anarquistas de Praga durante su juventud, su presencia en una manifestación contra la ejecución del anarquista español Francisco Ferrer en 1909, en la conmemoración de la Comuna de París en 1911, en una protesta contra la ejecución en París del anarquista Liabeuf en 1912, su participación en las reuniones de la organización juvenil anarquista Klub Mladych y del Movimiento Anarquista Checo, la pintura pesadillesca del opresivo poder estatal y su asfixiante burocracia en sus obras, entre otras cosas, han llevado a distintos autores a especular con la posibilidad de considerarlo un anarquista.
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Sin ir más lejos, en su Diccionario anarquista de emergencia Juan Manuel Roca e Iván Darío Álvarez le dedican la siguiente entrada:
«FRANZ KAFKA (Praga, 3 de julio de 1883 - Viena, 3 de junio de 1924). Escritor en lengua alemana, nació y vivió en su ciudad natal. Uno de sus autores entrañables fue Flaubert. Estudió derecho en la Universidad de Charles en Praga, y obtuvo el doctorado en leyes en 1906. Trabajó durante un año de pasante, sin ser retribuido, en una agencia de seguros de accidentes laborales y fue cuando comenzó a escribir. A menudo se refirió a este trabajo como un empleo tan sólo para ganar dinero. En agosto de 1912, Kafka conoce en casa de los Brod a Felice Bauer, joven berlinesa, con la que él inicia una relación amorosa que termina en 1917 ante la ansiedad que le produce el futuro compromiso matrimonial. En 1917 se le declaró una tuberculosis, con frecuentes períodos de convalecencia, durante los cuales recibió el apoyo de su familia, en especial de su hermana Ottla, con quien tenía mucho en común. Durante su período escolar tuvo un papel activo en la organización de actividades literarias y sociales, en la promoción de representaciones para el teatro judeo-alemán, a pesar de los recelos de sus amigos más íntimos, como Max Brod, quien le apoyaba en todo lo demás.
Sufría el temor de ser percibido de manera repulsiva, pero más bien impresionaba a los demás por su aspecto infantil, pulcro y austero, lo mismo que por su inteligencia, a lo que se añadía su sentido del humor. Un tema de importancia en su obra es su relación con el padre autoritario. A principios de 1920 mantuvo una relación amorosa con la escritora, traductora y periodista checa Milena Jesenská, y en 1923 se trasladó a Berlín con la esperanza de distanciarse de la influencia de su familia y concentrarse en su obra. En esta ciudad se reunió con Dora Diamant, una joven de 25 años descendiente de una familia judía ortodoxa que había huido de su pueblo natal, a la que conoció en el verano del mismo año en una colonia judía de vacaciones a orillas del Báltico. Dora se convirtió en su compañera y tuvo influencia en su interés por el judaismo.
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Kafka era un ser atormentado y complejo. El estado de salud de Kafka empeoró a causa de la tuberculosis. Regresó a Praga a un sanatorio cerca de Viena para recibir tratamiento y allí murió. Fue enterrado el 11 de junio de 1924 en el Nuevo Cementerio Judío de Praga-Zizkov. Dora guardó en secreto la mayoría de sus últimos escritos en su poder, incluyendo 20 cuadernos y 35 cartas, hasta que fueron confiscados por la Gestapo en 1933. Brod hizo caso omiso de las instrucciones de Kafka de quemar sus manuscritos y más bien supervisó la publicación de la mayor parte de la obra en su poder, que pronto comenzó a despertar interés y alabanzas de la crítica.
En su obra, el protagonista se enfrenta a un mundo complejo que se basa en reglas desconocidas, que nunca llega a comprender. Es tan poderoso su mundo, la claridad con la que devela el absurdo, que dio origen al adjetivo kafkiano. Algunos intérpretes de su obra han intentado hallar influencias marxistas en la satirización de la burocracia en El proceso, La colonia penitenciaria y El castillo. Otros apuntan al anarquismo como el fundamento de inspiración para el individualismo anti-burocrático de su obra. Algo que de alguna manera se adelanta a la atmósfera carcelaria del sistema stalinista. Vale la pena recordar que Kafka asistía con frecuencia a las reuniones de los anarquistas checos, a quienes consideraba como personas llenas de simpatía e imaginación.
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Gilles Deleuze y Félix Guattari sostenían que Kafka representaba mucho más que el estereotipo de una figura solitaria que escribía movida por la angustia, y que su trabajo era mucho más deliberado, subversivo y no obstante más “alegre” de lo que parecía ser. Milán Kundera se refiere al humor surrealista de Kafka como el principal predecesor de posteriores artistas como Fellini y otra legión de insatisfechos. Algunas de sus obras, Informe para una academia, La metamorfosis, América o La muralla china, entre otras, son consideradas como la piedra angular de una estética lírica y filosófica a la vez, que influirá de manera notable en todos los escritores posteriores del siglo XX. Aunque no hiciera profesión de fe constante de anarquista, sus visiones de la libertad, del Estado, del individuo, de la ley, de la familia y de la autoridad paterna están profundamente ligadas a las concepciones ácratas, solo que desde la ficción más que desde la teoría».
Juan Manuel Roca / Iván Darío Álvarez Escobar: Diccionario anarquista de emergencia. Bogotá, Editorial Norma, 2008, 277 pp.