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Al igual que Renovación (ver la entrega anterior de esta serie), el periódico que analizaremos a continuación es otra víctima de los «archivos imperiales»; no hay posibilidad de acceder aquí, en Paraguay, a una colección del mismo.
De frecuencia quincenal, su primer lema no tuvo nada que ver con la tradición anarquista: «Con libertad, no ofendo ni temo», frase atribuida a Artigas, que, a partir del número 6, cambiaría a: «Periódico doctrinario y de combate por el socialismo y la libertad», acompañado de un dibujo de autoría de Fiorello Botti, quien contaba con 25 años en ese entonces y se transformaría en uno de los dibujantes más importantes del Paraguay.
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A diferencia de Renovación, cuyos integrantes conformaban una cierta horizontalidad sin líderes claramente visibles, en el caso de Cultura Socialista predominó la figura de Ciriaco Duarte, quien le imprimió al periódico una conducción que podríamos considerar personalista. Entre los colaboradores encontramos a un sobreviviente de los anteriores periódicos anarcosindicalistas –El Combate y Renovación– como Juan Deilla, quien siguió publicando bajo el pseudónimo de «Florencio Liberté».
¿Cuáles fueron los principales ejes temáticos sobre los que se estructuró su discurso y que apretadamente podemos resumir aquí? Básicamente, fueron tres. En primer lugar, la propuesta del impulso a las cooperativas de consumo y de producción, idea central del pensamiento teórico de Ciriaco Duarte y su grupo desde los tiempos de La Palabra (1930-1931). Postulaban que las cooperativas tenían el potencial de superar el modo de producción capitalista y eliminar a los que ellos consideraban parásitos del sistema de comercialización: los intermediarios en el ámbito urbano y los acopiadores en el rural. En todos sus números se publicaron artículos referidos al sistema de comercio para poner en evidencia el carácter parasitario de los mediadores, intermediarios y especuladores, «todo un ejército de pulgones», y llegar a la conclusión de que solo en Asunción existen 50.000 habitantes «dedicados a no producir» y que «es por ellos que los artículos cuestan un 25% más caro» (2).
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El segundo de los ejes fue la continuación de la crítica anarquista al régimen bolchevique y a sus representantes locales en el Paraguay, el Partido Comunista Paraguayo (PCP), pero en un contexto diferente del existente en la década del veinte, cuando los integrantes de Renovación tuvieron que analizar e interpretar una experiencia nueva que los interpelaba como revolucionarios. En 1946, el núcleo de Cultura Socialista era contemporáneo de una Unión Soviética que, luego de casi treinta años de consolidación, se encontraba en el momento de su mayor prestigio político a nivel mundial como una de las potencias vencedoras del nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Como expresión de ese momento histórico, 1946, fueron recurrentes las analogías entre el régimen soviético y el nazismo o el fascismo. Algunos ejemplos de esto se observan en textos en los que equiparan el capitalismo de Estado nazi con el soviético.
El enfrentamiento con los comunistas se manifestó en dos cartas públicas escritas por Ciriaco Duarte y dirigidas a Oscar Creydt, en las que trataba de «traidor» a su antiguo compañero del Nuevo Ideario Nacional por virar a un socialismo autoritario: «No eres ya anti-capitalista; no eres ya anti-religioso; no eres ya anti-político; no eres ya anti-militar; no quieres ya la socialización de las tierras para el campesino… haz vuelto comunista» (3). No solo eso, sino que también lo acusa de traicionar al «socialismo científico del teutón Marx» por la línea política que el PCP adoptó durante la primavera democrática, que, según Duarte, transformó a ese partido en una agrupación burguesa más.
En este enfrentamiento con el PCP no faltaron algunas chicanas políticas que entraban en franca contradicción con la tradición internacionalista del anarcosindicalismo paraguayo, como cuando le cuestionaron al PCP que utilizara en sus actos el símbolo de la hoz y el martillo: «A propósito del símbolo ruso que usan nuestros primos, los Bolches, nos llama la atención la HOZ, herramienta que los campesinos del Paraguay no usan en absoluto. Debieran nacionalizar el símbolo, cambiando por un machete o un cuchillo grande. Lo del martillo lo aceptamos como un símbolo de los dirigentes: ellos son el martillo, los obreros el yunque» (4).
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Finalmente, el otro espacio de enfrentamiento con el PCP fue el terreno gremial, dirigiendo sus dardos al Consejo Obrero del Paraguay (COP), central sindical dominada por los comunistas. En este aspecto, el discurso de Cultura Socialista presentó una contradicción insalvable: por un lado, proclamaba la necesidad de la acción directa en los conflictos laborales sin intervención del Estado como árbitro; pero, por otro lado, denunciaba la inacción del Departamento Nacional del Trabajo ante ciertos conflictos laborales.
El tercero de los ejes discursivos se centró en un rescate de experiencias del pasado para representar su ideal de sociedad futura, en una clara posición que podríamos calificar de «restauradora». Ejemplo de esto son artículos que rescatan el comunalismo español del siglo XV, a los comuneros de Villalar y a los paraguayos de Antequera, proponiendo el municipio o comuna como la célula «por excelencia de la organización política de un país» (5).
Un aspecto llamativo es una especie de autocensura en la utilización de términos identitarios, ya presente desde el mismo nombre del periódico. Se consideran a sí mismos como un «reencuentro de luchadores», alrededor del ideal del «socialismo libertario» (6), pero en contadas ocasiones mencionan esa categoría, y términos como «anarquismo» y sus variantes brillan por su ausencia. Haya sido para evitar episodios de censura gubernamental o por otros motivos, lo cierto es que Cultura Socialista optó por utilizar otras identidades en su presentación en sociedad, asumiendo un miedo y rechazo que sus antepasados de Renovación habían descripto como propios de las clases conservadoras.
Cultura Socialista llegó a publicar ocho números entre julio y diciembre de 1946 y constituye el último proyecto editorial de relevancia en la historia del anarquismo paraguayo.
Notas
(1) Texto redactado con informaciones y datos contenidos en el capítulo «”Nuestros primos, los Bolches”. Dos momentos en la representación de la Revolución Bolchevique y el régimen soviético por el anarcosindicalismo paraguayo: los casos de Renovación (1920-1926) y Cultura Socialista (1946)», de Mariano Damián Montero, que formará parte de un volumen colectivo coordinado por el historiador chileno Santiago Aránguiz Pinto, con el título tentativo de La Revolución Bolchevique, el régimen soviético y el anarquismo en América Latina (1917-1955), a publicarse aproximadamente para fines de 2024.
(2) Cultura Socialista, Año 1, No. 6, Segunda quincena de octubre de 1946, Asunción, pp. 1-3.
(3) Cultura Socialista, Boletín Extraordinario, agosto de 1946, Asunción, tapa.
(4) «Notas y notículas», Cultura Socialista, Año 1, No. 3, segunda quincena de agosto de 1946, Asunción, p. 5.
(5) «El municipio», Cultura Socialista, Año 1, No. 5, Primera quincena de octubre de 1946, Asunción, p. 2. Y «La base social. Ayuntamiento, Comuna, Municipio», Cultura Socialista, Año 1, No. 8, segunda quincena de noviembre de 1946, Asunción, p. 8.
(6) «Nuestra aparición cumplió ampliamente su finalidad», Cultura Socialista, Año 1, No. 2, primera quincena de agosto de 1946, Asunción, p. 4.
*Mariano Damián Montero es profesor de historia, recibido en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigador y autor de artículos sobre historia reciente del Paraguay publicados en revistas de diversos países, así como de los libros Agapito Valiente. Stroessner kyhyjeha (Editorial Arandurã, 2019) y Obras completas de Lincoln Silva (Editorial Arandurã, 2021).