Cargando...
Poncho que cubres el pecho
del mocetón de mi tierra
tienes fama de armadura
tienes fama de bandera.
Augusto Roa Bastos, «El poncho del arriero».
El poncho es una prenda de larga data en la cultura iberoamericana. Aunque lo más probable es que haya sido introducido por los europeos, América Latina se lo apropió y en suele aparecer en los desfiles de moda como contribución netamente sudamericana.
Lea más: «Alejandro Cubilla, lustrabotas y músico»: Adiós, valiente
En Paraguay existen varios tipos de poncho. Está el utilitario, de lana rústica, que sirve de abrigo, cobertor de cama y, en casos de emergencia, apero para cabalgar. Esta prenda forma parte de la tradición cultural popular de Paraguay. En los detallados listados de envíos de materiales a las guarniciones del interior de la época del Dr. Francia aparecen grandes cantidades de ponchos para uso de la soldadesca. Una de las medidas más incongruentes del gobierno revolucionario de Benigno Ferreira fue la prohibición, en 1906, de vestir el poncho, concebida por los comisarios porteños que acompañaron al general y doctor en su efímero gobierno. Se temía que el poncho sirviera para esconder armas.
El poncho para’í
La ciudad de Piribebuy se especializó en una clase muy apreciada de poncho: el poncho de 60 listas. Data de una época en que las anilinas colorantes eran difíciles de fabricar, por lo que es llamado para’í, por sus listas en distintos tonos de blanco y negro.
Se sabe que durante la Guerra de la Triple Alianza el Mariscal López vestía poncho, y que en la entrevista de Yatayty Cora con el comandante aliado Bartolomé Mitre llevaba un poncho para’í con hilos de oro, regalo del Imperio del Brasil a su padre.
Por mucho tiempo, el poncho para’í distinguió a los músicos y conjuntos musicales paraguayos en sus presentaciones en el exterior. Lo vistieron Luis Alberto del Paraná, Agustín Barboza y otros destacados exponentes de la mundialmente apreciada música paraguaya de mediados del siglo XX.
El poncho para’í de 60 listas de la ciudad de Piribebuy consta de tres partes –cuerpo, flecos y fajita o guarda–. Fue confeccionado desde la colonia en talleres hogareños por mujeres tejedoras mediante técnicas artesanales que fueron transmitidas de generación en generación de forma oral hasta la llegada de la modernidad, que volvió este quehacer escasamente rentable para las nuevas generaciones, que elegían migrar a los centros urbanos, dejando atrás esa tradición. Por ello, en algún momento se llegó a temer la desaparición del poncho para’í por extinción de las manos artesanas.
Patrimonio de la humanidad
Uno de los resultados auspiciosos del sistema de las Naciones Unidas fue la creación de la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Se tomó en cuenta que una de las razones del estallido de la Segunda Guerra Mundial fue el desprecio por culturas y religiones diferentes de las europeas. La Unesco surgió para promover el respeto a la diversidad cultural, y entre sus gestiones están las declaraciones de los patrimonios culturales de la humanidad, tanto materiales como intangibles. En Paraguay, las misiones jesuíticas de Santísima Trinidad y Jesús de Tavarangué fueron declaradas patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1993.
Lea más: Fallece reconocida artesana, maestra en la elaboración del poncho de 60 listas
El poncho para’í fue propuesto a la Unesco con las correspondientes justificaciones. Luego de estudios exhaustivos, el martes 5 de diciembre la Unesco incorporó las técnicas tradicionales de elaboración del poncho para’í de 60 listas de la ciudad de Piribebuy a su lista del año 2023 del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
Así, del peligro de extinción, el poncho para’í, una tradición que viene de la colonia, ha pasado al resurgimiento a través de su reconocimiento como patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco. No sería raro que esto impulsara su producción, con miras al creciente turismo cultural. La Unesco da así realce a una humilde tarea artesanal abriéndole posibilidades de convertirse en una profesión rentable que ponga al alcance de estudiosos y coleccionistas un producto que bien podría haberse extinguido.