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Casi un siglo después de la Declaración de Independencia de EEUU (1) estalló la Guerra Civil (1861-1865), hecho que marcó un punto de inflexión en la historia de esa nación, dadas sus profundas repercusiones económico-sociales.
Un estudio detallado de ese conflicto, si bien excede el propósito de este artículo, es ineludible para comprender la extraordinaria transición de un Estado nacional con pasado colonial y un pesado fardo precapitalista sobre su estructura económico-social a potencia industrial y, posteriormente, imperialista.
El conflicto, básicamente, supuso la culminación por medios violentos de una disputa interburguesa estratégica: qué modelo de acumulación capitalista prevalecería en el país.
Entre muchos factores, es ampliamente aceptado señalar como causa principal de la guerra el desacuerdo entre los llamados estados libres (en el norte, donde la esclavitud era prácticamente inexistente) y los estados esclavistas (en el sur) sobre la facultad del gobierno nacional de prohibir la esclavitud en los territorios occidentales que, eventualmente, integrasen la Unión como nuevos estados.
Después de una década de inestables acuerdos con miras a evitar el choque armado, la victoria electoral del republicano Abraham Lincoln, en 1860, precipitó la separación de siete estados esclavistas del sur, que proclamaron la creación de los Estados Confederados de América. Una vez iniciadas las hostilidades, en abril de 1861, otros cuatro estados adhirieron a la causa secesionista. Los estados del norte, por su parte, organizaron la lucha para restablecer la Unión.
De acuerdo con Alexander Stephens, vicepresidente de la Confederación, la «piedra angular» del nuevo Estado descansaba en «…la gran verdad de que el negro no es igual al hombre blanco; que la esclavitud –subordinación a la raza superior– es su condición natural y normal. Este, nuestro nuevo gobierno, es el primero en la historia del mundo, basado en esta gran verdad física, filosófica y moral» (2). No debe sorprender que, hasta hoy, la bandera confederada represente un símbolo del supremacismo blanco.
La guerra desnudó las acentuadas diferencias estructurales entre ambos bandos. Desde el inicio, la superioridad demográfica, económica y armamentista cupo a la Unión. Hacia 1860, cerca de 22 millones de personas habitaban el norte, que, además, concentraba 72% de la red ferroviaria del país; 85% de las fábricas; 92% de la producción de hierro y acero; y respondía por 68% de las exportaciones. El desarrollo del tejido industrial norteño, consecuentemente, se tradujo en supremacía militar.
La guerra aceleró la carrera tecnológica. El mundo, en algunos casos por primera vez, vio el efecto mortífero de la artillería ferroviaria, las minas terrestres, la mira telescópica, el telégrafo militar, la ametralladora Gatling, los barcos acorazados, como los célebres ironclads CSS Virginia y el USS Monitor, entre otras innovaciones. Solo en 1862 se emitieron 240 patentes de inventos útiles para uso militar, buena parte de ellos al servicio de la Unión.
El Sur, en cambio, poseía una estructura económica agroexportadora, sostenida en un trípode de latifundio, monocultivo y trabajo esclavo. De sus nueve millones de habitantes, cuatro millones estaban esclavizados. Si bien dos tercios de los sureños no poseían esclavos, la esclavitud impregnaba todos los ámbitos de la sociedad.
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Alrededor de 84% de los latifundios se situaban en el sur. La capacidad industrial de los secesionistas, en buena medida por lo anterior, era mínima. El valor de toda la producción manufacturera de la Confederación no alcanzaba 25% del valor producido, en ese mismo ramo, en Nueva York.
Es común sobredimensionar las pretensiones «antiesclavistas» del Norte. No se debe perder de vista, a ese respecto, que Washington entró en la guerra para preservar la Unión, no para liberar a los esclavizados. No puede decirse que la burguesía norteña fuera menos racista que la sureña. La cuestión central es que, para el Norte, el trabajo «libre» se había mostrado superior a la esclavitud negra en términos de lucro. El propio Lincoln pensaba que, incluso después de una hipotética emancipación, personas blancas y negras no podrían coexistir en paz. Por ello, el presidente adhería a la idea de deportar contingentes de negros libres a Liberia o Centroamérica (3). Hasta bien entrada la contienda, Lincoln insistía en que su intención era evitar que la esclavitud se expandiera a los nuevos territorios, no prohibirla donde era legal.
Con todo, la dinámica de una guerra cada vez más larga y costosa impuso la necesidad de socavar definitivamente los cimientos de la economía sureña: la esclavitud. Presionado, el 22 de septiembre de 1862, luego de la victoria estratégica de la Unión en Antietam y considerándola una táctica de guerra, Lincoln oficializó la Proclamación Preliminar de la Emancipación, por la cual desde el 1 de enero de 1863 «…todas las personas mantenidas como esclavos» dentro de los estados rebeldes «son, y en adelante serán libres» (4). Un hecho histórico, sin duda, aunque limitado. La medida valía para los estados que se había separado, dejando intacta la esclavitud en los cinco estados esclavistas que se habían mantenido en la Unión (5).
No obstante, esa decisión sentenció un cambio significativo en el carácter de la guerra (6). A partir de 1863, el centro del conflicto pasó a ser, explícitamente, la sobrevivencia o no de la esclavitud. Un renovado entusiasmo cundió en las filas norteñas, sobre todo entre los negros libres o fugitivos, que se alistaron masivamente para defender la causa de la Unión, a la que asociaron su propia suerte. Cerca de 200.000 negros, que se veían a sí mismos como libertadores, sirvieron en el ejército y la marina de los EEUU. Hacia el final de la guerra, los afroamericanos constituían el 10% todo el ejército de la Unión; cerca de 40.000 murieron luchando contra los sureños.
La irrupción en el teatro de operaciones de ese enorme contingente de exesclavizados, la parcela más oprimida de la sociedad, constituyó una poderosa fuerza social que, a la larga, resultó decisiva para la victoria miliar de la Unión.
La guerra terminó en abril de 1865. Alrededor de tres millones de soldados habían combatido en más de 10.000 batallas a lo largo de una línea de 1.900 kilómetros. Se estima que murieron 625.000 soldados, aproximadamente 2% de la población de entonces (7).
Los estados del sur, en bancarrota, fueron ocupados por soldados de la Unión e incorporados gradualmente a los Estados Unidos en el transcurso de los 12 años que duró la llamada Reconstrucción.
La derrota categórica de la Confederación esclavista permitió la emergencia de un nuevo país. La guerra había resuelto dos problemas claves que la nación arrastraba desde su independencia: la unidad territorial y la abolición de la esclavitud negra, definitivamente ilegalizada el 6 de diciembre de 1865, con la Decimotercera Enmienda a la Constitución. La forma radical en la que se concretó este hecho contribuyó decisivamente a transformar el país en una economía industrial sin paralelo en las Américas (8).
La Guerra Civil, con justicia, puede considerarse una «segunda revolución» en la historia estadounidense.
(Continuará…)
Notas
(1) Documento que reconoce a Estados Unidos como nación independiente, oficializado el 4 de julio de 1776. La Constitución del país, que estableció las bases, tipo y estructura del gobierno, se promulgó el 17 de septiembre de 1787.
(2) Discurso pronunciado el 21 de marzo de 1861. Consultar: https://www.battlefields.org/learn/primary-sources/cornerstone-speech
(3) Consultar: https://www.whitehousehistory.org/the-american-colonization-society
(4) Consultar: https://www.archives.gov/exhibits/american_originals_iv/sections/preliminary_emancipation_proclamation.html#
(5) Los llamados estados fronterizos: Delaware, Kentucky, Maryland, Misuri, Virginia Occidental.
(6) Consultar: https://www.archives.gov/exhibits/featured-documents/emancipation-proclamation
(7) Vale resaltar, a la luz de la espantosa letalidad de la Guerra Civil de EEUU, que el porcentaje de la población civil paraguaya muerta o desaparecida después de la Guerra Guasu se situó entre 60 y 69% del total de habitantes.
(8) La Guerra Civil forzó otras reformas legales. La Decimocuarta Enmienda, propuesta en 1866 y ratificada en 1868, sentenció el derecho a la ciudadanía a cualquier persona nacida en EEUU, garantizándole «protección legal igualitaria». La Decimoquinta Enmienda de la Constitución, en 1870, otorgó a los hombres afroamericanos el derecho a votar. Sin embargo, la mayor parte de ellos no pudo ejercerlo debido a medidas como los impuestos al voto (eliminados recién en 1964) o la imposición de pruebas de alfabetización.
*Ronald León Núñez es doctor en Historia Económica por la Universidad de São Paulo y graduado en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Asunción. Para leer más de este autor, recomendamos sus libros Revolución y genocidio (Arandurã, 2011) y La Guerra contra la Triple Alianza en debate (Lorca, 2019), y su blog ronaldleonnunez.org.