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«El pueblo que oprime a otro no puede ser libre».
Karl Marx.
El 28 de febrero, los gobiernos y la prensa de ambos países celebraron el pago de la última cuota de la deuda por la construcción de Itaipú. Según la entidad, el monto total desembolsado fue de 64.000 millones de dólares.
Desde la década de 1970 se firmaron más de 300 contratos de financiación, principalmente con acreedores brasileños o de países imperialistas, la mayoría de ellos a través de Eletrobras, empresa privatizada por el gobierno de Bolsonaro en 2022.
El conocido mecanismo del mercado financiero, guiado por la corrupción, la sobrefacturación, el crecimiento descontrolado de los intereses por encima de los intereses, hizo crecer el préstamo inicial de 3500 millones de dólares, contratado en 1974, hasta alcanzar la astronómica cifra de 64.000 millones en 2023. Es escandaloso, sobre todo si tenemos en cuenta que la obra habría costado, aproximadamente, 12.000 millones de dólares (1).
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Esta deuda fue pagada en gran parte por los consumidores de electricidad de ambos países, a través de nuestras facturas residenciales de electricidad.
Sin embargo, la peor parte recayó, una vez más, en el Paraguay, ya que la deuda se pagó en partes iguales, a pesar de que, como apuntábamos, el Brasil se quedó con más del 90% de la energía producida.
Este hecho, sin embargo, no impide que los empresarios y la prensa brasileños repitan la conocida falacia de que «el Paraguay solo puso el agua», como forma de justificar los beneficios de su país. Los más extremos llegan a decir que el Tratado, en realidad, favoreció más al Paraguay.
Esto no se corresponde con la realidad, ya que el Paraguay cargó con los costos de la deuda, incluidos los 4193 millones de dólares que la propia Contraloría General de la República, tras una auditoría, consideró «espuria».
Lo cierto es que la deuda generada por la obra de Itaipú fue pagada varias veces por ambos pueblos, pero proporcionalmente mucho más por los contribuyentes paraguayos, quienes, a pesar de pagar la mitad de las cargas, usufructuaron menos de 10% de la energía producida, generando, en la práctica, un subsidio a la industria paulista y del sudeste brasileño.
Por otro lado, convengamos que decir que el Paraguay «solo puso el agua», en el caso de una empresa hidroeléctrica, es como decir que, en una exploración aurífera, un país «solo puso el oro».
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Por otra parte, el pueblo brasileño también es robado por los altos ejecutivos de su país en Itaipú y por sus gobiernos (2), porque una energía que el Estado compra al Paraguay a US$ 4,14 por MWh o menos se revende, en promedio, ¡a US$ 226 por MWh para consumo residencial en el Brasil! (3).
Para dimensionar el peso que tuvo esta deuda en las facturas de la electricidad, basta saber que los pagos de los préstamos representaron alrededor del 64% del costo de la energía producida (4).
La explotación de otra nación no trae nada positivo para el pueblo brasileño. Mientras una minoría de grandes empresarios y financistas, protegidos por los gobiernos de turno, explotan a un pueblo hermano, la tarifa media de energía eléctrica en el Brasil aumentó 219% por encima de la inflación entre 1997 y 2022.
Una salida de clase e internacionalista
La demanda de un acuerdo igualitario, sobre bases democráticas, que derive de una renegociación o incluso de la anulación del actual Tratado de Itaipú, constituye un problema democrático, relacionado con el derecho del Paraguay a la autodeterminación nacional. Se trata, específicamente, del derecho a disponer, soberanamente, de sus recursos energéticos, cuestión elemental para cualquier nación.
En este sentido, estamos frente a un caso claro de opresión nacional, en el cual una nación más rica, el Brasil, explota y oprime a una nación más pequeña y pobre, el Paraguay. Esta relación de opresión, como hemos señalado, no comenzó en 1973, sino que se remonta por lo menos al siglo XIX.
El marxismo encara el problema de Itaipú como cualquier otro problema nacional: asumiendo una perspectiva de clase, internacionalista, e inseparable de la estrategia de la revolución socialista. En ese contexto, combate cualquier postura nacionalista o xenófoba, que provoque división entre la clase trabajadora de ambos países. El marxismo enfrenta tanto el nacionalismo de la nación opresora como el nacionalismo de la nación oprimida, pero sin dejar por eso de defender sus justos derechos nacionales.
El año 2023 es fundamental para la clase obrera del Paraguay y del Brasil. Después de medio siglo, el Tratado de Itaipú será renegociado, abriendo un escenario fértil de debates y movilizaciones de diversos sectores sociales y políticos.
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En el Paraguay, la clase trabajadora no debe confiar en el gobierno de Santiago Peña, en los gremios empresariales ni en la diplomacia de su país. La historia ha demostrado, repetidamente, que la clase dominante paraguaya siempre ha mantenido una postura de capitulación sistemática a los intereses del Brasil (5).
Estimular ilusiones sobre una posible confluencia de intereses entre empresarios «patriotas» y sectores populares, en la lucha por la recuperación de Itaipú con miras al «desarrollo nacional», dicho en términos generales, es un error fatal. El enfoque de «recuperar» Itaipú para abaratar los costos de los «sectores productivos», es decir, el empresariado paraguayo, es opuesto a los intereses de la clase trabajadora. Un análisis histórico de clase revela que el gobierno y los empresarios, en todos sus matices, no han sido ni serán aliados de la clase trabajadora y del pueblo pobre.
Por otra parte, confiar en los organismos internacionales, como argumentan algunos sectores nacionalistas en el Paraguay, que inocentemente piensan que un reclamo en el Tribunal de La Haya hará retroceder en sus intenciones a la burguesía brasileña y a los bancos imperialistas, es otra ilusión.
Solo un poderoso proceso de movilización social, que parta de una amplia campaña de educación sobre el tema y posea organización independiente, podrá forzar una revisión del Tratado en sentido progresivo, es decir, estableciendo un nuevo acuerdo sobre la base del respeto a la soberanía del Paraguay.
Está claro que la movilización de la clase trabajadora paraguaya no será suficiente. Es necesario que la poderosa clase obrera y el movimiento social del Brasil se apropien de esta causa y, simultáneamente, luchen codo con codo con sus hermanos de clase paraguayos.
El pueblo brasileño, como ejemplificamos, es una víctima más de este acuerdo corrupto, que en las últimas cinco décadas solo ha enriquecido a una minoría.
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Esta lucha es única e indivisible, sin espacio para los nacionalismos. La única perspectiva capaz de generar un cambio cualitativo, radical, es la concepción internacionalista, en la esfera del análisis y de las acciones.
La clase trabajadora paraguaya debe comprender que sus principales enemigos son las clases dominantes y los gobiernos del Paraguay y del Brasil, y no los «brasileños» en general. El pueblo brasileño sufre las mismas penurias que el pueblo paraguayo.
Al mismo tiempo, la clase trabajadora brasileña debe entender que Itaipú no es solo un problema «paraguayo», sino una cuestión que la afecta directamente, a través del cobro injusto de la energía eléctrica. Además de que es un Tratado de usurpación de un pueblo hermano y más pobre, históricamente ultrajado.
Lula dijo estar seguro de que «...vamos a alcanzar un acuerdo que tendrá muy en cuenta la realidad de los dos países y el respeto que el Brasil debe tener por su aliado, el querido Paraguay» (6).
En el escenario actual, sin depositar ninguna confianza en el gobierno Lula-Alckmin, es necesario exigir, a través de una fuerte campaña de movilizaciones, una renegociación que contemple la soberanía energética del Paraguay, es decir, la libre disposición de la parte que le cabe. Al mismo tiempo, denunciar cada hecho, cada declaración, cada avance de las negociaciones en sentido opuesto. La izquierda brasileña enfrenta una prueba de fuego, dado que la renegociación será conducida por el presidente Lula y el PT.
Una actitud independiente y, al mismo tiempo, de oposición por la izquierda hacia el gobierno de Lula-Alckmin es condición necesaria para que la izquierda brasileña pueda, en la práctica, asumir una postura genuinamente internacionalista, cuyo punto de partida, en las naciones opresoras, es exactamente el combate contra la propia burguesía y el propio gobierno.
Notas
(2) Itaipú es administrada por un Consejo de 12 personas, designadas por los gobiernos del Brasil y del Paraguay.
(3) https://megawhat.energy/news/147522/energia-em-sp-custa-25-menos-que-em-belem-compare-os-valores-edicao-da-manha
(4) https://www1.folha.uol.com.br/mercado/2023/04/eleicoes-no-paraguai-podem-definir-futuro-do-tratado-de-Itaipú.shtml
(5) En 2014, Horacio Cartes, entonces presidente del Paraguay, y padrino político del actual presidente, Peña, exhortó a los empresarios brasileños en Asunción a que «usen y abusen del Paraguay, porque, para mí, es un momento increíble de oportunidades».
(6) «Lula afirma que vai respeitar os direitos do Paraguai na hidrelétrica de Itaipu». Folha de Pernambuco, 16/03/2023. Disponible en: https://www.folhape.com.br/politica/lula-afirma-que-vai-respeitar-os-direitos-do-paraguai-na-hidreletrica/262243/