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Toda la poesía paraguaya a la que tengo acceso (incluida la de Cristino Bogado) es más intrépida y atrevida que la poesía que se escribe en Brasil. No le teme a correr riesgos, a fusionar géneros y lenguajes, no le teme a la parodia, a lo grotesco y al ridículo. Es autoirónica.
Edgar Pou fue un autor particularmente inventivo que tocó las teclas del español y del guaraní al mismo tiempo, sin hacer poemas exóticos ni decorativos, sino críticos, elaborados y duros. Pou creó un lenguaje propio. Y en 2012 parece haber previsto su destino: «Estoy en la casa humana aún, pero bebiendo esa deliciosa miel verde de la absenta y escribiendo las últimas palabras del ser humano que fui». Deja una obra significativa.
(Trad. de J. Sorel.)