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Hay un proverbio del budismo zen –bastante mencionado– que afirma: «cuando el discípulo está listo, el maestro aparece». Hace referencia a que en el proceso de aprendizaje el maestro indicado se presenta en el momento en que el aprendiz tiene suficiente madurez para aprender la lección que se le concede como un premio a su estado de elevación espiritual.
Este aforismo es perfectamente aplicable al tema que aquí trataremos. Cuando ciertos antropólogos expusieron sus visiones del chamanismo y se presentaron ellos mismos como chamanes, era el momento en el que los que se convertirían en sus discípulos estaban listos y deseaban vivir según sus enseñanzas. Su mensaje era acorde al espíritu de su tiempo. De ahí el éxito que conocieron sus obras.
El escritor, antropólogo y (según él) aprendiz de chamán Carlos Castaneda (1925-1998) fue uno de los antropólogos chamanes que se convertirían en referencias en el camino espiritual de las últimas generaciones de buscadores de experiencias de lo eterno. En el convulsionado año de 1968 –el del Mayo Francés, el auge del movimiento hippie y la Primavera de Praga– lanzaría en inglés su libro Las enseñanzas de don Juan, en el que narraba en forma de novela las enseñanzas que decía haber recibido como aprendiz de un «brujo» yaqui del desierto de Sonora, en México: don Juan Matus. El libro convirtió a este desconocido estudiante de antropología –que vivía trabajando como cocinero, taxista o vendedor– en un gurú seguido por millones en todo el mundo, en un autor reconocido y en un millonario.
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Luego de su primer libro, Castaneda lanzó una saga de doce novelas más, destinadas a profundizar en las supuestas enseñanzas de este brujo, que lo inició en el uso del peyote y otras plantas enteógenas (1), con las cuales tendría encuentros con seres sobrenaturales que le abrieron las puertas a otra realidad. Todo ello con el aditivo de que el saber que don Juan le enseñó a su aprendiz era parte de un conjunto de conocimientos secretos transmitidos por generaciones de brujos a través de una línea de maestros que llegaba hasta los toltecas.
Con su obra, Castaneda hizo soñar a millones de todo el mundo que si seguían las enseñanzas que contenían sus libros lograrían convertirse en «naguales» o chamanes o, en los términos del autor, en «guerreros impecables». Sus libros vendieron unos 30 millones de copias en 17 idiomas y fueron una de las bases del movimiento de la Nueva Era.
Ya en los primeros años de su éxito editorial, Castaneda fue desacreditado. En 1973 fue expuesto como un mentiroso que inventó una vida que no tuvo y que, entre otras cosas, afirmaba haber nacido en Brasil cuando en realidad nació en Perú (2). Años más tarde se reveló que las enseñanzas de don Juan eran un conjunto de ideas plagiadas de otros autores, que existían inconsistencias en sus relatos, que el día en que supuestamente conoció a don Juan se encontraba en la biblioteca leyendo libros, que tenía un comportamiento despótico con sus seguidores, que creó una secta en la que mantenía relaciones sexuales con sus seguidoras, sus «brujas», a quienes hizo cambiarse de nombre y romper el vínculo con sus familias (3).
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A varios seguidores del autoproclamado brujo Castaneda hasta el presente les da igual si don Juan –al que nunca nadie vio– existió o no, o si las historias contadas por el escritor son ficción o realidad. Sus libros los llevaron a pretender recuperar tradiciones de espiritualidad antiguas y a encontrar aquello que buscaban: experimentar por sí mismos el despertar de la consciencia y vivir una vida auténtica. La generación que recibió sus libros era la misma que ya buscaba experiencias psicodélicas en viajes con LSD y perseguía la iluminación con lecturas sobre budismo zen. Algunos, luego de leer a Castaneda, fueron a probar el peyote entre los indígenas de México (4).
Michael Harner (1929-2018) fue otro antropólogo que emprendió el camino del chamán y cuya obra influyó en la espiritualidad de la Nueva Era. A diferencia de Castaneda –a quien la «práctica chamánica» pilló siendo estudiante–, cuando Harner se embarcó en este viaje era un respetable investigador y profesor universitario.
Iniciado en las prácticas chamánicas mientras realizaba trabajo de campo como antropólogo entre los conibos de Perú, Harner fue adentrándose en el mundo del chamanismo por sus investigaciones sobre esta práctica en varias partes del mundo. Percibió que, más allá de las diferencias entre las tradiciones chamánicas, estas compartían principios en común. Preocupado porque estas tradiciones se iban perdiendo en el mundo, habiendo experimentado, según él, que los espíritus son reales, y considerando que el chamanismo permitía a quienes lo practicaban conocer el mundo espiritual de primera mano, ser más compasivos y mejores personas, dejó en 1987 su vida académica y se dedicó a tiempo completo a la misión de divulgar en Occidente lo que pudo conocer en el chamanismo, por medio de lo que llamó «core shamanism» (lo central del chamanismo), donde la práctica chamánica se encuentra desprovista de un conjunto de creencias dogmáticas.
Esta misión que se impuso, Harner la realizó desde la Fundación para el Estudio del Chamanismo, que fundó con su esposa Sandra en 1985. Harner expuso lo fundamental de sus enseñanzas en el libro La senda del chamán, de 1980, y lo transmitió por medio de seminarios y cursos impartidos en diferentes partes del mundo. Desde su Fundación, entrenó a personas interesadas para convertirlas en chamanes, se dedicó a recolectar información sobre el chamanismo de todo el mundo y apoyó a chamanes de pueblos cuyas prácticas corrían peligro de desaparecer para que las mantuvieran (5).
Tanto Castaneda como Harner contribuyeron al surgimiento del neochamanismo, que, a diferencia del chamanismo tradicional, que es practicado por pueblos indígenas y se sustenta en las creencias religiosas de estos pueblos, tiene como practicantes a occidentales y se basa en creencias sincréticas. De no haber escrito ambos antropólogos sus libros, otros autores hubiesen proporcionado a sus seguidores aquello que buscaban.
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En el entramado de creencias y prácticas de los partidarios de la Nueva Era, que incluyen elementos de los más diversos orígenes, provenientes algunos de Oriente, pasando por tradiciones indígenas, el neochamanismo pasó a formar parte del «menú a la carta» de prácticas espirituales. Hay quienes, sin embargo, no ven con buenos ojos estos ritos descontextualizados, califican a quienes los practican de «chamanes plásticos» –haciendo alusión a que no son auténticos– y los ven como una forma de apropiación cultural por la cual los neochamanes lucran con los conocimientos de otros pueblos, tergiversándolos con generalizaciones improcedentes y con una romantización en la que aquello que presentan como chamanismo no se corresponde con ningún chamanismo real (6).
Castaneda y Harner aportaron lo suyo a los seguidores de la Nueva Era. Se podrá tachar al primero de farsante. Sin embargo, se topó con una gran verdad, y, a su manera, la puso en práctica. El antropólogo chamán de Castaneda descubrió que no existe «la realidad» y que todos somos sus creadores. Creyó en sí mismo y en sus creaciones e hizo creer en ellas a sus lectores, que así se convirtieron en sus discípulos. Esta fue la verdadera magia de Castaneda.
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En cuanto al antropólogo chamán de Harner, existan o no los espíritus en las prácticas que enseñó a quienes lo siguieron, conoció de primera mano lo que se encuentra involucrado en la curación chamánica: lo que cura es el poder de la fe y de la sugestión. Para que la práctica chamánica cure se requiere que el sanador y el paciente compartan el mismo sistema de creencias y, sobre todo, que el enfermo crea que el sanador lo curará. Principio que Claude Lévi-Strauss, en su análisis de la cura chamánica, llamó «eficacia simbólica» (7).
Notas
(1) El término «enteógeno» es un neologismo que procede del griego «que tiene a Dios adentro», y se refiere a toda sustancia que tiene la capacidad de producir visiones de tipo espiritual.
(2) Burton, S. (1973). Don Juan and the Sorcerer’s Apprentice. Time Magazine, 5(3).
(3) Marshall, R. (2007). The dark legacy of Carlos Castaneda. Salon Magazine, 12 de abril.
(4) Sanz, C. (2017). Carlos Castaneda: el último nahual (https://www.psicologoenzaragozablog.com/2017/10/carlos-castaneda-el-ultimo-nahual.html). Carballal, M. (2018). El peruano que engañó al mundo (y su don Juan de las drogas alucinógenas). El Mundo, 16 de agosto.
(5) Hirsch, A. (2018). The life and work of Michael Harner. Journal of the Foundation for Shamanic Studies (31), pp. 3-5.
(6) Scuro, J., Rodd, R. (2015). «Neo-Shamanism». Encyclopedia of Latin American Religions. Springer International Publishing, pp. 1-6.
(7) Lévi-Strauss, C. (1958). Anthropologie structurale. Plon, pp. 205-226.