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Es muy grato conocer la existencia de trabajos de investigación como el que tengo el honor de reseñar en estas breves líneas. Es reconfortante y auspicioso, por tratarse en cierta medida de un acto de rebelión frente a la apatía que parece dominar nuestra cotidianeidad. Ese aletargamiento mortífero que ha sumido en el olvido a centenares de lugares de significativo valor nacional. Este abandono que tendemos a atribuir a diversos factores y para el cual solemos señalar a diferentes culpables, pero que en realidad nos congrega como sociedad en el banquillo de los acusados, puesto que no deberíamos desconocer ni un instante más nuestra responsabilidad en el deterioro del acervo histórico y cultural de nuestro país.
La obra que nos ocupa se centra en una región que suelen señalar tristemente los titulares de la prensa como una zona castigada con la «ausencia del Estado», en una suerte de confirmación, ante la opinión pública, de esa orfandad que al oriundo de la zona le ha sido desde siempre acostumbrada y que los diferentes gobiernos de turno no han sabido, o no han querido, disipar.
Señala el autor que el 21 de enero de 1777 el rey aprobaba la fundación de la nueva población en estos términos: «Y habiéndose visto en mi Consejo de las Indias con lo que dijo mi Fiscal, he resuelto entre otras cosas, manifestar haber sido de mi real agrado su celo, fidelidad y amor a mi real persona y los socorros con que en medio de la pobreza de nuestro vecindario, contribuís a la fundación del nuevo pueblo y no dudo que en iguales casos que se ofrezcan procederes y del mismo modo acreditando vuestra conocida lealtad».
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En igual sentido, Guillermo A. Cabral, en su libro Semblanzas de Concepción, de 1970, ratifica la fundación por parte del coronel español Pinedo: «Fundó al noroeste la Villa Real de la Concepción, con el objeto de dominar a los Mbayáes; contener a los portugueses y explotar los inmensos yerbales, existentes en el cuadrilátero mesopotámico, entre el Jejui y el Apa “para convertir a la Villa en plaza militar y que sirva de auxilio o socorro a las guarniciones de frontera”».
Siempre ha sido para motivo de curiosidad para los concepcioneros todo lo relacionado con la fundación de su ciudad. Quien haya visitado alguna vez el Palacete Municipal, de seguro habrá podido apreciar en un mural interior realizado por el profesor Alejandro Lavand la recreación del acto fundacional, con el coronel español Agustín Fernando de Pinedo y Valdivieso acompañado por sus compañeros de armas y nativos de la zona, ejecutando en nombre del rey Carlos III dicha solemnidad. Con esta escena impregnada en el imaginario colectivo, algunos naturales de la localidad suelen indicar a los visitantes paraguayos o extranjeros que es el antiguo puerto de Concepción el sitio exacto donde tuvo lugar el acontecimiento. Otros lugareños suelen referir que se llevó a cabo mucho más al interior de la actual ciudad. Ante tales equivocaciones, el autor nos explica: «Pinedo nunca pisó la actual ciudad, otros estudiosos afirman que el sitio original es donde hoy está la gran cruz en la Plaza de la Libertad, pero no es así».
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Sabemos hoy, gracias a este trabajo, que no son más que construcciones fantasiosas que fueron tomando forma con el correr de los años. La importancia capital del mencionado texto radica en la búsqueda de la verdad, no para arruinar la noción de lo que se daba por sentado y que hasta se podría decir que consistía en un motivo de orgullo para los ciudadanos de Concepción ante los visitantes, sino para tener mayor certeza en cuanto a un acontecimiento puntual que marca una circunstancia importante de la vida de esta comunidad y constituye el inicio del desarrollo de la historia de una de las principales ciudades de la República del Paraguay.
Podemos apreciar, en noticias internacionales o documentales extranjeros, la trascendencia que los países más desarrollados suelen dar a este tipo de descubrimientos. No es raro ver que grandes universidades destinan esfuerzos dedicados a excavaciones arqueológicas u otros métodos de recolección de vestigios, en casos similares. Es doloroso reconocer que nuestro país aun se encuentra lejos de poder desplegar exploraciones de este tipo, pero no por eso debemos restar valor a los estudios dedicados a la clarificación de los sucesos acaecidos en el territorio patrio antes o después de la consolidación del Estado Nacional.
En esta obra, el autor nos explica los motivos que pudieron conducir al equívoco que durante tanto tiempo ha nublado nuestras creencias, atribuyendo tal confusión a un error producido en el cálculo relacionado con las unidades de medida, que fueron variando con el tiempo y los diferentes sistemas adoptados.
Dice el autor: «…contando con la precaución que comporta el cotejo de unidades dispares y de diferentes siglos para llegar a un término medio, ya que en el documento que hace alusión a la fundación de Concepción dice cuatro leguas y en el otro, donde el Gobernador Melo escribe a Azara dice seis leguas, y si tomara como parámetro 5 leguas, el enclave original debería de ser como a 28 kilómetros al norte “aproximadamente” desde la boca del Ypané, un poco más arriba de la desembocadura del arroyo Saladillo. Digo aproximado, porque nunca sabremos a ciencia cierta el lugar exacto, pero si un estimativo, tal vez con el fin de crear en el futuro, un sitio histórico, una plaza o lugar de esparcimiento en homenaje al fundador y su comitiva».
Hay que señalar, igualmente, la cuantiosa cantidad de fuentes consultadas por el autor, entre las que se destacan documentos oficiales de archivos y bibliotecas tanto nacionales como de España y Brasil, además de una colección de libros de diversos autores paraguayos y extranjeros, y no sería justo pasar por alto que este encomiable esfuerzo para arrojar luz sobre un período oscuro de la historia paraguaya, sobre el que se conoce muy poco y no se ha escrito lo suficiente, le ha valido al autor su incorporación como académico correspondiente en la Ciudad de Concepción de la Academia Paraguaya de la Historia.
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Por otra parte, cabe mencionar que este trabajo de investigación fue declarado de interés cultural por la Municipalidad y la Gobernación del Departamento de Concepción. La Municipalidad, resolución mediante, dejó establecido dicho sitio original de la fundación en base a esta investigación, y la Junta Departamental declaró patrimonio cultural el sitio, refrendado por el gobernador. Asimismo, la Comisión Nacional de Puesta en Valor y Recuperación del Patrimonio Tangible de la Historia del Paraguay, dependiente de la Cámara de Senadores, ya inició los trámites para recrear el sitio histórico, por lo que es preciso felicitar la respuesta tanto de dichas instituciones descentralizadas como del Poder Legislativo.
Debemos ser conscientes de que todos los ciudadanos paraguayos somos solidariamente partícipes en la causa de la conservación de nuestra memoria, de los sitios, hitos, monumentos y hasta ruinas que enriquecen el patrimonio colectivo, y que tenemos la responsabilidad de legarlos en el mejor estado de conservación posible a las nuevas generaciones para que puedan apreciar y estudiar la historia de nuestro país. Finalmente, es necesario recordar trabajos de este tipo son los que renuevan el interés por conocer los hechos de nuestro pasado, aportan mayor contenido a la búsqueda de exactitud y autenticidad, y nos demuestran que no debemos conformarnos con las versiones antiguas ni dejar de interrogarnos sobre todo aquello que teníamos por cierto e indiscutible.