La ruleta rusa del amor

El próximo martes es 14 de febrero, Día de San Valentín, fecha asociada, según se cree desde el siglo XIV, con el amor romántico, y sobre el amor romántico como bien de consumo en los tiempos de las redes sociales y las nuevas tecnologías, escribe hoy el antropólogo Marcelo Bogado.

Las aplicaciones para conseguir citas son una expresión de búsqueda del amor; qué no es para nada una búsqueda a ciegas sino de posibles parejas con ciertas características bien específicas.
Las aplicaciones para conseguir citas son una expresión de búsqueda del amor; qué no es para nada una búsqueda a ciegas sino de posibles parejas con ciertas características bien específicas.gentileza

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«Te vi llegar del brazo de un amigo / cuando entraste

al bar y te caíste al piso / Me tiraste el pingüino, me tiraste el sifón / Estallaron los vidrios de mi corazón».

Jorge Serrano

El frío razonamiento de algunas mentes –de historiadores y de otros cientistas sociales– ha afirmado que el amor romántico es una invención reciente de Occidente, consecuencia del surgimiento del individualismo en la modernidad. Hay quienes, en cambio, a partir de datos provenientes de sociedades de todo el mundo, afirman que el amor romántico es un universal de la cultura que está presente en todas las sociedades humanas (1).

Cierta visión particular del amor romántico se ha extendido en todo el planeta por medio de la cultura de masas, con comedias románticas, canciones de amor, telenovelas con trama amorosa y otros productos. A partir del consumo de los mismos, millones han aprendido a esperar que llegue el amor verdadero a sus vidas, la «media naranja» o «alma gemela», y a suspirar fantaseando que llegará aquella persona con las características soñadas para ocupar el puesto del «príncipe azul» o la «princesa encantada».

A pesar de que detrás de la ideología del amor romántico se encuentra la retórica de que las personas pueden enamorarse de quien sea, la tendencia a formar pareja, en la mayoría de los casos, se da con personas del mismo estatus socioeconómico; lo cual muestra que el amor, por «romántico» que sea, está fuertemente anclado en relaciones sociales que se dan dentro de un contexto particular y que la gente, al enamorarse, no se enamora de cualquiera (2).

Las aplicaciones para conseguir citas, que han entrado en escena desde hace unos años como medios para conocer personas, son justamente una expresión de esta búsqueda del amor; qué no es para nada una búsqueda a ciegas sino de posibles parejas con ciertas características bien específicas. En esta sociedad del consumo y de la inmediatez en la satisfacción de necesidades y deseos, donde todo se encuentra a un clic de distancia, la búsqueda del amor no ha podido escapar a esta lógica. El flechazo de Cupido se da hoy por medio de aplicaciones para citas (3).

Hay quienes consideran que el tipo de relaciones que se establecen por este medio corresponden a una visión del amor caracterizada por la premisa «hasta que el amor se acabe», que reemplazó a la visión romántica de las uniones basadas en el «hasta que la muerte nos separe». Con el uso de aplicaciones para citas, si se tiene una mala experiencia en el amor, simplemente se puede reemplazar a una pareja con una nueva coincidencia, con la cual se podrá entablar una nueva relación que durará hasta que deje de ser satisfactoria, dando la posibilidad de repetir el ciclo cuantas veces se desee.

Según algunos, el mismo individualismo que dio origen al amor romántico, llevado al extremo, sería el responsable del surgimiento del amor descartable, que habría reemplazado a ese otro tipo de amor que ya no tendría cabida en los individualistas tiempos que corren. El amor romántico, sin embargo, no ha desaparecido del todo como consecuencia de la irrupción del amor fugaz (que, por lo demás, existe desde que el mundo es mundo). Prueba de ello es el éxito que continúan teniendo las canciones románticas, sean del género musical que sean.

Independientemente de que el amor sea romántico o fugaz, se ha convertido en un bien de consumo más, como cualquier otro. Y si una persona puede ordenar un delivery de pizza o helado por medio de una aplicación para celulares, también puede buscar la pareja ideal con otra aplicación diseñada para el efecto.

Quién busca el amor en estas aplicaciones lo busca sabiendo lo que quiere: personas que responden a cierto ideal de belleza, con cierto rango de edad, que viven en un área determinada, que muestran ciertos símbolos de su posición social o estatus y que tienen ciertos gustos específicos. Y cuando entre el desfile de fotos que pasan frente a sus ojos encuentra una de alguien que responda al perfil deseado, simplemente le da un clic al «me interesa» debajo de la imagen, esperando que la persona que se encuentra detrás de la misma, a su vez, le dé un clic semejante a su propia foto.

Pero como no siempre se encuentra lo que se busca, sino que en ocasiones se encuentra lo que no se espera, en la búsqueda del amor por medio de aplicaciones se tiene una ruleta rusa en donde los usuarios no saben con certeza lo que encontrarán. Detrás de la otra pantalla no siempre todo es lo que parece. Detrás de bellas fotos puede encontrarse el amor. Pero también estafadores, alguien que ofrece servicios sexuales a cambio de dinero, un perfil falso con fotos de otra persona, alguien que miente sobre sí mismo, pretendiendo ser quien no es, una persona infiel en busca de una aventura de una noche, un pervertido exhibicionista, un asesino que busca una víctima o vaya a saber quién.

Quienes buscan el amor usando una aplicación de citas pueden encontrar no solo el amor sino también una gran sorpresa, un tremendo susto o su trágico final. Lo que se imaginó como un inocente juego de conquista puede convertirse, en el peor de los casos, en una macabra (y última) experiencia.

Eventualmente, luego de que dos personas coincidan en el clic al «me interesa» en una aplicación de citas, quienes se dieron mutuamente esta calificación podrán comunicarse por medio de un chat privado de la propia aplicación, intercambiar números de teléfono u otras coordenadas y fijar una cita, ya sea para tomar o comer algo, ver una película o para realizar la actividad que sea.

El encuentro marcado desde el mundo virtual en el mundo de carne y hueso puede ser una completa decepción –que se convertirá tal vez en anécdota jocosa–, dar pie a una aventura fugaz y pasajera, convertirse en una pesadilla o ser el inicio de un romance que se convertirá en matrimonio.

Como ya lo hizo en el pasado y lo hace en el presente, la tecnología del futuro modificará la manera en la cual las personas se relacionarán entre sí. Ignoramos cómo evolucionará la relación entre tecnología y relaciones amorosas. Tal vez lo hará hacia algo hoy inimaginable por nosotros. Por el momento, la confluencia de ambas se da con el uso de aplicaciones para citas.

Mientras se escriben estas líneas, muchas relaciones amorosas surgidas con el uso de una aplicación para citas se estarán formando en todo el mundo. Su destino ya no dependerá de las aplicaciones sino de sus usuarios. En esto, ya nada tiene que ver la tecnología.

Mientras haya humanos, el amor continuará siendo el amor, se lo llame como se lo llame y se lo encuentre por el medio que sea. Algunos lo encontrarán y serán felices con la persona amada. Otros sufrirán por su pérdida y su ausencia. Es el riesgo que corre quien está vivo. Es el riesgo que corre quien juega el juego del amor.

Notas

(1) Jankowiak, W., Fischer, E. (1992). A Cross-Cultural Perspective on Romantic Love. Ethnology, 31(2), pp. 149-155.

2) King, R. (2016). The New Anthropology of Love [https://artsci.wustl.edu/ampersand/new-anthropology-love].

3) Bonavitta, P. (2015). El amor en los tiempos de Tinder. Cultura y representaciones sociales, 10(19), pp. 197-210.

marelogrande@gmail.com

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