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A 30 años de la aparición de Mar paraguayo (1992-2022), de Wilson Bueno, la mítica editorial Iluminuras acaba de lanzar una edición conmemorativa a cargo de Adalberto Müller y Douglas Diegues –autor, además, del grabado que ilustra la portada–. Con ellos conversó El Suplemento Cultural.
Adalberto Müller: «Publicar hoy a Wilson Bueno es mucho más radical que hace 30 años»
Escritor, traductor, profesor de la Universidad Federal Fluminense, autor de O traço do calígrafo (Medusa, 2020), Adalberto Müller (Ponta Porã, 1966) conversó por teléfono desde Brasil con El Suplemento Cultural.
¿Qué representó la aparición de Mar paraguayo?
Para la literatura brasileña es uno de los hitos de una perspectiva no nacionalista, distinta de la predominante. Si Roa Bastos dijo que Paraguay es una isla rodeada de tierra, Brasil es una isla rodeada de hispanohablantes, una isla que no se comunica. El episodio de Correia da Cámara en Yo, el Supremo es eso, la incapacidad del brasileño de ver lo que pasa más allá de sus fronteras. La cultura brasileña es muy cerrada en sí misma, mucho más nacionalista que la paraguaya. Cuando uno ve la producción de los grandes intelectuales brasileños, ve un pensamiento centrado en Brasil, y me parece que esto empieza a romperse desde los bordes de Brasil con autores que fuerzan al brasileño a cierto cosmopolitismo. Ya lo hizo Guimarães Rosa con O Grande Sertão: Veredas, novela esencialmente brasileña pero con proyección hacia mitos fáusticos, muy regional y al mismo tiempo muy universal. En otra novela de Guimarães, Meu tio o iauaretê, el personaje central, un indio que se transforma en jaguar, habla una mezcla de portugués y tupí guaraní. Es un momento en que Brasil comienza a explorar las fronteras de su propia experiencia cerrada. Podría enumerar muchos ejemplos, como el de la poesía concreta brasileña, que es muy cosmopolita.
Mar paraguayo aparece en un momento clave para una literatura que intenta salir de esa clausura que convierte a un país de dimensiones continentales en una isla. Un país bifronte, culturalmente encerrado en sí mismo, pero política y económicamente dominador y expansionista. Lo que hace Wilson Bueno es fundamental porque aparece en un país que empieza a comprenderse como múltiple, escindido en su interior, con 257 lenguas vivas, ninguna de las cuales es conocida por los intelectuales.
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¿Qué representa Mar paraguayo después de 30 años?
Desde la publicación de Mar paraguayo ha habido cambios importantes. La literatura brasileña era mucho más experimental hace 30 años. En los 90 el mercado editorial brasileño se expande y se profesionaliza, y su crecimiento provoca cambios en el sistema literario. Uno de esos cambios es el abandono de la experimentación de los años 70 y 80, cuando había autores como Paulo Leminski, Caio Fernando Abreu, Wilson Bueno, con la misma Clarice Lispector escribiendo aún en los 70. Toda esa literatura desaparece. La novela brasileña se convierte cada vez más en una novela normada por grandes editoriales. Que ahora son internacionales: Companhia das Letras es parte de Penguin Books, y los autores brasileños que publican en algunos sellos tienen contratos de traducción inmediatos en el exterior. Las grandes editoriales no quieren nada experimental. Son compañías trasnacionales que trabajan con modelos y parámetros como la corrección; por ejemplo, en el reciente bestseller brasileño Torto Arado, el portugués es absolutamente correcto aunque los personajes sean pobres, negros y analfabetos. En esto, me parece, Wilson Bueno representa una contracorriente. Afortunadamente, tenemos editores como Samuel León, de Iluminuras, que siguen publicando otra literatura. Publicar hoy a Wilson Bueno es un gesto de vanguardia mucho más radical que publicar a Wilson Bueno en los 90.
¿Qué son los idiomas en literatura? ¿Y en Mar paraguayo? ¿Y en el portunhol selvagem?
Hace un año visité Asunción, donde me reuní con los escritores Cristino Bogado y Jorge Kanese y charlamos de que Kanese vino a Brasil en 1986, cuando ya empezaba a hacer la joparización del castellano; creo que eso se ve hoy en jóvenes escritores de Paraguay, y quizá de Argentina. Esos creoles y pidgins en Paraguay y Nueva York –el spanglish– y toda Europa, esta literatura de mezclas a contracorriente del monolingüismo que imponen las grandes editoriales; esto, evidentemente, tiene que ver con la traducción, con las transfusiones –lo que hace, por ejemplo, Douglas Diegues–, con la idea de un portuñol selvagem, y sí, quizá Wilson Bueno lo anticipa al pensar una literatura que trascienda los límites de lo nacional, porque creo que la idea de peso es lo nacional, y, por ende, el nacionalismo, hoy muy fuerte en todo el mundo como la gran bandera de las derechas. Creo que esta literatura fronteriza es políticamente relevante porque busca romper con una idea que es fascista, la de la pureza de las lenguas, idea absurda porque no existen lenguas puras y porque lo que hace fuerte y rica a una lengua es la mezcla, no la búsqueda de una imposible pureza, como en el guaraní impuesto por la academia. En este sentido, la literatura de la mezcla es una literatura de resistencia, y en ella creo que Wilson Bueno tiene un lugar muy importante a nivel latinoamericano.
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Douglas Diegues: «un objeto literario transnacional no identificado»
Autor de títulos como Triple Frontera Dreams (InterZona, 2017) y Dá gusto andar desnudo por estas selvas (Travessa dos Editores, 2002) –considerado el primer libro en portuñol selvagem–, Douglas Diegues (Río de Janeiro, 1965), el «poeta de ninguna parte», conversó a medianoche con el Suplemento Cultural.
¿Qué representó la aparición de Mar paraguayo?
Mar paraguayo ocupa un lugar entre textos renovadores de la literatura hispanoamericana como Meu tio o iauaretê, de Guimarães Rosa, o Galáxias, de Haroldo de Campos, escritos en más de una lengua –en Guimarães Rosa, portugués y tupí; en Haroldo, varias lenguas; en Wilson Bueno, portugués brasileño, castellano con sabor paraguayo y guaraní paraguayensis–, que expanden las geografías lingüísticas de las literaturas nacionales. Sobre el lenguaje creado por Bueno para componer Mar paraguayo, Néstor Perlongher –primer gran lector de la obra y contrabandista de las primeras olas del Mar paraguayo en Argentina– ha escrito que su mérito está «en ese trabajo microscópico, ese entre lenguas (o entre-ríos) a caballo, en esa indecisión que acaba funcionando como una especie de lengua menor (como dirían Deleuze y Guattari), que mina la majestuosidad de las lenguas mayores, en relación a las cuales yerra, como sin querer, sin sistema, completamente intempestiva y sorprendente, como la buena poesía, la que no se desea previsible».
¿Qué representa Mar paraguayo después de 30 años?
Una obra que no ha envejecido, que sigue siendo leída y discutida y estudiada en universidades dentro y fuera de Brasil, única en el ámbito hispanoamericano, escrita en una lengua fronteriza –que se vale simultáneamente del portugués, del español y del guaraní–, y que quizás por eso fue republicada (sin ser traducida) en Chile, Argentina y México, transformándose en un objeto literario transnacional no identificado. En esta edición que celebra los 30 años de su aparición bajo el mítico sello Iluminuras, los lectores van a encontrar la misma presentación de 1992, pero, entretanto, el texto fue revisado en comparación con el dactiloscrito original, y la ortografía de los vocablos en guaraní, uniformada de acuerdo a criterios de transcripción usados en material bibliográfico con el que Wilson Bueno trabajó durante el proceso de escritura. Los parámetros de transcripción y revisión son expuestos por Adalberto Müller en las «Notas lanzadas al Mar paraguayo» que abren la segunda parte de esta edición, donde los lectores hallarán explicaciones del uso que hace Bueno del guaraní, y de algunas palabras específicas, que abren verdaderos abismos interpretativos. En la «Pequeña historia bibliográfica de Mar paraguayo», me toca guiar a los lectores por las playas y olas del Mar Paraguayo, revelando algunas de las fuentes de creación de la obra, comentando ediciones extranjeras e iluminando ciertos aspectos del proceso de escritura de Bueno. En la tercera parte se presentan tres lecturas de Mar paraguayo (por Adrian Cangi, Reynaldo Jiménez y Andrés Ajens) publicadas originalmente en las ediciones argentina y chilena. Con ese aparato crítico creemos hacer justicia al autor paranaense, que ha dejado su impronta en el ámbito literario y que también nos ha dejado huérfanos de una literatura transgresora, potente e iluminadora.
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¿Qué son los idiomas en literatura? ¿Y en Mar paraguayo? ¿Y en el portunhol selvagem?
El poeta e investigador paraguayo Gregorio Gómez Centurión me hizo llegar un texto suyo sobre lenguas, y una de las notas dice que «no existe una lengua pura, todas provienen de una anterior y en el transcurso de su andar reciben y donan préstamos, crean vocablos, producen transfonetizaciones (aplican la fonética de la lengua local a la extranjera con la que coexisten). En esencia, todas las lenguas actuales son dialectos. Todos provienen de una o más lenguas madres». Mar paraguayo se nutre de impurezas, mezclas, transfonetizaciones. Todo escritor inventa una lengua propia. Eso ya lo había notado Deleuze en Proust. Nicolás Rosa, en Una lengua díscola, afirma que «la lengua es un animal salvaje, y si la norma tiende a domesticarla, la poesía intenta liberarla de su cárcel, volver a los poderes creativos de la lengua, y por momentos desorganizarla». El portunhol selvagem es un concepto que inventé, a partir de Mar paraguayo, para entender el fenómeno del portunhol que desacomoda la lengua y rompe jerarquías en la literatura. No existe un portuñol oficial ni un portunhol único. El portuñol de Wilson Bueno en su primer momento usa como base portugués, español y guaraní. El portunhol selvagem puede incorporar además todas las lenguas amerindias que sobreviven en Paraguay, y cualquier dialecto existente, e incluso lenguas extraterrestres. Mar paraguayo y Wilson Bueno son las fuentes de inspiración principales de un concepto de portuñol más allá del pensamiento único. El portunhol de Wilson Bueno es un canto transmarafónico. El portunhol selvagem es creación al margen de las reglas que brota como flor de la bosta de las vacas. «No hay creación dentro de la regla», dice Nicolás Rosa, «la creación destruye la regla».