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La primera vez que supe de la existencia de la novela Zama, del escritor argentino Antonio Di Benedetto, de cuyo nacimiento en Mendoza en 1922 se cumplieron cien años el pasado 2 de noviembre, creí que trataba de la famosa batalla del 19 de octubre del año 202 antes de Cristo, que decidió a favor de Roma la segunda guerra púnica. El error de muchos al clasificarla como novela histórica provocó el equívoco. Mayúscula sorpresa recibí al descubrir, con su lectura, que Zama relataba la tenaz postergación en la carrera burocrática del excorregidor, asesor letrado del gobierno, licenciado don Diego de Zama, sus lánguidos e ineficaces flirteos amorosos y los anhelos oníricos del funcionario de una lejana y menesterosa posesión del imperio ultramarino español de finales del siglo XVIII, la gobernación intendencia del Paraguay.
La novela de Antonio Di Benedetto
Zama –cuya acción transcurre mayormente en la capital, una aldea pomposamente llamada ciudad, Asunción–, no es una novela histórica; el autor conscientemente renuncia a toda exactitud cronológica o referencia a personajes históricos. Introduce al lector, en cambio, en un cosmos ficcional articulado sobre la narración en primera persona de nuestro patético «héroe», Zama. Di Benedetto se vale de un castellano preciso, depurado, conciso y un lenguaje llano que no se priva de giros poéticos, arcaísmos, cultismos, sentencias humorísticas ácidas y uso inteligente de lo implícito. El relato se vertebra a partir de anécdotas de lo sucedido en tres años: 1790, 1794 y 1799. Diego de Zama es funcionario de la corona española, blanco, criollo, pero americano. Destinado a la agreste metrópolis paraguaya, suspira por un traslado a un destino menos mediocre, que le reporte mejores sueldos y posición y lo libere de sus angustias materiales para reunirse con su mujer e hijas, que aguardan ese mejor destino en Buenos Aires.
En el deslucido mundillo oficial de los privilegiados con recursos y mando en la ciudad, Zama lucha por su ascenso y traslado; interpone rogatorias y solicita favorables intermediaciones mientras mata el tiempo cortejando a las damas principales, aprovechando la ocasional ausencia de algún esposo. Pero su timidez e indecisión hunden sus afanes galantes. Más tarde, optará por mujeres de menos alcurnia, lo que le permitirá ejercer una descuidada paternidad sin deberes ni obligaciones. Finalmente, intentará ganar méritos para su anhelada salida del Paraguay participando en la batida militar en búsqueda del bandido cuyos asaltos, robos, abigeato y tropelías asolan la comarca.
El dispositivo narrativo de Di Benedetto se sostiene en el uso preciso y justo de las palabras; pese a esta austeridad, o precisamente por ella, la prosa del mendocino recuerda al español del Siglo de Oro, especialmente al conceptismo y su ideal de concentrar el máximo significado en el menor número posible de palabras. Esto se enlaza con una narración que llega al lector por medio de los sentidos del narrador, especialmente por medio de la mirada de Diego de Zama. Este estilo «cinematográfico» emparenta la narración de Di Benedetto con la novela objetivista y el nouveau roman francés de Alain Robbe-Grillet y Margarite Duras, entre otros.
La película de Lucrecia Martel
Tras un largo periodo de producción, en 2017 se estrenó Zama, adaptación cinematográfica coproducida por España, México y Argentina, escrita y dirigida por la notable cineasta argentina Lucrecia Martel, protagonizada por Daniel Giménez Cacho en el rol de Diego de Zama y con un elenco internacional compuesto, entre otros, por Lola Dueñas, Juan Minujin, Nahuel Cano, Daniel Veronesse y Rafael Sprelgerburd.
La fotografía, a cargo de Rui Pocas, es uno de los aciertos del filme, pletórico de encuadres con imágenes que aprovechan la dominante presencia del río. Otro punto alto es el sonido. Las diversas sonoridades de la lujuriosa naturaleza rodean a los personajes y expresan auténticos elementos narrativos audiovisuales del filme.
Despojada y sencilla, con un diseño de arte que huye de los convencionalismos, la recreación de época es impecable. Las locaciones de la presunta Asunción de 1790 que nos presenta la cineasta nos parecen plausibles, posibles y auténticas. Según declaraciones de Martel, la principal fuente para lograrlo fueron las obras de Félix de Azara. La actuación de Giménez Cacho destaca nítidamente; la infinita pesadumbre de Zama, en perpetua espera de noticias de su acenso y traslado que nunca llegarán está estupendamente caracterizada por el actor mejicano. La adaptación escrita por Martel, si bien se aparta en algunos aspectos de la novela por las exigencias de la narrativa cinematográfica, es fiel a lo fundamental de la ficción de Di Benedetto; nos hace llegar la futilidad de la existencia sudamericana de sus personajes. Mención especial en cuanto a oficio y capacidad de filmar merecen las secuencias de la batalla con los indios, rodadas con gran imaginación y plasticidad, donde destacan el uso del travelling, los colores, las características del campo y el paisaje de la locación donde se filmó.
El Paraguay imaginado
La película fue filmada en locaciones de las provincias de Formosa y Corrientes. La ilusión de que estamos en la Asunción de la última década del siglo XVIII está muy lograda: los senderos tortuosos de la villa, sus chozas a orillas del río, en las que habitan los indígenas, segregados de los blancos, la omnipresencia del inmenso Paraguay, a cuyas orillas, expectante, aguarda Zama un porvenir que lo saque de aquel sitio de exuberante naturaleza que le parece extraño y ajeno. Todo recreado con talento en el filme. El trabajo de Lucrecia Martel en este aspecto marca un hito y coloca ante nuestra mirada una versión del pasado alejada de los convencionalismos de época, cargada de autenticidad.
La novela de Di Benedetto fue publicada por primera vez en 1956. En una entrevista concedida a Joaquín Soler Serrano para la televisión española, el escritor admitió que, si bien en un principio pensó en una puntillosa investigación histórica del Paraguay del siglo XVIII, pronto dejó a un lado la exactitud histórica y dejó fluir libremente su imaginación. Y cuando en 1970 visitó Paraguay, lo encontró muy similar a como lo había imaginado. Zama está dedicada por su autor a todas las víctimas de la espera, la interminable espera de algo que nunca llegará. Pocos escenarios más apropiados que el Paraguay existen para un relato semejante.