Quirino Cristiani, pionero de la animación en Argentina

La olvidada historia de Quirino Cristiani, creador del primer largometraje sonoro de animación del mundo.

Afiche de “Peludópolis“, de Quirino Cristiani, el primer largometraje sonoro de animación, Buenos Aires, 1931.
Afiche de “Peludópolis“, de Quirino Cristiani, el primer largometraje sonoro de animación, Buenos Aires, 1931.gentileza

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La historia del cine y la animación, como la de muchas artes –si no todas–, está llena del brillo merecido de los grandes nombres, pero también de la oscuridad que una fortuna adversa o un desigual reparto de oportunidades reserva a otros tantos.

Ante todo, unas palabras sobre el arte de la animación.

La animación es un arte que, además de los dibujos animados con los que a veces se la identifica, abarca las siluetas de Lotte Reiniger, la pintura en vidrio de Aleksandr Petrov, la técnica digital de los estudios Pixar, el stop motion, que a su vez incluye la animación fotograma a fotograma, la clay animation, la pixilación, etcétera. Si pensamos en los antepasados del cine –la linterna mágica, el fantascope, el praxinoscopio, el fenaquistiscopio, el zoótropo…–, parecería que es la madre del cine. La historia de la animación precede a la del cine y la animación ha estado en el cine desde el inicio. Baste recordar Nouvelles luttes extravagantes (1900), de Georges Méliès, The Haunted Hotel (1907), del inglés Stuart Blackton que arrasó en su momento las taquillas, El hotel eléctrico (1908), del español Segundo de Chomón, La hermosa Leucánida (Prekrasnaya Lyukanida, 1912), del ruso Vladislav Starevicz, el primer filme de animación con marionetas, Las aventuras del príncipe Achmed (Die Abenteuer des Prinzen Achmed, 1926), de la citada Lotte Reiniger, el largometraje animado más antiguo que se conserva, o ese curioso experimento llamado Fantasmas antes del desayuno (Vormittagsspuk, 1928), del dadaísta Hans Richter. Y en las décadas siguientes, la animación dio títulos notables por diversos motivos, desde Jason and the Argonauts (1963), de Don Chaffey, con stop-motion de Ray Harryhausen, hasta Coraline (2009), de Henry Selick, basada en el relato homónimo de Neil Gailman, pasando por La mano (Ruka, 1965), del checo Jiri Trnka, conocido en su tiempo como «el Walt Disney de Europa del Este» –aunque era más que eso–, Furia de titanes (Clash of the Titans, 1981), de Desmond Davis (una vez más, con Ray Harryhausen), The Nightmare Before Christmas (1993), de Tim Burton, o Fausto (Lekce Faust, 1994), de Jan Svankmajer.

Dicho esto sobre la animación, vayamos a la historia que les quiero contar, la del olvidado autor del primer largometraje sonoro de animación del mundo: Quirino Cristiani (Santa Giuletta, Italia, 1896 - Bernal, Argentina, 1984), un nombre muy ajeno al auge comercial de la animación en los últimos años, y al margen de los hitos más celebrados de su historia.

Quirino fue un italiano, nacionalizado argentino, cuyo padre, Luigi Cristiani, perdió su empleo, decidió, como muchos otros en similar situación, «hacer la América», y llegó a Buenos Aires en 1900 con su familia. Quirino trabajó desde joven, dibujando para los diarios argentinos. En 1916, Federico Valle, otro italiano, dueño de un estudio de cine en Buenos Aires, le ofreció trabajo haciendo animaciones para sus noticieros. Quirino, de 19 años, se las ingenió y ese mismo año el noticiero de Valle contó con dos minutos y medio de animación sobre un tema de actualidad. Quirino había animado la secuencia con técnicas que aprendió estudiando películas.

Y las perfeccionó rápido. Su primer largometraje de animación, El apóstol, producido por Valle, se estrenó al año siguiente, el 9 de noviembre de 1917, en el Teatro Selecto. Quirino utilizó para El apóstol 58 mil dibujos (14 cuadros por segundo) y maquetas de edificios de Buenos Aires. Pero todas las copias quedaron destruidas en un incendio en los depósitos de películas mudas y noticieros del productor Federico Valle, en Suipacha 750, el 14 de abril de 1926. Dos años más tarde, en 1928, los restos de celuloide fueron vendidos para la confección de peines y punteras de cordones de zapatos.

En 1918, Quirino realizó su segundo largometraje de animación, sobre el hundimiento, ocurrido el 4 de abril de 1917, en plena guerra mundial, del buque mercante argentino Monte Protegido por el ataque de un submarino alemán, que provocó manifestaciones en reclamo de la ruptura de relaciones con Alemania, el abandono de la neutralidad y el apoyo a los aliados. El filme, Sin dejar rastros, duró en cartelera solo un día, la prensa no mencionó su existencia y el original y todas las copias, confiscados por la Policía, desaparecieron en el agujero negro del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Con los años, fue quedando claro para Quirino que el mercado argentino era demasiado limitado para ganarse la vida como cineasta, y que el público mostraba poco interés por los largometrajes animados. Siguió haciendo viñetas y caricaturas para los periódicos, pero ya tenía dos hijos y sus ingresos como dibujante no bastaban para mantener a una familia de cuatro. Así que alquiló una camioneta y viajó a los lugares más pobres, donde no había cines, para proyectar películas en una pantalla plegable. Fue un éxito: reunía multitudes en las calles. Pero las autoridades municipales lo detuvieron por «alteración del orden público e interrupción del tránsito».

En 1929, partiendo de un guión de Eduardo González Lanuza, comenzó a realizar Peludópolis, su tercer largometraje de animación, que contaba cómo los piratas al mando de El Peludo (apodo del entonces presidente Yrigoyen) saltaron al abordaje de la nave del Estado, desalojaron a las fuerzas de El Pelado (el expresidente Marcelo Torcuato de Alvear) y pusieron rumbo a la isla de Quesolandia, hasta que apareció el Gobierno Provisional (el dictador José Félix Uriburu) en un barco de papel. Quirino utilizó personajes articulados recortados en cartón. Todo el sonido fue grabado en un disco aparte, que durante la proyección se cuidaba de que sonara en sincronía con el relato. Peludópolis duraba 80 minutos, con sonido (en disco), lo que lo convierte en el primer largometraje sonoro de animación.

El problema es que el blanco era Irigoyen, elegido presidente por segunda vez en 1928, y cuando la película quedó terminada, en 1931, todo había cambiado: meses antes, en septiembre de 1930, un golpe militar lo había derrocado. La película atacaba la corrupción de su entorno, pero ya no estaba al mando y los piratas de su partido estaban ocultos en sus guaridas. ¿Qué hacer? Quirino optó por mostrar lo inicialmente pensado, la corrupción de Irigoyen y sus seguidores, así como a los generales que habían tomado el poder, y a un personaje, llamado Juan Pueblo, que pedía buen gobierno y respeto a los derechos de todos, y por anunciar, en un breve preámbulo en verso, que la película no tenía un espíritu sectario.

La tarde del 16 de septiembre de 1931, día del estreno, se sentó en el cine y cruzó los dedos. No fue una recepción cálida. El público rió poco. Quizá sentía que la situación era demasiado seria para reírse de ella. Un año y medio después, Irigoyen murió en su lecho, con lo que la sátira ya no tenía la menor posibilidad de éxito, y Quirino la retiró de circulación.

Peludópolis supuso grandes pérdidas económicas para Quirino Cristiani. Fue un duro golpe para un hombre de 35 años que empezaba a enfrentar el hecho de que nunca triunfaría como creador de animaciones. Los filmes de Walt Disney arrasaban en el país con la magia de su perfección técnica, de su deslumbrante poderío económico. El inmigrante autodidacta, el artesano ingenioso no podía luchar contra semejante poder. Además, nunca se presentó como un artista. Solo era un dibujante bueno para los inventos. Su pequeña empresa, que había empezado con efímera ilusión años antes, terminó dedicándose al doblaje y subtitulado de películas extranjeras.

No se conservan copias de Peludópolis: solo queda un fragmento de 4 minutos. De la música que la acompañaba, se ha encontrado la partitura de una canción, «La Ranchera». Esta fue la historia de Quirino Cristiani, y también sigue siendo la de muchos.

juliansorel20@gmail.com

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