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El pasado viernes 12 de agosto, el novelista Salman Rushdie fue apuñalado cuando se disponía a dar una conferencia en Nueva York e internado de emergencia con heridas graves. Rushdie fue condenado a muerte en 1989 por una fatua del ayatolá Jomeini, entonces líder supremo de Irán, que declaró blasfema su novela Los versos satánicos. Durante una década, Rushdie vivió bajo permanente protección policial, cambiando constantemente de domicilio y con el nombre falso de Joseph Anton (por Conrad y Chéjov). En ese momento, la gran mayoría de los intelectuales y escritores occidentales apoyaron incondicionalmente a Rushdie contra ese atentado a la libertad de expresión. Hoy esa postura parece unánime. Tal unanimidad, sin embargo, no ha enriquecido un debate que fue, y quizá debería seguir siendo, mucho más complejo –de hecho, casi lo ha vuelto impensable–. Opiniones minoritarias e impopulares en su momento, como las del crítico de arte John Berger o el novelista John Le Carré, cuyo apoyo no fue incondicional, aportaron matices que se han perdido, y la defensa de los «valores de la Ilustración» ha reforzado antiguos estereotipos sobre Oriente y Occidente que son, como mínimo, simplistas. La intención de este número especial es volver sobre nosotros mismos esa mirada crítica que en el momento presente parece dirigida casi exclusivamente hacia el «otro», aunque solo sea para, como dijo Le Carré en una ocasión, «sonar menos arrogantes, menos colonialistas y menos santurrones».
En el artículo «Ellos y nosotros y Rushdie» (página 2), Julián Sorel se remonta al estallido de la revolución iraní en 1978 y a la forja de cierta imagen del mundo musulmán mediante los medios de comunicación a lo largo de la década siguiente, al cabo de la cual se publica la cuarta novela de Rushdie, Los versos satánicos, que el ayatolá condenará con la fatua.
En el artículo «Sir Salman, los inmigrantes y la condena invisible» (página 3), Montserrat Álvarez cuestiona la representación idealizada del mundo liberal y democrático y la condena del «oscurantismo» en el tratamiento del caso Rushdie por parte de la prensa y de la mayoría de los intelectuales occidentales.
Y finalmente, en el artículo «Rushdie, Hitchens y Le Carré: titanes en el ring» (página 4), el Crononauta rescata de sus archivos una violenta, aunque divertida, polémica epistolar sobre el «caso Rushdie» que enfrentó a los célebres escritores Salman Rushdie, Christopher Hitchens y John Le Carré en las páginas de la prensa británica en 1997.
El espíritu de todos los materiales publicados en la presente edición de El Suplemento Cultural es autocrítico; se enfocan en las formas de interpretación y abordaje del caso de Salman Rushdie predominantes en nuestras sociedades, y en lo que tales abordajes e interpretaciones dicen sobre nosotros mismos. Dedicamos este número especial al novelista angloindio Salman Rushdie, que ha persistido dignamente en su oficio pese a los peligros que para él representa, por lo cual todos le estamos agradecidos. No hemos moderado ningún cuestionamiento, ni siquiera los que puedan concernirle a él, precisamente en nombre de la libertad de expresión que defiende. Desde estas páginas, deseamos fervientemente su pronta recuperación.