El Guairá: etimología y toponimia

La voz «guairá» es una de las más expandidas en el continente americano, afirma el escritor –guaireño– Catalo Bogado en el siguiente artículo.

Mapa de la antigua provincia del Guairá (Ramón I. Cardozo, La antigua provincia del Guairá y la Villa Rica del Espíritu Santo, Buenos Aires, Librería y Casa Editora Jesús Menéndez, 1938).
Mapa de la antigua provincia del Guairá (Ramón I. Cardozo, La antigua provincia del Guairá y la Villa Rica del Espíritu Santo, Buenos Aires, Librería y Casa Editora Jesús Menéndez, 1938).gentileza

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«Repasé mentalmente la lengua que había perdido en el extranjero. Me escuché hablando corrientemente en guaraní... Con la típica entonación del guaraní del Guairá». Augusto Roa Bastos, Contravida (1994).

Según los teóricos, la toponimia, que evoca un paisaje más o menos remoto, refuerza la identidad de dos maneras: funciona como símbolo que identifica a una familia, una ciudad o una nación, y fortalece los lazos emocionales con el espacio. Los topónimos han de ser entendidos como parte de un proceso socio-espacial dinámico que está detrás de la identificación de las personas con un pasado que, en forma de historia y memoria, les proporciona un vínculo afectivo para la vida.

En tal sentido, por ejemplo, vemos la relación de nuestro escritor Augusto Roa Bastos con el Guairá, pues muchas de sus obras transcurren en los pueblos guaireños, nombrando sus montes, cerros, ríos y describiendo a sus habitantes.

A Roa Bastos le gustaba que se lo tuviera por guaireño, y no fue la única persona no nacida en el Guairá que adoptó con orgullo ese gentilicio; también podemos mencionar a los músicos Eladio Martínez, Federico Riera y Sila Godoy, al empresario Eugenio Friedmann y al etnógrafo León Cadogan, entre otros. Por alguna razón, el gentilicio guaireño es muy apreciado.

La voz «guairá» es una de las más expandidas en el continente americano. Solo en Venezuela y Colombia existen más de ocho puertos, ciudades o pueblos con esa denominación. En Perú, Bolivia, Brasil y Paraguay la encontramos con diferencias en género y escritura –«la» para designar región o ciudad («la» Guaira) y «el» para departamento o salto– y en la fonética –«guaýra», «huaira» y «guairá»–.

¿Pero qué significa la voz «guairá»? Cuando el estado costero de Vargas, Venezuela, cambió de nombre a La Guaira –luego de un gran plebiscito–, esta voz fue investigada por historiadores que intentaron desentrañar su significado. El capitán español Diego Osorio en 1584 «oficializó» la voz Guairá para designar el puerto de la costa marítima. ¿Por qué lo denominó con una palabra quechua, y no con una caribe, que era la etnia dominante en el lugar?

Quienes se dedicaron a la búsqueda del sentido de esta voz indígena acudieron a diversas fuentes lingüísticas, investigando vocabularios caribeños y otros relativamente cercanos como el warao, el pemón e incluso de regiones lejanas como la incásica y la tupi-guaraní. Los investigadores encontraron que la voz «guairá» en quechua significa viento y en el Perú designa el hornillo de barro utilizado por los indígenas para acrisolar la plata. A partir de ese hallazgo se creyó que el puerto de La Guaira recibió dicho nombre quechua por su clima caluroso. Pero la teoría de la procedencia quechua para designar un lugar tan específico fue inmediatamente desechada: si fuese cierta, se debería llamar Guaira a toda la región calurosa costera, y no a un puerto.

Jesús Israel Acevedo Torrealba, guaireño venezolano, afirma en una monografía que la palabra «guaira» o «guairá» con la cual se designan estos lugares está presente en varios dialectos del caribano continental. Como ejemplo, cita que en Centroamérica la voz «waira» o «guaira» designa la flauta de caña. También a la danta o tapir amazónico (Tapirus terrestris). Pero, por sentido común, desecha la posibilidad de que una voz llegada de América Central a la costa venezolana como nombre de una flauta o de un animal pueda designar un sitio marino.

En nuestro país, Ramón Indalecio Cardozo, en su libro La antigua provincia del Guairá y la Villa Rica del Espíritu Santo (Buenos Aires, Librería y Casa Editora J. Menéndez, 1938) también había mencionado esta voz, explicando que designa el hornillo de barro y su origen incásico, pero también desechó su «importación» por parte de los guaraníes para denominar una región tan exuberante como el bosque atlántico, surcado por grandes ríos, y, aún menos probable, para nombrar a uno de los grandes líderes de la región encontrado por los españoles, como lo fue el cacique Guairá.

El índice geográfico e histórico agregado a La Argentina de Ruy Díaz de Guzmán dice que la palabra «guairá» viene del guaraní «guai» (mozos) y «ra» (lugar). Es probable, pues en la región guaranítica de Argentina, en Misiones, Corrientes, Formosa y Chaco, hasta el presente a las muchachas les dicen «guairas». Sin embargo, por respetada que sea esta versión etimológica, es difícil aceptarla para la toponimia, pues, a nuestro entender, no existe ninguna relación con el paisaje, ni su semántica aborda lo histórico-lingüístico, principales elementos a los que nativos y no nativos recurren para designar los espacios.

Los primeros en dar noticia de una región denominada Guairá fueron, en 1516, los náufragos de la expedición de Díaz de Solís. El primer europeo en cruzar la región de este a oeste, en 1522, fue Alejo García. Luego, en 1540, el segundo adelantado Álvar Núñez Cabeza de Vaca la cruzó a pie hasta la Asunción, «descubriendo» a su paso el Salto del Guairá y las cataratas del Yguazú. La llamada Provincia del Guairá, según los Comentarios de Cabeza de Vaca, deriva su nombre de un cacique de la tribu guaraní que habitaba entonces en las inmediaciones del gran salto del mismo nombre.

La antigua Provincia del Guairá estaba situada entre los ríos Yguazú al sur, Paranapané al norte y Paraná al oeste, y el océano Atlántico al este. Esta provincia, que alcanzó fama en los primeros tiempos de la conquista y estuvo a punto de dar nombre a todo el Paraguay, fue una extensa región geográfica bajo la gobernación del Río de la Plata y del Paraguay hasta su fáctica división en 1618. En Paraguay, desde 1701 existe en la región del Ybytyruzú, en memoria de la antigua región de donde vinieron expulsados por los bandeirantes, un departamento denominado Guairá con su capital, Villa Rica del Espíritu Santo, ciudad fundada al otro lado del Paraná en 1570 por el capitán Ruy Díaz Melgarejo.

Con respecto al significado de esta voz se ha fantaseado mucho. Algunos guaireños paraguayos, basándose en el Diccionario Etimológico-Gramatical de Félix de Guarania (Fondec), afirman que «guairá» significa «lugar para ir» o «sitio que merece ser visitado» (por su fertilidad, belleza, clima, etc.), pues «gua’í» significa ir («ogua’i», se fue, «jagua’i», vamos) y «ra» indica lugar... Paralelamente, en un programa de televisión venezolana, un cronista (guaireño de Venezuela), hablando sobre la etimología de «guairá», expresó con mucha soltura y convicción que esa voz, en lengua indígena, significa «amigo».

Se pueden comprender los buenos propósitos de estos «comunicadores» de enaltecer el espíritu de cordialidad de los guaireños para promocionar sus terruños, a veces con fines turísticos comerciales, pero, con profunda pena, debemos dudar de la veracidad de sus afirmaciones por carecer de sustento histórico, lingüístico y documental.

Lo que nos queda claro después de esta desordenada exposición es que, si realmente queremos enaltecer el aporte indígena a la toponimia, es necesario tomar en serio la etimología, no solo de esta sino de muchas otras voces precolombinas esparcidas por todo el continente, y su correcto sentido. Resulta realmente bochornoso escuchar a algunos «guaraniólogos» explicar el supuesto origen, por ejemplo, de los nombres del río Tebicuary, o de la ciudad uruguaya de Tacuarembó.

catalobogado@gmail.com

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