Cargando...
Desde fines del siglo XIX, los angaités trabajaban en establecimientos ganaderos. Según testimonios de quienes protagonizaron la guerra, algunos fueron empleados como baqueanos por los paraguayos e incluso recibieron armas para pelear contra los bolivianos. Los angaités que colaboraron con el ejército paraguayo llegaron a utilizar sus poderes chamánicos en el campo de batalla. Según un testimonio, un angaité que peleó del lado paraguayo utilizó su poder chamánico para esquivar las balas, ya que probó la pólvora y por tanto tenía poder sobre ella –para el chamanismo, frecuente en el Chaco, se adquiere poder sobre un elemento probándolo: «las balas le pasaban por el costado, él usaba sus poderes internos, el probó la pólvora y eso le salvó» (1)–.
Existen testimonios entre los angaités de la llegada de soldados paraguayos a sus aldeas en busca de comida a cambio de batatas, yerba y galletas, las cuales no comieron por desconfiar de que estuviesen envenenadas. «Dijeron “Buen día”. Nadie habló; buscaban comida. ¿Qué dice? nos preguntábamos, nos decíamos a nosotros mismos. No estaban enojados los sokelo, sólo buscaban comida. “Ah, quieren comer batata”, dijo alguien; no sabíamos. “Denle”, dijo, y le dimos. “Les vamos a dar yerba, les vamos a dar galleta”, dijeron los soldados. Nos dijeron cómo debíamos hacer, pusieron en el porongo la yerba y éste en las brasas, no había guampa, sólo un pequeño porongo. “Yerba mate”, dijeron. Así dijeron los soldados. “Tomen pues mate. Después de tomar mate pueden tomar tereré”. Dijeron los soldados. Nadie habló. Los soldados vaciaron sus bolsos, en los que tenían galleta y yerba, y cargaron batata y dijeron “Carguen esto en algún envase… esto es el pago por las batatas”. Nosotros tiramos la galleta, derramamos la yerba. “Puede que tenga veneno”, pensamos» (2).
Lea más: Las otras guerras del Chaco (I)
Según el testimonio de los enxet, algunos de su pueblo fueron enrolados por el ejército paraguayo, para arreglar caminos y enterrar muertos, no como soldados. Debido a las condiciones de carestía y pobre higiene los enxet padecieron hambre y enfermedades durante su participación en la guerra: «Muchísimos paraguayos estaban muy flacos porque tenían hambre. Nosotros estábamos igualmente también muy flacos. Cuando volví a Makxawaya casi morí porque yo era un esqueleto nomás. Había también muchas enfermedades en esta guerra y muchos paraguayos murieron por eso. También estas enfermedades casi nos mataron a nosotros también» (3).
Entre los makás, el desarrollo de la guerra del Chaco no tuvo tanta repercusión como la posguerra. A comienzos de la década de 1920, los makás entran en contacto con el ejército paraguayo en buenos términos, a instancias del capitán Arturo Bray y del general ruso Iván Belaieff, quien los empleó como baqueanos y tuvo amistad con ellos hasta el fin de sus días. Mediante la buena relación con ambos, los makás colaboraron con el ejército paraguayo y participaron activamente en la guerra. Se organizaron milicias indígenas con grupos de makás, y fueron auxiliares del ejército paraguayo en el sector del Pilcomayo. Sin embargo, muchos makás se mantuvieron al margen de la guerra e incluso algunos lucharon contra los paraguayos, pero sin alistarse al bando boliviano.
Su participación al servicio de Paraguay les valió, terminada la guerra, recibir como agradecimiento tierras, a instancias de Belaieff, quien se había convertido en su protector. Preocupado por el futuro de sus amigos, ante la pérdida de tierras indígenas en el Chaco –que estaba en marcha–, consideró como una alternativa que los makás se instalasen en las inmediaciones de Asunción. Se lo propuso a ellos, que aceptaron.
A fines de los años 1930 se acercan a Asunción grupos de makás para conocer el lugar con miras a establecerse. En 1938, Belaieff organiza en el Teatro Nacional de Asunción el espectáculo Fantasía India, que retrata la forma de vida de los makás. Ante el éxito, los makás se presentan en Buenos Aires en 1939 con una obra titulada Aldea India, que tuvo buena acogida del público.
A partir de estas experiencias, los makás comenzaron a venir gradualmente a Asunción, instalándose en las inmediaciones del Jardín Botánico. Desde aquí salían a diario a vender artesanías. A instancias de Belaieff, obtuvieron un terreno en Chaco’í en 1941, y en 1944 una propiedad mayor a orillas del río Paraguay, frente a Asunción: la Colonia Fray Bartolomé de las Casas. Ahí comenzaron un nuevo ciclo de la historia del pueblo maká, ahora en las inmediaciones de la capital del país, teniendo que obtener ingresos económicos para la subsistencia, que encontraron en las visitas guiadas de turistas a su comunidad y en la venta de artesanías (4).
Lea más: De cuando los maká aprendieron a vivir de su cultura
Ya a fines del siglo XIX los qom del Paraguay –descendientes de los temibles guaicurús de la época colonial– vieron sus tierras ocupadas por estancias. Aún mantenían la autonomía para practicar la cacería en las tierras que habitaban, pero ahora en carácter de presencia aceptada por los ganaderos. En ese momento, los qom se basaban económicamente en la cacería destinada al trueque (5).
Durante la Guerra del Chaco, la participación de los qom se dio de dos maneras. Por un lado, como baqueanos del ejército paraguayo. Por otro, ayudando a este ejército por medio de poderes chamánicos (6).
Según varios testimonios de individuos del pueblo qom, los paraguayos no habrían ganado la guerra del Chaco si no hubiesen contado con su ayuda durante el desarrollo del conflicto. Esta ayuda no sólo fue –según ellos– ignorada, sino retribuida con el despojo por parte de los paraguayos de las tierras que poseían.
Esto sería años más tarde, en 1969, cuando la empresa ganadera La Gauloise S. A., luego de tener conflictos con los qom, solicitó al Instituto de Bienestar Rural y a la Dirección de Asuntos Indígenas que los expulsaran de su propiedad, en la zona conocida como Paratodo. Esa tierra, otorgada por el Estado paraguayo a los qom en 1935 en agradecimiento por la ayuda prestada al ejército paraguayo durante la Guerra del Chaco, fue vendida por el mismo Estado paraguayo a dicha firma ganadera (7).
En el caso de los llamados chiriguanos en Bolivia (hoy llamados guaraníes occidentales en Paraguay), si bien se encontraban a orillas del río Parapeti, un territorio indiscutiblemente ocupado por Bolivia al estallar la guerra, vieron sus tierras convertidas en campo de batalla en la última fase de la guerra. De 1934 a 1935 la guerra se peleó en el corazón de su territorio, teniendo la mayoría que abandonar sus comunidades por el caos que implicó el conflicto. Unos 3000 chiriguanos fueron a Argentina al estallar la guerra. Los que se quedaron tuvieron algún tipo de participación en el soporte al ejército boliviano. Algunos fueron guías, otros apoyaron con el transporte por los ríos, y otros construyeron caminos. Muy pocos fueron soldados, ya que los militares bolivianos desconfiaban de ellos (8).
Hacia 1935, cuando el ejército paraguayo estuvo en Santa Cruz, los paraguayos tuvieron un tipo diferente de relación con los indígenas de la zona, la mayoría probablemente chiriguanos. Algunos fueron hechos prisioneros, otros les ayudaron de diferentes maneras. «Los informes no distinguen entre los diferentes grupos étnicos. Los paraguayos llamaban “guarayo” indistintamente a todo guaraní hablante de Bolivia, mezclando chiriguanos, isoceños, y otros grupos» (9).
La mayoría de los chiriguanos abandonaron sus comunidades durante la guerra. Un grupo fue a Argentina. Otro acompañó al ejército paraguayo en su retirada al culminar el conflicto, siendo instalados en las misiones de Guachalla (Pedro P. Peña) y Santa Teresita. Otros fueron a trabajar a la fábrica de tanino de Puerto Casado. Los chiriguanos que permanecieron en Bolivia volvieron a sus comunidades al finalizar la guerra, encontrando que muchas de sus tierras habían sido ocupadas mientras tanto por colonos blancos (10).
Los isoseños participaron en la Guerra del Chaco primeramente como auxiliares del ejército boliviano, que los utilizó como peones para abrir caminos, espiar al enemigo y localizar agua. A pesar de haberse ofrecido a pelear con ellos, los bolivianos no los quisieron como soldados. «Los isoseños se ofrecieron a ayudar a los militares bolivianos, y frente al rechazo y la discriminación racial por parte de los karai, los indígenas no dejan de criticar lo que pasó, indicando en primer lugar la valentía de los antiguos guerreros indígenas (iyambae). No falta denunciar también errores de ataque» (11).
Lea más: Leslie Rout y la primera edición en castellano de su libro sobre la Conferencia de Paz del Chaco
Al llegar las tropas paraguayas al territorio de los isoseños, muchos de ellos les dieron apoyo. Que los paraguayos hablasen guaraní les dio confianza. Estigarribia comunicó que los guaraníes isoseños ofrecieron sus servicios al ejército paraguayo: «Los pobladores guaraníes del Parapití Norte y del Yzozó, en número de mil, se presentaron a nuestras tropas, con sus caballos y vacunos, ofreciéndoles sus servicios» (12).
No todos los isoseños, sin embargo, apoyaron a los paraguayos. Algunos apoyaron a Bolivia y otros se mantuvieron neutros. Casiano Barrientos, el mburuvicha guasu o capitán grande de los isoseños, la máxima autoridad de este grupo, se negó a colaborar con el ejército paraguayo, argumentando sentirse boliviano. Al volver a Bolivia en 1936 fue fusilado como supuesto colaboracionista con los paraguayos por alta traición a Bolivia (13).
Al terminar la guerra, los isoseños encontraron dos opciones. Trabajar como peones con los ganaderos en Bolivia o ir a los ingenios azucareros en Argentina. Esta segunda opción resultaba más atractiva que las haciendas bolivianas, por lo que muchos migraron hacia Argentina (14).
Los llamados tapietés en Bolivia y Argentina, y guaranís ñandeva en Paraguay, colaboraron con ambos bandos durante la Guerra del Chaco. Fueron acusados de espías tanto por Bolivia como por Paraguay; muchos fueron muertos en ambos frentes, siempre acusados de colaborar con el enemigo. La guerra hizo que comunidades enteras huyeran, muchas de ellas atraídas por el ejército paraguayo, porque los paraguayos hablaban guaraní y les resultaba más fácil comunicarse.
Finalizada la guerra, algunos tapietés retornaron a sus comunidades, que abandonaron durante el conflicto, encontrando que fueron ocupadas y saqueadas. Muchos indígenas no pudieron retornar y se asentaron en nuevos lugares (15).
Lea más: La construcción del pasado: política, historia y fotografía
La Guerra del Chaco, que se libró en sus tierras en la última fase, desestructuró completamente el territorio de los tapietés. Pocos quedaron en Bolivia. Una parte se instaló en Paraguay –donde habita la mayoría– y otra en Argentina. Algunos fueron hechos prisioneros paraguayos y luego optaron por migrar a Argentina: «Mi abuela me contó que cuando era chica hubo una gran guerra entre Paraguay y Bolivia, y toda su familia y mucha otra gente fue llevada a Paraguay por los soldados paraguayos. Dejaron sus casas, sus cercos, sus animalitos, muchos soldados murieron y no quedó nada, y allí estuvieron hasta que se vinieron para este lado, la guerra fue terrible, se sufrió mucho (Juana, miembro de la Misión Los Tapietes)» (16).
Más allá de lo que significó la Guerra del Chaco para cada pueblo indígena que habitaba en las tierras en las cuales se entablaron los combates, el denominador común es que luego del conflicto sus vidas ya no fueron las mismas. El fin de la guerra tuvo como consecuencia una reconfiguración territorial, con la pérdida –en algunos casos antes; en otros, después– del acceso a las tierras que previamente habitaban. A esto puede llamársele de dos maneras. La primera, y más elegante, es decir que luego de terminada la guerra se dio la incorporación de los indígenas al mundo moderno. La segunda, más cruda, es decir que con el fin de la guerra del Chaco se dio la pérdida del territorio tradicional y los indígenas del Chaco pasaron a convertirse en extranjeros en lo que eran sus tierras.
Notas
(1) Villagra, R. (2008). «Nanek añy’a kempohakme o en aquel tiempo de los enojados. Testimonios de los angaité sobre la Guerra del Chaco». En: Richard, N. (ed.). Mala guerra. Los indígenas en la Guerra del Chaco (1932-35), Asunción, Servilibro / Museo del Barro / Colibris, p. 79.
(2) Ibid., p. 82.
(3) Ibid., p. 87.
(4) Berná, D., y Herrero, E. (2004). «Los maká». Suplemento Antropológico, v. 39(2), pp. 68-80.
(5) Susnik, B. (1981). Los aborígenes del Paraguay. III/1. Etnohistoria de los chaqueños. 1650-1910, Asunción, Museo Etnográfico Andrés Barbero, pp. 48-49.
(6) Chazal, A. (2017). «La Guerra del Chaco en perspectiva indígena: chamanes y no-humanos en el campo de batalla. Una aproximación a las memorias qom en torno al conflicto». Folia Histórica del Nordeste, 28, p. 39.
(7) Harder, R. (2011). El régimen de Stroessner y la resistencia indígena. Asunción, Ceaduc, p. 130.
(8) Langer, E. (2008). «La experiencia chiriguana en la Guerra del Chaco y la destrucción de las misiones franciscanas». En: Mala guerra, pp. 240-241.
(9) Ibid., pp. 241-242.
(10) Ibid., pp. 243-249.
(11) Riester, J. (2008). «Iyambae - Ser Libre. La Guerra del Chaco en la memoria indígena isoseña». En: Mala guerra, p. 194.
(12) Bossert, F., Combès, I., Villar, D. (2008). «La Guerra del Chaco entre los chané e isoseños del Chaco occidental». En: Mala guerra, p. 212.
(13) Ibid., p. 215.
(14) Ibid., p. 218.
(15) Arce, E., et al. (2003). Estrategias de sobrevivencia entre los tapietes en el Gran Chaco. La Paz, Fundación Pieb, pp. 24-25.
(16) Hirsch, S., y Lazzari, A. (2016). Guaraníes, chanés y tapietes del norte argentino. Construyendo el ñande reko para el futuro. Buenos Aires, Ministerio de Educación y Deportes de la Nación, p. 20.
*La primera parte de este trabajo, «Las otras guerras del Chaco (I)», del antropólogo Marcelo Bogado, se encuentra publicada en la edición impresa de El Suplemento Cultural del domingo 12 de junio de 2022, y disponible, igualmente, en nuestra edición digital.