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Jim Morrison, Ian Curtis y Bob Dylan son producto del espíritu poético del siglo XIX. Quizás sea por eso que sentimos que toda la producción musical de estos autores, y de algunos de sus contemporáneos, es una fiesta poética en cada acorde, cada grito suspendido y cada secuencia de batería salida de lo más profundo de la tristeza, la rabia o el vacío.
¿Pero… y quiénes los acompañaban para semejante inspiración? Estaban Rimbaud, Huxley, Baudelaire, Verlaine, un tal Blake y Ballard. ¿Y qué con Morrissey, aquel prominente artista, que, aparte de hacer camino al igual que sus semejantes, artistas del rock en los 80, tuvo su propio repertorio literario donde expresar en diatribas poéticas una mirada crítica hacia la cotidianidad urbana? Pues Morrissey contaba con Wilde, Shakespeare, Vonnegut o Selby Jr. Era todo un poeta dark, al igual que Curtis, aunque con matices más optimistas y menos desoladores, pero al mismo tiempo conectados a una lírica cínica presente e importante en todas sus etapas.
Entre Margaret Thatcher y Morrissey siempre existió una gran rivalidad, hasta el punto de que él la consideraba una mujer de espíritu bárbaro por no apoyar el arte y la libertad. La verdad, Morrissey era un enemigo acérrimo de la Dama de Hierro y de sus políticas, que fueron también blanco de protestas en los 80 por parte de músicos y bandas musicales como Crass, The The, Billy Bragg, Public Enemy, The Specials, The Exploited, The Beat, entre otros.
Faltando dos años para que la primera ministra británica abandonara el puesto, la canción de la discordia llega a los oídos del mundo en 1988: «Margaret on the Guillotin», incluida en Viva Hate, su álbum debut como solista tras la separación de The Smiths. Morrissey recuerda, en su libro Autobiografía (Autobiography, Penguin Books, 2013), que se vio obligado a prestar declaración por un supuesto delito contra la seguridad nacional, que poco después de que viera la luz ese álbum, lanzado el 14 de marzo de 1988, un agente de Scotland Yard se puso en contacto con su representante para concertar una cita que acabó convirtiéndose en un interrogatorio. ¿Sospechoso de qué? ¿Culpable de qué cosa? ¿Acaso buscaba «fundir el hierro»? Puede ser. La verdad es que no había hecho otra cosa que escribir una canción, donde, a la par que fantaseaba con guillotinarla, le preguntaba cuándo pensaba morir: When will you die?.. Please die… Make the dream real.
Ahora, tengamos en cuenta lo siguiente: no era la primera vez que Morrissey iba tras la cabeza de un personaje del porte de Thatcher. Dos años antes, en The Queen Is Dead, de 1986, tercer álbum lanzado como cabeza de la banda de rock alternativo The Smiths, preguntaba sarcásticamente: «Querido Charles, ¿nunca has deseado ardientemente aparecer en la portada del Daily Mail vestido con el traje de novia de tu madre?», dando por muerta a la reina y a la monarquía. También lo hizo con la iglesia, en Vicar in a Tutú, imaginando a un obispo vestido de bailarina como símbolo ridiculizador de la institución, aunque, como escribe Matías Uribe en su artículo «Margaret: ¿cuándo te morirás?», hubo quien vio en el texto la expresión de la ambigüedad sexual del propio cantante.
Recuerda también Morrissey en su libro haber preguntado a aquellos agentes que lo interrogaron: «¿Qué hacéis exactamente aquí?»; ellos le dijeron que alguien había leído un artículo, una entrevista que le habían hecho en el Star, y que concluyeron que podía estar cometiendo un delito contra la seguridad nacional al desearle la muerte a la primera ministra. «Fueron muy civilizados. Hablaron durante un rato y luego me pidieron un autógrafo para un vecino».
El éxito de Viva Hate convirtió al músico en todo un fenómeno del rock alternativo, a la canción en un hito para la historia… y en cuanto a la Dama de Hierro, como diría luego Morrissey, «la acabó asesinando su propio gabinete, que nunca fue juzgado».