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El Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile fue fundado en 1935, y su órgano de difusión entre 1935 y 1941 fue la revista La Mujer Nueva, publicada en Santiago de Chile, cuyas páginas estuvieron cubiertas principalmente por noticias del movimiento feminista nacional e internacional y con artículos en defensa de los derechos de las mujeres. Hoy, en ocasión del Día de la Madre, rescatamos de nuestro archivo particular esta columna de opinión, «Para adular a las mujeres, Hitler instituyó el “Día de la Madre”», que apareció en la página 6 del número de La Mujer Nueva de noviembre de 1937. A continuación, transcribimos literalmente su contenido.
«Para adular a las mujeres, Hitler instituyó el “Día de la Madre”»
«Todas las crisis cíclicas del capitalismo se han visto acompañadas de descenso de la natalidad, junto con el crecimiento de la mortalidad infantil. Pero jamás ese fenómeno había adquirido la magnitud que presenta la actual crisis que entra ya en la década de su duración.
La miseria sin precedentes en la historia que sufre el mundo no constituye por cierto un aliciente para que las parejas matrimoniales se sientan inclinadas a dar hijos a su patria. En los países fascistas, cuyos prototipos son Alemania e Italia, y cuya casi totalidad de los presupuestos se invierten en gastos militares y burocráticos, la desocupación, el bajo salario y la miseria tienen contornos realmente pavorosos, y su consecuencia directa y lógica es una merma fantástica de la natalidad. Las mujeres de esos pueblos martirizados, en un supremo gesto de defensa y de protesta, se niegan a ser máquinas productoras de carne de miseria y de metralla…
No hay manera. Como no hay manera de obligar a tener hijos a las mujeres que no lo quieran, ni siquiera mediante el recurso del aceite de ricino o de los campos de concentración; y como los déspotas fascistas no pueden prescindir de material humano para realizar sus planes guerreros y proteger con él su sistema estatal, optan por adular a las mujeres, y seducirlas con solemnes ceremoniales, de los que ellas, las mujeres, son las presuntas heroínas.
En la conferencia nazi realizada recientemente en Nuremberg, se ha anunciado con bombos y platillos que Adolfo Hitler ha establecido “el día de la madre”, y que anualmente se honrará a las madres poseedoras de proles más numerosas.
El siniestro “führer” de la desdichada Alemania anhela madres prolíficas, para uncir a sus hijos a un yugo brutal. Para convertirlos en dóciles instrumentos de su obra devastadora. Para militarizar sus espíritus y hacer de ellos autómatas, animados tan solo por la llama del odio hacia “el enemigo”.
Investigación. La investigación realizada, dice E. Mowler, entre alumnos de 11 a 14 años de edad en las escuelas de toda Alemania, ha puesto en evidencia los métodos educacionales en los Estados totalitarios. El 69 por ciento de los niños interrogados respondieron que odiaban a los franceses, y el 92 por ciento que odiaban a los polacos. Y la mayor parte aceptaba con la mayor naturalidad la idea de una nueva guerra.
Eso era en los comienzos de la dominación nazi. En los últimos años la obra de intoxicación espiritual de la infancia y de la juventud fue llevada a su paroxismo. Al joven alemán se le enseña a odiar no ya al francés o al ruso, sino a todos los pueblos “no arios”, es decir, a todos aquellos pueblos que se atreven a criticar el régimen bárbaro del bello Adolfo, siempre pantalla del rey de acero, Thyssen, el magnate del Ruhr.
Sangrienta ironía. Hitler honrando a la madre. El que escarnece la paz, el que exalta la guerra (“solo las fuerzas homicidas descubren las cualidades del hombre”); el cultor del crimen, del despojo y de la corrupción, honrando a la madre, que es símbolo de vida, de paz, de armonía, de amor.
¿Comprenderán las mujeres alemanas la sangrienta ironía, la paradoja infernal del día de la madre instituido por Hitler?
Sabrán escapar a la peligrosa sugestión de la sensiblería demagógica del dictador? ¿Sabrán comprender la innoble artimaña de los que la adulan y la acarician, para hacerla caer mejor en la trampa mortal donde su dulce devoción materna será vejada inexorablemente?
¿Habrá quien crea en el sometimiento irremediable del pueblo alemán o del pueblo italiano a las fuerzas que las oprimen?
¿Habrá quien admita la posibilidad de que las madres alemanas o italianas se hayan resignado o conformado con su trágico destino de dar pedazos de sus entrañas para los mataderos?
El castigo. Nosotros, para quienes la historia la hacen los pueblos y no los gobernantes, estamos seguros que tarde o temprano los que gimen bajo el látigo de sus tiranos acabarán por romper sus ataduras, como ha ocurrido tantas veces en la historia de la humanidad.
Estamos seguros que sus mujeres y sus madres, en su inmensa mayoría, maldicen desde el fondo de sus corazones torturados a los déspotas que anegan en oleajes de crimen lo más puro y lo más noble de sus pueblos.
Quizás no esté lejano el verdadero día de las madres. Será cuando el “führer” y los “duce” y sus miserables acólitos e imitadores reciban de sus pueblos el castigo que se merecen.
Castigo que la historia está forjando.»
(Publicado en: La Mujer Nueva, boletín del Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile, Santiago de Chile, Imprenta Gutenberg, año 2, n. 18, noviembre de 1937, p. 6.)