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En los casos en los cuales dos grupos humanos son protagonistas de los mismos hechos, existen necesariamente dos versiones de la historia, por poseer cada grupo perspectivas distintas. Esta afirmación, aparentemente tan obvia, sin embargo, en la práctica, no lo es. Entre la gran mayoría de los paraguayos las historias de los pueblos indígenas en su interacción con los miembros de la sociedad nacional son desconocidas. La única versión de la historia que conocemos gran parte de los paraguayos es la nuestra, plasmada en los libros de historia y en los textos escolares. Desconocemos que existen otras versiones y que presentan hechos distintos a los que conocemos.
Si analizamos la visión propia de los mbya-guaraní respecto a la historia que compartieron con los paraguayos, encontramos que poseen diferentes versiones de los mismos hechos. Una aclaración previa para tratar el tema es que en ningún pueblo del mundo existe una versión única de la historia que sea compartida por la totalidad de los individuos del pueblo en cuestión. En el caso de los mbya-guaraní, no existe una versión oficial de la historia que sea compartida por todos los individuos de este pueblo, debido a la gran dispersión geográfica que han conocido en América del Sur, encontrándose en Argentina, Brasil y Paraguay. Cada grupo local experimentó procesos históricos particulares que dieron como resultado que existan, más que «una historia mbya», diversas historias locales.
Una de las maneras en las cuales los mbya comprenden y dan sentido a hechos que pueden ser considerados históricos es a través de relatos que se presentan como mitos. Se encuentran mitos antropogónicos, con los blancos y los mbya como protagonistas, que se presentan como historias que explican el origen de ambos grupos en el tiempo mítico al tiempo de ser una versión alternativa de la historia contada por los blancos, que retratan lo que fue el avance de la sociedad envolvente sobre sus territorios, el tipo de relación que tuvieron con esta y los cambios que se dieron en sus modos de vida a partir de estos procesos. Este tipo de relatos se encuentran entre los mbya de Paraguay y de Brasil; no así (que tengamos noticias) entre los mbya de Argentina. El principal objetivo de estos mitos es explicar el origen de las diferencias culturales y de condiciones de vida existentes entre los mbya y los jurua (1), que encuentran su origen en el principio de los tiempos, cuando fueron creadas dos humanidades distintas, cada una de ellas con la obligación de vivir de una manera particular. Estos mitos explican por qué los mbya viven como viven los mbya, mientras que los jurua lo hacen de manera distinta.
En una versión del mito contada al autor de estas líneas por el líder de la comunidad Ka’aguy Pau, de Caazapá, Reginaldo Orvina, se cuenta el origen de dos humanidades: la de los mbya y la de los paraguayos-karairã (2), siendo este el origen de las diferencias entre ambos grupos: «Al principio vinimos dos. Karairã les llamamos a ustedes. “Paraguayos” y “karairã” son la misma cosa. Y vinimos los mbya y los karairã. karairã vino sobre una sábana limpia. Él nació sobre una sábana limpia. El mbya, en cambio, nació sobre hojas de la palma pindó. De este modo, hasta ahora, continuamos de esta manera. Entonces, estamos entre dos [grupos]. Los paraguayos y los indígenas. Nos han enviado [a la tierra] diferentes. A nosotros se nos envió para que vayamos al opy (3) para tener salud. Ustedes tienen, igualmente, su iglesia. Muchas cosas tienen, pero diferentes. Se nos envió diferentes. Ustedes también bautizan. Nosotros la misma cosa. A nosotros, nuestros karaia (4) nos dan siempre nuestros nombres» (Reginaldo Orvina, Ka’aguy Pau, 2/10/2011).
En este relato mítico y en otras versiones semejantes del mismo se afirma que existe un origen distinto de los mbya con respecto a los jurua y que este origen distinto obliga a vivir de manera diferente a los miembros de ambos grupos, por poseer naturalezas distintas.
El hecho de que los mbya cuenten con relatos míticos que explican el origen de las diferencias entre ellos y los blancos no implica que carezcan de consciencia histórica. Tienen asimismo consciencia de que los jurua llegaron a sus tierras y de las consecuencias de esto para su pueblo, lo cual es narrado a través de relatos que cuentan estos hechos; relatos que podemos llamar históricos. Así, coexisten dos tipos de relatos que narran la llegada de los blancos al territorio mbya.
En la versión de la historia escrita por los historiadores paraguayos, se presenta la llegada de los españoles al Paraguay y el consiguiente mestizaje hispano-guaraní como el producto de la alianza inicial entre españoles e indígenas guaraní. Las uniones entre los hombres españoles y las mujeres guaraní produjo, según esta versión, a los mestizos paraguayos, que poseían las mejores virtudes de ambos grupos.
En contraposición a esta visión, los mbya (así como los pai tavyterã y los ava guaraní) cuentan la historia del cacique Guairá y del cacique Paraguá, que se presenta como una versión guaraní de estos mismos hechos.
Más allá de las diferentes versiones que circulan de esta historia entre los mbya (que se encuentra entre los mbya de Paraguay, Argentina y Brasil), la versión más extendida afirma que al llegar los españoles al Paraguay existían aquí dos grandes caciques guaraní: el cacique Guairá y el cacique Paraguá. El primero resistió a la invasión española y se internó en las selvas, donde continuaron viviendo sus descendientes: los mbya-guaraní actuales. El segundo pactó con los españoles y les entregó sus mujeres en matrimonio. De la unión entre estas mujeres y los españoles nacieron los primeros paraguayos, ancestros de los paraguayos actuales.
La primera versión que se conoce de este relato fue publicada en 1956 por León Cadogan en el artículo «Las reducciones del Tarumá y la destrucción de la organización social de los Mbyá-Guaraníes del Guairá (Ka’ayguã o Monteses)», y se la narra de esta manera: «Hace algunos años, mientras buscábamos datos acerca de los patronímicos sagrados y nombres comunes guaraníes, escuchamos de boca del Cacique Pablo Vera de Yro’ysã, Paso Yovái, departamento de Guairá, referencias a dos poderosos caciques, Paraguá y Guairá. Paraguá –vecino u oriundo del mar– se habría aliado con los habitantes de tierras extrañas = yvypó amboaéi o españoles; permitió que su gente fuese catequizada y bautizada; Guairá, en cambio, fue un insobornable defensor del patrimonio autóctono, prefiriendo internarse en las reconditeces de las selvas antes de ver avasallada a su gente por extranjeros. A esto se debe el mote despectivo de Monteses o Ka’aguygua, que se les aplicaba ya en tiempos de la Colonia, y cuya versión apocopada de Ka’yguã llevan hasta el presente el Cacique Pablo Vera y su gente» (5).
En los relatos de los mbya sobre la historia de los dos caciques se asocia al cacique Guairá como un cacique mbya, representado como un ideal de vida a seguir: viviendo en la selva y en la pobreza. Presentar al cacique Paraguá como un traidor y antepasado de los paraguayos puede verse como una manera de afirmar la superioridad moral de los mbya con respecto a estos.
Además de los relatos míticos que cuentan el origen de los mbya y los jurua y de la historia de los caciques Guairá y Paraguá, los mbya se cuentan de boca en boca otros relatos, en primera persona, que narran cómo la vida en la selva pasó de ser una realidad hasta hace unas pocas décadas a ser cosa del pasado. Pero esas ya son otras historias.
Notas
(1) Jurua: Bigotudo. Es la forma como los Mbya llaman a los no indígenas.
(2) Karairã: El que será «karai» = señor (otra forma de llamar a los paraguayos).
(3) Templo donde se realizan las ceremonias religiosas y rituales de curación.
(4) Sacerdotes-chamanes. Son encargados de determinar el nombre de los niños a partir del origen de sus palabras-alma.
(5) León Cadogan: «Las reducciones del Tarumá y la destrucción de la organización social de los Mbyá-Guaraníes del Guairá (Ka’ayguã o Monteses)», en: Estudios antropológicos publicados en homenaje al doctor Manuel Gamio, México DF, Universidad Nacional Autónoma de México, Dirección General de Publicaciones, 1956, pp. 296-298.