Contra la «liberación» del Donbás: Un argumento perverso

Según ha declarado sin complejos el propio presidente ruso, Lenin se equivocó y su política de relativa autonomía para las comunidades étnicas y nacionales fue un error histórico que debe ser revertido para integrarlas al imperio; ya no es sostenible, pues, seguir afirmando que Rusia ha lanzado su actual campaña militar en apoyo al espíritu independentista de ningún pueblo.

El Donbás, tierra de nadie (Fotografía de la serie “Donbass: No Man’s Land”, de Alfredo Bosco, 2017).
El Donbás, tierra de nadie (Fotografía de la serie “Donbass: No Man’s Land”, de Alfredo Bosco, 2017).GENTILEZA

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Circula un argumento perverso entre ciertos sectores de la izquierda latinoamericana (y global) para justificar el alineamiento con Rusia en el conflicto militar que se ha desatado en Ucrania. El argumento va más o menos así: en este choque entre proyectos imperiales, la necesaria solidaridad socialista y comunista con la libre determinación de los pueblos requiere un alineamiento con el imperialismo ruso, porque es el que hace avanzar la causa de la independencia de las Repúblicas Populares de Luhansk y Donetsk, que vienen librando una cruenta guerra de liberación nacional contra el gobierno ucraniano –alineado a su vez con el imperialismo estadounidense– desde 2014.

Este argumento me parece perverso por dos razones principales.

La primera es que, si bien en 2014 era, de algún modo, posible identificar la insurrección de aquellas dos provincias con una causa emancipatoria, esa posibilidad ha sido cancelada hace tiempo. En ambos casos, los territorios que no se encuentran bajo control ucraniano están hoy gobernados por aparatos militares de espíritu y métodos fascistas (sin importar su despliegue de la antigua simbología soviética o su continuado uso del término «República Popular»).

Los actuales regímenes en esos territorios son el resultado de una violenta lucha interna con los grupos independentistas originales, cuyos líderes fueron asesinados y cuyas militancias fueron diezmadas. Son regímenes dictatoriales y ferozmente represores de cualquier intento de organización civil, incluyendo la organización sindical, y están dedicados a la concentración de recursos en manos privadas y mafiosas. Manos mafiosas que ni siquiera son las de la burguesía local: la propiedad y la explotación de sus principales recursos minerales han sido trasladadas hacia capitales privados asentados en Rusia. En otras palabras: lo que hay ahí ya no es lo mismo que hubo en 2014.

La segunda razón por la que el argumento me parece perverso es esta: aunque su propaganda diga lo contrario, Rusia no ha lanzado su actual campaña militar en apoyo al espíritu independentista de ningún pueblo; al contrario, lo ha hecho explícitamente en contra de la política soviética de relativa autonomía para las comunidades étnicas y nacionales. En esto, el discurso ruso es claro: esa política bolchevique (específicamente, leninista) fue un error histórico y debe ser revertida para integrar esas comunidades al imperio.

Ese es el destino que Rusia quiere en última instancia para Ucrania, a la que no le reconoce legitimidad como estado nacional. Así, la idea de que esta guerra favorecerá la autonomía de Luhansk y Donetsk es absurda en sus propios términos: lo que hará, si no en el plazo inmediato, en el mediano, es incorporar ambas «repúblicas» a Rusia sin otorgarles soberanía, como ha sido el caso con las provincias del Cáucaso y con Crimea.

La tragedia para los pueblos y las clases trabajadoras de esa región, entonces, será doble. Se convertirán en vasallos de un imperio brutalmente represivo y su economía de estructura oligárquica será administrada por un aparato policial mafioso con tendencias fascistas. A cambio de qué la izquierda latinoamericana o global debería alinearse con semejante proyecto es algo que no consigo explicarme.

jorgefrisancho@gmail.com

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