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El pasado miércoles 22 de diciembre, en un emotivo acto, la descendencia de don Manuel Gondra hizo entrega al Archivo Nacional de Asunción de un acervo de documentos y cartas que pertenecieron a este ilustre político e intelectual porteño de nacimiento y paraguayo por opción propia. Con la presencia del ministro secretario de Cultura, Rubén Capdevila, y del director del Archivo Nacional, doctor Vicente Arrúa, su nieto, Juan Félix Bogado Gondra, habló en nombre de la familia con la humildad que lo caracterizó siempre.
Correr al Archivo Nacional en víspera de fiestas de fin de año, con 40 grados a la sombra, en medio de un tráfico impresionante, era un imperativo de obligada adhesión a figuras tan emblemáticas de la decencia y la ética de este Paraguay cuya redención de un pasado de corrupción anhelamos todos.
La Revolución de 1904, fruto de un levantamiento armado popular que logró el apoyo hasta del vicepresidente de la República, el doctor Manuel Domínguez, llevó al Partido Liberal, eterno opositor a la hegemónica Asociación Nacional Republicana, a asumir el poder.
Aquella era había estado marcada por el «caballerismo», sinónimo de gobierno central exclusivista, acostumbrado al manejo absoluto del empleo estatal, fruto del sistema del «voto cantado» que no admitía disidencias sin reacciones violentas.
Manuel Gondra se distinguió por sus dotes intelectuales desde la adolescencia, ya que, ni bien fundada la Universidad Nacional en 1889, siendo un joven de 19 años, ocupó el cargo de secretario general –el principal cargo administrativo–, mientras aún era, curiosamente, estudiante del mítico Colegio Nacional.
Para demostrar que los diplomas no siempre «significan», Manuel Gondra fue estudiante de Derecho pero no completó su carrera, lo cual no le impidió convertirse en el catedrático más erudito de esa misma facultad y del Colegio Nacional, que incluso llegó a dirigir.
Pese al mito nacionalista de que el liberalismo había prohibido el uso del idioma guaraní, Gondra, en Hombres y letrados de América, tiene tres contribuciones, «El idioma guaraní y su capacidad expresiva», «El guaraní y las ideas abstractas» y «Naturaleza y estructura del idioma guaraní», donde expuso toda su sapiencia lingüística para reivindicar la realidad de un país auténticamente bilingüe.
Se distinguió también como diplomático al ejercer de ministro plenipotenciario en Río de Janeiro y en Washington DC. Fue canciller de la República y responsable intelectual de la Doctrina Gondra de Derecho Internacional, adoptada en 1923 en una reunión continental en Santiago de Chile.
La Doctrina Gondra fue precursora de las Naciones Unidas en la búsqueda de la paz regional al establecer una suerte de Consejo de Seguridad en Montevideo, donde deberían discutirse todos los conflictos antes de recurrir a las armas.
Antes de todo eso, el canciller Antolín Irala había solicitado a Manuel Gondra la redacción de una nota en protesta por disposiciones del Tratado de Petrópolis, de 1903, firmado por Brasil y Bolivia, que afectaban una zona cuya soberanía discutía el Paraguay. El joven Gondra, con ello, se estaba enfrentando nada menos que al Barón de Río Branco, fundador de la escuela diplomática de Itamaratí, que hizo más que el ejército brasileño para duplicar la extensión del territorio nacional.
El Partido Juvenil
Liberales como José P. Guggiari y Eligio Ayala encontraron en la Revolución de 1904 algunas posiciones insostenibles, a su criterio, de los miembros de la generación mayor, por lo que decidieron fundar un partido juvenil, proyecto que no se llegó a concretar porque esos políticos jóvenes entraron a liderar el ala radical del partido al haber Benigno Ferreira cooptado a Cecilio Báez y a Emiliano González Navero, prácticamente escindiéndolos del radicalismo hacia el ala cívica.
El manejo exclusivista de Benigno Ferreira de la Convención de 1906 hizo que en menos de dos años, aliados al coronel Albino Jara lideraran el golpe del 2 de julio de 1908, a partir del cual los liberales radicales logran manejar el poder.
Gondra fue el único político paraguayo capaz de lograr la unánime nominación a la presidencia en 1910 y en 1920. En ambas ocasiones, no pudo sobreponerse a rebeliones militares, por lo que sus dos administraciones quedaron truncas. Como escribió Carlos Zubizarreta: «[...] no pudo concluir el término de su mandato porque le faltaba sutileza para las miserabilidades de la política» (1). O, en palabras de Raúl Amaral: «[…] por dos veces desmayó el poder en sus manos y por dos veces regresó, sin palabras, a su soledad» (2).
Su biblioteca particular, una de las más valiosas del Paraguay, fue adquirida después de su fallecimiento por la Universidad de Austin, en Texas, a través de gestiones de Pablo Max Insfrán. Hoy sigue llevando la denominación «Colección Gondra» como parte de la mejor biblioteca de estudios latinoamericanos del mundo.
Manuel Gondra, indudablemente, fue una de las figuras intelectuales cumbres de la era de la penosa Reconstrucción Nacional, y su obra escrita, si bien no copiosa, sí fue importante, según ha señalado, entre otros, Zubizarreta: «La producción de Gondra ha sido escasa pero de gran valor», sostiene. «Le atormentaba perennemente un prurito de perfección formal que debía necesariamente gravitar sobre su natural facundia» (3). Entre sus artículos y ensayos cabe destacar sus «Consideraciones sobre la revolución de la Independencia y el doctor Francia», «El catecismo de San Lamberto» y «En torno a Rubén Darío». Sus mayores contribuciones se dieron en el campo de la Educación como primera política de Estado, habiendo emergido él mismo del Colegio Nacional como parte de la magnífica «generación del 900», en cuyo líder indiscutible se erigió.
Notas
(1) Carlos Zubizarreta: Cien vidas paraguayas, Asunción, Servilibro, 2011, p. 173.
(2) Raúl Amaral: El novecentismo paraguayo: hombres e ideas de una generación fundamental del Paraguay, Asunción, Servilibro, 2006, p. 126.
(3) Carlos Zubizarreta, op. cit., p. 173.