El Chaco boliviano

«Los soldados son obligados al sacrificio en nombre de un trapo tricolor que nada significa para ellos, salvo vejámenes y desprecio», escribe el crítico Gustavo Reinoso a propósito de la ominosa historia de desesperación y extravío ambientada en 1934 que nos cuenta Chaco (2020), la primera película de ficción del cineasta boliviano Diego Mondaca, recientemente exhibida en el Festival Internacional de Cine Contemporáneo de Asunción (AsuFicc).

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En el marco del primer Festival Internacional de Cine Contemporáneo de Asunción (AsuFicc), iniciativa que desde estas líneas celebramos, el pasado día miércoles 15 de setiembre, en el teatro Leopoldo Marechal de la Embajada Argentina en Asunción, se exhibió Chaco, coproducción argentino-boliviana del año 2020 dirigida por el realizador Diego Mondaca (Oruro, 1980), brindando al público paraguayo la posibilidad de conocer una ficción ambientada en la guerra que nos enfrentó a Bolivia, narrada desde el punto vista del adversario nacional de aquel entonces, y, por lo tanto, libre de los lastres que gravitan en las narrativas de procedencia paraguaya sobre el tema. La propuesta resultó interesante y convocó a un número apreciable de espectadores. Como solitario punto negativo, se debe cuestionar el formato de la exhibición, efectuada en pantalla pequeña, algo que inexorablemente repercute en la experiencia visual del público, que se ve privado de apreciar plenamente los planos, los colores y la luz que el realizador plasma en su obra. Chaco es una película concebida para la pantalla grande: por eso los planos generales, la negra oscuridad de la noche, rasgada levemente por frágiles fogatas, y la magna soledad alucinante de los atardeceres chaqueños que Mondaca expone en su filme. Es sabido que iniciativas como la de los organizadores del Festival tienen en nuestro país mucho de quijotada; no obstante, contemplar la importancia de la calidad visual de la propia función cinematográfica nos parece esencial para generar un adecuado vínculo entre los organizadores y el público.

La película nos muestra una compañía del Ejército boliviano marchando a pie por las áridas tierras del Chaco a principios del año 1934. Los soldados son indígenas, de lengua aimara unos, de habla quechua otros; sus superiores son oficiales y suboficiales mestizos y criollos, y el mando lo ostenta un capitán extranjero, del centro o norte de Europa, cuyo nombre y nacionalidad no se explicitan. El capitán desarrolla cierta cercanía con uno de los soldados, Liborio, su asistente, a quien encomienda la tarea de repartir entre sus camaradas las escasas provisiones y las hojas de coca con las que tratan de paliar el hambre y la sed.

Paulatinamente, las marchas de fortín a fortín chaqueño se van trasmutando en un trayecto directo a las tinieblas del alma humana. La milicia encarna el dispositivo de poder y la estructura racista de la Bolivia de aquellos años. Los soldados indígenas son torturados y ejemplarmente asesinados. Son carne de cañón, obligados al sacrificio en nombre de un trapo tricolor que nada significa para ellos, salvo vejámenes y desprecio. El hambre y la sed enloquecen a varios, muchos huyen al monte, otros, directamente, se suicidan. Finalmente, el destacamento vagabundea sin rumbo, acosado por la sed, el hambre y la desesperación.

Con Fabián Arenillas, Mauricio Toledo, Raimundo Ramos y Fausto Castellón en los roles principales, sin duda la principal virtud de Chaco es su carácter de potente denuncia del sinsentido de la guerra, la falsedad de los nacionalismos y la discriminación racial en el ejército boliviano de la época.

Es interesante su ritmo narrativo, que, a pesar del dramatismo de la historia relatada, adopta un desarrollo conciso sin privarse por ello de incorporar recursos simbólicos cercanos al surrealismo. La infeliz travesía de Chaco recuerda, y mucho, en cuanto a la exposición visual de la desesperación y enajenación de los protagonistas, el filme Aguirre, la ira de Dios (1972), de Werner Herzog. No deja de ser notorio que también el cariz trágico de la guerra, en este caso desde la perspectiva paraguaya, sea el nudo argumental de Hijo de hombre (1961), filme de Lucas Demare, con guión de Augusto Roa Bastos, basado en uno de los cuentos del escritor paraguayo y protagonizado por el gran actor español Francisco «Paco» Rabal. Películas diversas, bandos opuestos y países distintos comparten, a fin de cuentas, la mirada trágica sobre estos conflictos y sus pérdidas humanas.

gustavoreinoso1973@gmail.com

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