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Testigo XV: Graciela Benítez
«Mi compañera de cigarros»
(Entrevista a G. Benítez)
Ella venía todos los días. Llegaba a eso de las 9 o las 10, y se quedaba largo rato, hasta la tarde. O si no, venía otra vez a la tarde. Y acá estaba Adriano que ya le esperaba con los cigarros, le traía los paquetes. Y después le traía algún diario. Ella siempre fue propinera con los muchachos. Se acercaba a la puerta, se quedaba afuera y miraba para acá, y cuando me veía me decía, «Vení, vení, Graciela, sentate. ¿Querés tomar un café? ¿Querés comer algo?». Era una mujer que siempre invitaba. A veces me sentaba con ella a fumar un cigarro. Le gustaba conversar, te contaba sus historias de Estados Unidos, el departamento que alquilaba, a veces te contaba la historia de su marido. Y que se quería ir. Y que perdía sus documentos, cosa que en Laura era normal. Andaba con un carrito y venía acá todos los días. Tenía un teléfono chiquitito, chiquitito, y con ese se manejaba. Me contaba de su vida allá y me mostraba fotos, sacaba y me mostraba una a una. A mi encantaba conversar con ella.
Y lo simpático era cuando venía a hacerse la tintura. Nos traía una tintura que tenía no sé cuánto tiempo guardada. Y de repente, acertaba, y de repente me traía un negro. «Lauri, este no es tu color» le decía, y entonces ella, «Ahh, ahora mismo voy a la farmacia a esa chica que me dio cualquier color». Y volvía después de un mes, y ya pasaban tres meses por ahí. A veces venía después de seis meses. Pero re viva era ella, se ponía una vincha que le tapaba las canas. Le quedaba bien esa vincha, era ella. Un personaje era.
Aparte, la edad que tenía y todavía daba gusto hablar con ella –porque a medida que somos viejos, nadie quiere hablar con nosotros–. La verdad que la edad de Laurita es una incógnita: vos la veías y parecía una abuelita, pero después empezabas a hablar con ella y ya parecía menos.
A veces vos pensás que una persona de esa edad no es interesante, pero ella fue interesante hasta el día que dejó de venir. Yo la mimaba porque me gustaba cómo era ella. Viste que ella era bohemia, parece que la parte económica nunca le importó tanto. Pero para mí ella hizo mal en venir acá, no sé para qué vino.
Ella me mostró las fotos cuando recibió un premio, con sus chancletas de enfermera, ¡que simpática! Estaba contenta, pero me parece que al artista le importa muy poco los premios. Ella era feliz, estaba contenta con lo que hizo y siguió siendo bohemia siempre. Le gustaba pasear con su carrito, tomar un café, sentarse ahí en una mesa y fumar. ¡Bohemia!, no le importaba un bledo. Decí que no tomaba tragos, porque ahí, ¡ya estaba completa! Era querida. Aparte, ¿cómo no le vas a querer? No molestaba a nadie, lo único que hacia es se sentaba, te contaba cosas. Y daba gusto, una persona que vivió mucho, cosas que capaz que yo no voy a vivir nunca. La gente pasaba y la saludaba. Todos ya le conocían. Sentí mucho por ella cuando se cerró el Biggest.
Y bueno, tuve una amiga que fue una artista. Laurita va a ser siempre un recuerdo lindo que yo voy a tener. Era mi compañera de cigarros, me sentaba a tomar un cafecito con ella. Que Dios la tenga en su gloria, y ojalá que un día sea reconocida como lo que realmente es, una artista que yo no escucho mucho su nombre.
*Graciela Benítez, peluquera, trabaja en la Peluquería Aramís, al lado del café Biggest.
Testigo XVI: Adriano Coronel
«Ella es escritora antigua, le conocemos»
(Entrevista a A. Coronel)
Venía acá y me compraba mi cigarrillo. Laura Márquez Moscarda. Ella vivía en Nueva York, se iba y venía, tenía su departamento a cinco cuadras de las torres gemelas, me solía decir. Ella es escritora antigua, le conocemos. Y fumaba mucho. Phillip Morris lo que fumaba ella.
Era amable, buena señora. Siempre venía y se sentaba y tomaba café y eso. Y siempre yo le traía su cigarrillo, tres paquetes luego compraba. Costaba cuatro mil, así doce mil, y ella pagaba quince mil. Tres mil te dejaba de propina. Así era la señora.
*Adriano Coronel es quiosquero en la vereda del Biggest.
Agradecimiento
Con este último artículo de la serie Testigos dedicada a Laura Márquez quiero agradecer a quienes aceptaron ser entrevistados, incluso los que luego prefirieron no ser publicados. También agradezco a Lucy Yegros, Lilian Ojeda, Natalia Cálcena, Carlo Spatuzza y Jesús Ruiz Nestosa por su colaboración para establecer contactos con algunos entrevistados e identificar a las personas en las fotos. A Montserrat Álvarez por su delicada edición.
La idea nació del enorme respeto que siempre tuve por esta artista excepcional, que mantuvo su dignidad a pesar de todas las adversidades que supo sobrellevar. Mi selectividad partió de personas que recordaba que Laura misma había nombrado con cariño, en alguna de las charlas que mantuvimos en varios años. Quise ser solo un medio para dar lugar a otras voces evocando su Laura Márquez, de manera plural, a veces hasta contradictoria. Porque ella siempre apostó a la diversidad. Este es un pequeño gesto hacia la construcción del recuerdo generoso que Laura Márquez merece.