El cine como obsesión total (II): Lejos de Hollywood

Segunda entrega de este recorrido, de la mano del crítico Gustavo Reinoso, por la obra de uno de los cineastas que han marcado indeleblemente no solo el lenguaje audiovisual sino, en el más amplio sentido, la sensibilidad estética de nuestro tiempo: Stanley Kubrick.

Malcolm McDowell en La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971).
Malcolm McDowell en La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971).montserrat alvarez

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Definitivamente afincado en Inglaterra, en las afueras de Londres, Kubrick interpuso con su mudanza un océano entre él y su familia, por una parte, y entre él y Hollywood por otra. Celoso de su intimidad y adverso a la exposición mediática (a tal punto que no se conservan entrevistas a Kubrick grabadas en video), siempre consideró que el cineasta se expresa con sus películas. Por eso, sin pausa, empezó a considerar otro proyecto, que surgió, una vez más, de sus lecturas.

Su propia tragedia personal inspiró al compositor y escritor inglés Anthony Burgess la novela A Clockwork orange, traducida al español como La naranja mecánica. Publicada en 1962, trata de la violencia y el sadismo humanos, entre individuos y desde el Estado, como instrumento represivo y política de seguridad y control social. Protagonizada por Malcolm McDowell, La naranja mecánica se estrena en 1971. El filme, situado en un futuro próximo, nos narra la historia de Alex De Large, joven sádico y sociópata que forma, junto con sus tres amigos, una pandilla dedicada a robar, asaltar ancianos, propinar golpizas a vagabundos y cometer actos de vandalismo en general.

Alex es adicto a la «ultraviolencia» y a la música, especialmente a la de Ludwig Van Beethoven. Sus distantes, superficiales y algo consentidores padres, pertenecientes a la clase media baja urbana, no parecen muy comprometidos en el porvenir del chico. En una de sus salidas, Alex y su pandilla irrumpen en la casa de un escritor, ingresan valiéndose de engaños, le dan una paliza al dueño de casa y violan a su esposa en su presencia. Mientras realiza sus criminales actos, Alex canta: «Singin’ in the rain», cantando bajo la lluvia, la famosa canción del musical de Gene Kelly.

El sádico De Large se muestra como un férreo e implacable líder en su pequeña pandilla de delincuentes juveniles, y recurre a la violencia para disciplinarlos. Una noche, entran en la casa de una mujer mayor a robar; ella resiste la agresión y la asesinan, llega la policía y Alex es capturado. En la cárcel, finge interés por la religión y la Biblia (libro que encuentra de su agrado, disfrutando al imaginarse como el soldado romano que flagela a Cristo) para obtener pequeñas ventajas y evitar el trabajo forzado. Las autoridades gubernamentales lo eligen como conejillo de indias para experimentar lo último en técnicas de psicología conductista pavloviana, el Sistema Ludovico. A cambio de salir en libertad, acepta someterse al tratamiento que consiste en forzarlo a ver imágenes de violencia durante horas sin pausa, sin poder moverse ni desviar la mirada, atado a su silla, con una camisa de fuerza y ganchos que le impiden cerrar los ojos. Mientras se proyectan en una pantalla crímenes de campos de concentración, bombardeos sobre poblaciones civiles y grandiosos mítines nazis del III Reich, suena de fondo a todo volumen el fragmento coral del cuarto movimiento de la 9ª Sinfonía de L. V. Beethoven (la Oda a la alegría). Después de varias sesiones, Alex está totalmente condicionado: cualquier pensamiento de violencia o erotismo, o el solo hecho de escuchar música de Beethoven le producen un agudo dolor físico, convirtiéndolo en el más sumiso de los hombres.

Filmada en locaciones urbanas inglesas hábilmente elegidas para otorgarle un aspecto visual levemente futurista, con un diseño de arte y vestuario de vanguardia y la acostumbrada maestría en la fotografía, la edición y el montaje de Kubrick, el filme muestra una violencia elegante y cruda incrementada por la inhumanidad no solo del protagonista sino también del entramado social donde este debe sobrevivir. Lejos está La naranja mecánica de ser una película gráficamente sangrienta. Una vez más, la música es un elemento crucial en la narrativa del realizador: el compositor Walter Carlos hizo una obertura electrónica en base a la Música para el funeral de la reina María del compositor del barroco inglés Henry Purcell (1659-1695), las sórdidas andanzas de Alex y su pandilla se acompañan con las oberturas de Rossini para La gazza ladra y Guillermo Tell, los estirados funcionarios y burócratas del gobierno aparecen al son de las marchas I y IV de Pompa y circunstancia de Edward Elgar y, por supuesto, uno de los grandes y más celebres momentos del cine es el del contrapunto entre los sonidos del coro del cuarto movimiento de la 9ª Sinfonía de Beethoven, la Oda a la alegría, por un lado, y las imágenes de Alex siendo torturado física y psicológicamente, por el otro. Aclamada por amplios sectores de la crítica y el público, desde su estreno La naranja mecánica también fue acusada de glorificar la violencia. En Inglaterra, el propio Kubrick la retiró de los cines y de toda exhibición pública en 1973, luego de que sucedieron actos delictivos al parecer inspirados en la película.

La película más grande jamás filmada

En cierta ocasión, en un descanso durante el rodaje de La naranja mecánica, mientras los actores y el equipo de filmación almorzaban, McDowell notó que Kubrick caminaba por el set de aquí allá, leyendo notas, examinando lentes, mientras comía un sándwich y luego un postre, siempre de pie, sin detenerse. McDowell le preguntó por qué no se sentaba a la mesa con los demás, y la respuesta de Kubrick lo dejó asombrado: «Napoleón comía así». Fascinado desde su juventud por el emperador francés, Kubrick empezaba a dar forma en su mente a un proyecto con el que soñaba: hacer una película sobre la vida de Napoleón Bonaparte. La audacia y temeraria ambición del personaje, su fogosa vida amorosa, sus logros políticos y militares, su brillante inteligencia y sus gigantescos errores ejercían en el director una especial atracción. Con su obsesiva pasión acostumbrada, tras la conclusión y el estreno de La naranja mecánica acometió la empresa de filmarla por fin.

Kubrick pone manos a la obra. Lee todas las biografías de Bonaparte disponibles en inglés, estudia minuciosamente los uniformes militares de la época, envía equipos de producción artística que hacen mapas detallados, relevan topográficamente y sacan minuciosas fotografías de Austerlitz, Jena y Waterloo. Ve todo lo filmado sobre Napoleón y considera que ninguna película, ni siquiera la de Abel Gance de 1927, ha hecho justicia al personaje. Sin duda Kubrick había visto la extraordinaria Guerra y paz, versión fílmica de la novela homónima de Tolstoi realizada en 1967 por Serguéi Bondarchuk, película célebre por su recreación de las batallas de Austerlitz y Borodino. Stanley Kubrick piensa superarla. Idea contratar todo el ejército de un país para reconstruir las batallas; serán necesarios al menos 50.000 extras. Su equipo de producción contacta con el gobierno de Rumania, entonces en buenos términos diplomáticos con Occidente por la no participación rumana en la intervención de la Unión Soviética y el pacto de Varsovia en Checoeslovaquia en 1968; Bucarest condenó tal acción de sus aliados. Cuando se entera de quién es el cineasta interesado, el presidente Ceaucescu en persona da su visto bueno al proyecto. Se conversa con Audrey Hepburn para el papel de Josefina, y la actriz muestra interés. Para el papel protagónico se barajan los nombres de Oskar Werner, Al Pacino y Jack Nicholson. Kubrick contrata veinte recién egresados de la carrera de historia para que le preparen breves biografías de los mariscales de Napoleón, sus ministros, hermanos, hermanas y otros allegados. Y en pleno trabajo de preproducción y con muchos millones de dólares gastados ya, la Warner Bros se retira del proyecto y suspende el financiamiento. Los ejecutivos, luego del fracaso en taquilla de Waterloo –coproducción soviética, italiana e inglesa con la producción ejecutiva de Dino de Laurentis, dirigida por Bondarchuk, con Rod Steiger y Christopher Plummer en los roles principales–, temen un descalabro financiero. El público no parece interesado en grandes producciones históricas, aducen, y se retiran. Sin financiamiento, Kubrick tiene que suspender el proyecto.

Una película sobre Napoleón dirigida por Stanley Kubrick, con Al Pacino o Jack Nicholson como el emperador… Sin duda la humanidad cometió demasiados pecados para merecerla.

Seguiremos esta reseña del apasionante cine de Kubrick la semana próxima.

gustavoreinoso1973@gmail.com

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