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Cuando en el otoño de 1918 cientos de estudiantes llegaron al campus de la Universidad de Montana, Estados Unidos, para empezar las clases en setiembre, también llegó la pandemia de «gripe española», que mató a millones de personas en todo el mundo. Varios estudiantes enfermaron y fueron aislados. Uno de ellos decidió llevar un diario, que apareció publicado en el anuario de la universidad, The Montanan, en 1920, de forma anónima (por lo cual no sabemos el nombre de su autor). Nuestro anónimo estudiante cuenta cómo enfermó, cómo fue aislado, cómo se aburrió y cómo ayudó a cuidar a otros durante su convalecencia. Pese a que la última entrada de su diario, escrita días antes de Navidad, tiene cierto aire de final feliz, nunca sabremos si llegó a recuperarse completamente, ni si pudo regresar al campus cuando, en enero de 1919, la universidad volvió a abrir sus puertas; sí sabemos, en cambio, que su optimismo lo engañaba al hacerlo creer que la pandemia para entonces había llegado a su fin. Hoy traducimos para nuestros lectores algunos extractos del diario de cuarentena de aquel joven y anónimo estudiante de Montana.
Un diario de pandemia (1918)
12 de octubre: […] Hay mucha agitación por la influenza española. Dicen que viene hacia el oeste. No creo que nos afecte […] aquí de noche hace suficiente frío como para congelar cualquier germen. Varios compañeros están resfriados.
17 de octubre: […] la «gripe» finalmente atacó, y quieren evitar que se propague. Algunos la tienen y están aislados en una cabaña […]. Dicen que quizá tengamos que usar máscaras contra la gripe. De ser así, pareceremos miembros del «Ku Klux Klan».
19 de octubre: La «gripe» continúa. Hoy trasladaron a los compañeros, con camas y todo, al gimnasio. Lo están arreglando para volverlo un hospital. […] Algunos enferman y se tienen que retirar, y luego resulta que tienen influenza. […] Médicos y enfermeras están atareados. Me siento bastante cansado esta noche. Creo que me acostaré temprano.
21 de octubre: Chau citas. Las chicas están en cuarentena; como en sus dormitorios no hay gripe, creen que pueden evitarla encerrándose. Táctica de avestruz, por así decirlo. Varios compañeros más han enfermado. La cabaña está llena, así que también han montado un par de carpas. […] Estoy un poco resfriado, pero sé que no es la «gripe».
25 de octubre: La última vez que escribí, pensé que no me contagiaría de la «gripe». Pero aquí estoy, en cama. No estoy muy enfermo. El día después de que llegué al gimnasio, nos trasladaron […]. A algunos en sillas, y otros en camas. Tuve que ir en cama […] estuvieron a punto de tirarme un par de veces al subir las escaleras […]. Aquí viene la enfermera.
27 de octubre: Estar enfermo no es nada divertido. Aquí comíamos lo que queríamos y ayer decidieron dar a los más enfermos solo líquidos, y a nosotros cosas blandas. […] Comí un huevo escalfado en una tostada y un flan de cena. ¡Dios mío! Y añoré un bife, papas, salsa, pastel de carne «y todo». Aunque fue peor para los tipos líquidos; apenas les dieron leche o cocoa.
29 de octubre: Tenemos algunas enfermeras nuevas. Demasiados pacientes para que las de verdad nos cuiden a todos. Las nuevas son universitarias, pero solo podemos ver sus ojos. No hablan mucho. Las universitarias también cocinan para nosotros. Estoy en lo que alguna vez fue un cuarto de costura. Dicen que en las demás habitaciones de este piso hay más compañeros. Todos se llevan bien, dicen las enfermeras. Ojalá recibiera algunas cartas de casa. Es muy aburrido estar aquí todo el día.
1 de noviembre: Decidí escribir lo que siento mientras tengo la «gripe», en beneficio de la ciencia, o por lo menos de las generaciones futuras. El primer síntoma es el cansancio; el segundo es un ataque de «blues» [tristeza, depresión]; dicen que las chicas siempre lloran; luego te da un «resfrío fuerte» y terminas en cama; te envían al hospital; duermes un rato; al despertar, te duelen más y más la espalda y las piernas; te gustaría ser gato para arquear la espalda y aliviar el dolor; para entonces, ya tomas jarabe verde para la tos regularmente y te miden la temperatura aproximadamente cada dos minutos, y te darán pastillas blancas en adelante; cuando has estado enfermo varios días, te sientes como un globo al que alguien ha pinchado con un alfiler; esto dura hasta que comienzas la dieta blanda; entonces te sientes mejor; la sensación más divertida es cuando caminas; ahí te sientes como un globo inflado, apenas sujeto por un hilo y a punto de salir volando en cualquier momento; después de que te levantas, tienes mucha hambre y te puedes comer la comida de un día entero de una sola vez. Ese es el punto al que he llegado ahora. Espero, por la conservación de los recursos alimentarios de la nación, no tener tanto apetito por mucho más tiempo.
4 de noviembre: Sigo famélico. Ahora estoy en la KP [Kitchen Patrol, Patrulla de Cocina]. «Es la gran vida»: llevar bandejas de un lado a otro y lavar platos. Al menos ahora como lo suficiente. Muchas de las chicas que estuvieron ayudando ahora están enfermas. Cada día llegan uno o dos nuevos grupos. […] Realmente estoy comiendo mucho. ¡Caramba! Ojalá ya fuera hora de cenar.
20 de noviembre: […] La influenza casi ha pasado. Pero han decidido mantener cerrada la universidad hasta enero. Las chicas ya se van a casa. La «gripe» hizo lo suyo. Casi todos la tuvieron. Nadie se siente tan bien como antes. Nos cansamos mucho más fácilmente. Cinco estudiantes y una enfermera han muerto y dos estudiantes aún están en peligro. […]
19 de diciembre: Hace mucho que no escribo. Lo más importante que sucedió fue que me invitaron a cenar para el Día de Acción de Gracias. […] La «gripe» ha llegado a su fin. […] La ciudad estará fuera de cuarentena mañana. Me voy a casa por Navidad, así que supongo que esta será la última vez que escriba hasta 1919.
*Anónimo, «A Fluey Diary», en: The Montanan, anuario de la Universidad de Montana, 1920, vol. 13, pp. 147-50. Traducción al español: Julián Sorel.