Ciclo Laura Márquez: Testigos

Prosiguiendo con nuestro Ciclo Laura Márquez (1929-2021), compartimos con los lectores una nueva entrega de Testigos, serie, concebida y realizada por Gabriela Zuccolillo, de impresiones, anécdotas, entrevistas, recuerdos, testimonios recopilados directamente de la memoria viva de quienes conocieron a la artista paraguaya fallecida en abril.

Reunidos en una visita de Laura Márquez al Paraguay, cuando residía en Nueva York, de izquierda a derecha: ¿Alberto Miltos?, Michael Burt, Ricardo Migliorisi, Enrique Careaga, Laura Márquez, Bernardo Krasniasky y Edith Jiménez.
Reunidos en una visita de Laura Márquez al Paraguay, cuando residía en Nueva York, de izquierda a derecha: ¿Alberto Miltos?, Michael Burt, Ricardo Migliorisi, Enrique Careaga, Laura Márquez, Bernardo Krasniasky y Edith Jiménez.Archivo, ABC Color

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Testigo VI: Agustín Núñez

«Laura venía con otras ideas. Y no era muy querida por la gente»

(Entrevista a A. Núñez)

Conocí a Laura Márquez al comienzo de los años 60, me la presentó Ricardo Migliorisi. Me pareció una persona muy interesante, era una persona bastante mayor que nosotros, pero con una vitalidad y un poder de comunicación muy grandes. Creo que apreciaba muchísimo a Ricardo, y, si mal no recuerdo, fue una de las pocas personas que valoró a plenitud, en ese entonces, la obra de Ricardo y la efervescencia de ese muchacho joven. Ella por su parte también estaba haciendo rupturas importantes dentro de lo que era el arte y también, como Ricardo, con cierta incomprensión por parte de un grupo bastante grande de personas. No obstante, ella era muy segura, muy firme en lo que hacía, y con una capacidad muy grande de enfrentar los inconvenientes.

Yo no estaba en las artes plásticas en ese momento. Estaba en el colegio. Me acuerdo que hizo una exposición sobre las Puertas Inútiles (Bienal de Sao Paulo, 1967), instalación que había generado gran controversia: Ay, no, ¡esta es una loca!, ¡una chiflada! Laura venía con otras cosas, con otras ideas. Y no era muy querida por la gente. Hipócritamente, le aceptaban, pero no era querida. Era para algunos una «argentina» (por el tono al hablar, que adquirió en sus años de estudio y permanencia en Buenos Aires). La veían como que retornaba dispuesta a invadir un poco el escaso espacio de los artistas plásticos. La verdad que no sé el por qué un día se fue. Quiero pensar que sintió la presión del medio, se dio cuenta que era el momento de partir nuevamente

En ese tiempo, en la calle Palma, en lo que era la tienda Phillips, a media cuadra de 14 de Mayo y Alberdi, había una galería de arte en el entrepiso: Galería Atlántica. Era una de las pocas en ese tiempo y allí exponían artistas de nombre de la época. Se organizaban de tanto en tanto algunas charlas, y me acuerdo que una noche le tocó el turno a Hugo González Frutos, que supuestamente hablaría sobre «qué es el arte». Entre los asistentes estaba Laura Márquez y recuerdo que en un momento determinado pidió la palabra, y se generó un debate que concluyó volviendo puré a González Frutos, pero con sonrisa en los labios y con argumentos muy fuertes. Él tuvo que cortar su charla y dijo que, bueno, que eso es lo que él podía hacer y nada más. Ya al final, la actriz Sunny Joy presentó un monólogo de José Luis Appleyard. Me acuerdo muy bien que para esa época era muy atrevido. Esa noche se me amplió la dimensión del pensamiento de Laura.

Era una mujer que tenía un gran conocimiento de la vida. Recuerdo una de las veces que fuimos con Ricardo a la casa de ella, comentó que no estaba muy bien con su pareja. Que se daba cuenta de que era más joven que ella y de que era normal que él estuviera mirando cosas por fuera de la relación. Ricardo le preguntó si iba a seguir con él, y ella le respondió en forma tajante: «Es que yo sé que él me quiere y yo lo quiero. Y eso es lo que importa, nadie es dueño de nadie. Ninguno de los dos es del otro». Era un pensamiento bastante particular en ese tiempo, en un momento donde la cultura machista estaba muy instalada en el Paraguay, y, sobre todo, la idea de posesión de la mujer por parte del hombre. Y concluyó diciendo: «Mirá, Ricardo, tenés que entender que de todos modos, como artistas, siempre vamos a estar solos. Hay una parte nuestra que no se va a llenar tan fácilmente, y se llama soledad. Y tenemos que saber convivir con ella y quererla, porque tarde o temprano la soledad va a ser nuestra compañía». Ese pensamiento a mí me marcó muchísimo. Con el transcurrir del tiempo me he dado cuenta, tanto por lo que me pasa a mí como a otras personas de mi entorno, que tenía y tiene razón. Vivimos la vida de una forma particular: el arte no es nuestra profesión, es nuestro móvil de vida. Está vinculado a nuestras vísceras, a nuestras nervaduras, de una forma mucho más profunda de lo que nos imaginamos. Y eso lo sigo diciendo en mis clases, porque me marcó.

Me hubiera gustado conocerla mucho más, pero yo estaba aún en el bachillerato y ella ya en otro nivel. Fue una de las personas que marcó mi juventud, de una forma muy positiva, y creo que también reforzó mucho mi postura dentro del arte. Después, yo entré a la facultad y Laura desapareció de mi vida. Pero era re socia de Ricardo, y cuando se fue a los Estados Unidos yo sabía de ella, por Ricardo, que iba a visitarla, que allá no le fue fácil y que seguía en su lucha dentro del arte, muy fuerte y muy firme, sin dar el brazo a torcer. Y sobre todo con una claridad de no entrar en lo comercial, de no entrar al llamado consumismo. Me dolió mucho cuando me enteré de que murió; en verdad. Pero también ya me la imaginaba mayor. También me la imagino, un día cualquiera, sin calendarios ni relojes, sentada ante su soledad, sin su potente voz, sino en secreto susurro, decirle: ¡Ya hicimos mucho! ¡Vamos ya! ¿Para qué más?

*Agustín Núñez es arquitecto, actor, director teatral y dramaturgo, así como formador de actores y directores y fundador del histórico grupo teatral Tiempoovillo, con el que recorrió Latinoamérica desde 1973, y del Instituto de Formación Teatral El Estudio.

*gabrielazf@gmail.com

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