El concepto nivaclé del alma en Miguel Chase-Sardi

A veinte años del fallecimiento de Miguel Chase-Sardi la antropóloga Marilin Rehnfeld expone la importancia de su trabajo sobre el complejo concepto nivaclé del alma como un aporte fundamental a la antropología paraguaya.

Nivaclés danzando, 1908. Fotografía 
de Erland Nordenskiöld.
Nivaclés danzando, 1908. Fotografía de Erland Nordenskiöld.gentileza

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Desde 1965, y a lo largo de varias décadas, el antropólogo paraguayo Miguel Chase-Sardi se dedicó al estudio de la sociedad y la cultura de los nivaclé, realizando periódicos viajes a las distintas zonas geográficas del Chaco paraguayo donde habitaban. Convivió con ellos y llegó a recolectar unos doscientos cincuenta mitos en diferentes versiones, dependiendo de cada región geográfica.

A mediados del siglo XX, el territorio de los nivaclé abarcaba una vasta zona a lo largo del Pilcomayo, y los indígenas tenían amplio acceso a recursos del río, pues las comunidades estaban asentadas tanto en el margen argentino como en el paraguayo. El Pilcomayo fue la principal fuente de vida del antiguo territorio nivaclé. Estos grupos se denominaban los tovok lhavos –«la gente del río»– y se dividían, a su vez, en la gente de río abajo y la gente de río arriba. Otros grupos, como los yita lhavos –«la gente de la selva»–, habitaban la zona de Mariscal Estigarribia, y otros, como los jotoi lhavos –«la gente de los espartillares»–, las lejanas zonas al norte de las actuales colonias menonitas.

Esta distribución territorial comenzó a sufrir los primeros cambios cuando se inició la migración periódica de los indígenas chaqueños a los ingenios de Salta y Tucumán. Sin embargo, continúan teniendo una gran importancia en la sociedad nivaclé actual, puesto que los nuevos asentamientos tienden a formarse en relación a la filiación a uno de estos grandes grupos originales.

En este artículo, analizaremos un trabajo fundamental para la antropología paraguaya: «El concepto nivaclé del alma», que fuera publicado en el Suplemento Antropológico de la Universidad Católica, volumen 5, números 1 y 2, del año 1970. Este notable artículo de Chase-Sardi se centra en el concepto de alma y la función del chamanismo en la vida nivaclé; está basado, como dice el mismo autor, en los cientos de relatos míticos recolectados, en extensas entrevistas a mujeres y hombres ancianos, así como a los últimos chamanes que aún vivían en el Chaco paraguayo en los años sesenta.

El chamanismo nivaclé

Chase-Sardi basa sus estudios de chamanismo en las teorías del gran historiador de las religiones, el rumano Mircea Eliade, quien describió el estado alterado de conciencia, o «éxtasis», experimentado por los chamanes como el rasgo esencial del chamanismo. En su libro Chamanismo: técnicas arcaicas del éxtasis, publicado por primera vez en 1951 (1), Eliade estudia la religiosidad de las sociedades que cuentan con la figura del chamán, al que describe como sanador, médico y sacerdote. Los trabajos de Eliade (1907-1986), que son básicos para el estudio de este fenómeno religioso, examinan la práctica del chamanismo durante más de dos mil años, desde las tradiciones chamánicas de Siberia y Asia Central –donde se describió por primera vez– hasta las de América del Norte y del Sur, el Tíbet e Indonesia.

Eliade define a los chamanes como aquellos que dominan los espíritus a través de su control del «vuelo del alma»; veremos más adelante cómo Chase-Sardi describe este «vuelo del alma» de los chamanes nivaclé, en busca de sanación para sus pacientes. Los chamanes descritos por Chase, los toye’ej, utilizan a las almas como espíritus tutelares que actúan, nos dice el autor, según las cualidades del ser del cual fueron extraídos, y en concordancia con los deseos del chamán. Los antiguos chamanes obtenían su espíritu auxiliar o tutelar de los animales de la selva o de las plantas.

Chase-Sardi denomina «espíritu tutelar» al ser que ejerce alguna tutela, algún cuidado sobre la persona que lo adquiere. El «espíritu tutelar» se adquiere en una ceremonia de iniciación, acompañada de canciones de una persona con fama de maestra. Los hombres –en general– adquieren espíritus tutelares de aves de rapiña o animales de la selva; las mujeres, de pájaros acuáticos o de vegetales.

Los chamanes más poderosos utilizan frecuentemente espíritus de plantas alucinógenas o narcóticas. Se entra en contacto con el espíritu tutelar, como ya dijimos, a través de canciones aprendidas en las ceremonias de iniciación. La adquisición de espíritus tutelares conlleva la obligación de no consumir la carne del animal o pájaro espíritu.

Tal como lo describe minuciosamente Chase-Sardi en el artículo que comentamos, el chamán nivaclé, por su propia decisión, abandona su cuerpo y, montado en uno de sus vehículos espirituales –una flecha, un ave, un animal–, recorre toda la tierra y llega hasta algunos de los siete planos en los que se divide el mundo nivaclé. Se pasea por la Vía Láctea, que es el campo de deporte del cuervo real, o visita la aldea de los muertos. Sus espíritus auxiliares lo defienden en este peligroso viaje. De la misma manera, durante la cura chamánica, recorre el cuerpo de la persona enferma, acosando al espíritu causante de la enfermedad que penetró en su cuerpo. La ceremonia de sanación termina cuando el exhausto chamán extrae el mal del cuerpo del enfermo a través de su boca y lo expulsa a la región cósmica a la que pertenece.

El concepto nivaclé del alma

El chamanismo nivaclé está directamente relacionado con la concepción nivaclé del alma. Todos los seres humanos –y también las plantas, los animales y los objetos, como ropas o utensilios– tienen dobles. El doble se presenta como sombra, reflejo o imagen. Nos dice Chase-Sardi que la sombra que proyecta un cuerpo, así como el reflejo de un paisaje en el agua, están constituidos de una materia muy sutil, idéntica a los seres que duplica. Esta sombra, que Chase –a falta de una palabra mejor, como él mismo confiesa– denomina «alma», es idéntica a su portador no solo en la apariencia, sino también en las cualidades. Todos los seres humanos tienen dobles, pero el doble es a la vez uno y triple: en primer lugar está la médula; después, rodeándola, está la cáscara, una dura coraza que protege a la médula; y en tercer lugar está la sombra.

Uno de los primeros antropólogos que estudiaron el animismo, Edward B. Tylor, afirma que la utilización del término «sombra» para designar el «alma» es muy frecuente en las múltiples culturas que existen en el mundo. «Así, en Tasmania la palabra que significa “sombra” se usa también para decir “espíritu”; los algonquinos describen el alma de un hombre como otachchuk, su “sombra”; la lengua quiché utiliza natub para “sombra” y “alma”, y en arahuaco ueja significa “sombra, alma, imagen”» (2). Es interesante recordar, como me comentó un colega amigo, que, etimológicamente, la palabra «imagen» viene del griego «imago», copia, retrato y, también, sombra.

Para los nivaclé, según Chase, las almas están vinculadas a la salud y a la vida del ser humano; su función principal es mantenerlo vivo, con ánimo, con energía, sin dolores: ese es el oficio de las almas. Si faltara alguna de las tres almas –por ejemplo, la sombra–, el hombre, incompleto, se sentiría enfermo. Ahí entra en función el chamán, reintegrándole el alma perdida, puesto que, si no lo hace, el enfermo morirá.

Las almas también pueden abandonar el cuerpo de una persona por su propia voluntad. Sobre esto, Chase-Sardi nos cuenta que, por ejemplo, si al volver de cazar o pescar una persona se siente cansada de manera excepcional o tiene fiebre, es señal de que una de sus almas le ha abandonado; entonces, debe ser reintegrada a su cuerpo.

Los estudios de Mircea Eliade han sido criticados por aquellos etnógrafos contemporáneos que enfatizan la diversidad de los chamanismos en el tiempo y el espacio y ponen énfasis ante todo en la dimensión política del chamanismo, a veces en detrimento de la función médica y sanadora del chamán. Sin embargo, persiste en el tiempo el trabajo original de Mircea Eliade sobre el chamanismo y su tesis de que los chamanes a menudo han superado una grave enfermedad, que a veces implica la pérdida y recuperación de su alma, o incluso la muerte y el renacimiento espiritual, lo que les vuelve más sabios sobre el reino espiritual.

Chase escribirá, con Charles A. Wicke, en 1969, Análisis componencial de la terminología de parentesco chulupí (ashluslay), contribución muy importante para nuestro entendimiento de la estructura de parentesco nivaclé. En 1972, publicará el articulo Breves notas de campo sobre algunos deportes Nivaklé, obra pionera en el estudio de los deportes indígenas. Ciertamente, solo he citado algunos de sus artículos iniciales, publicados en los años sesenta; las páginas del Suplemento Antropológico de la Universidad Católica de Asunción contienen numerosos artículos de su autoría, no solo sobre los nivaclé, sino también sobre los macá, los chamacocos, los ava-guaraní, abarcando áreas muy diversas, desde el derecho consuetudinario hasta la situación socioeconómica de los indígenas del Paraguay, pasando por la economía nivaclé, entre otras.

Concluyendo, el trabajo de Chase que comentamos constituye uno de los primeros estudios, al lado de los de Susnik, sobre chamanismo chaqueño, y un aporte fundamental sobre la cultura nivaclé. Sería interesante estudiar si existen indicios de que los seres tutelares del chamanismo indígena hayan pasado a la mitología popular, especialmente campesina –quizá el ser tutelar se haya convertido luego en el santo que se elige como abogado; pero esto será objeto de otro artículo.

Bibliografía

Mircea Eliade: Shamanism: Archaic Techniques of Ecstasy, Princeton University Press, 1964.

Edward B. Tylor: Religión in Primitive Culture, Nueva York, Harper Torchbook, 1958.

Miguel Chase-Sardi: «El concepto nivaklé del alma», Suplemento Antropológico de la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción, vol. 5, n. 1-2, Asunción, 1970.

mrehnfel@rieder.net.py

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