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Qué podemos decir de Cristino Bogado, poeta, escritor, promotor y comentarista cultural, bohemio impenitente, flâneur asu-lambareño, buceador de almas humanas, Dandy Maká inquieto, azorado y extraño bajo su cielo paraguayensis. Tengo hoy el placer de escribir unas palabras acerca de su nuevo libro, que, con el expresivo y acertado título de Poema Rendy, da a conocer un monumental canto poético.
Digo acertado y expresivo porque su obra es un vasto corpus expresado con las pulsiones ardientes y descarnadas de su poiesis. Él va enhebrando el hilo de Ariadna por los más intrincados vericuetos de su íntimo laberinto infinito, poblado de mitos universales, religiones, filosofías, antropología, referencias a escritores, filósofos, ascetas, conquistadores, chamanes, héroes, santos y malditos, así como una profusión de citas de las más variadas obras universales, de códices, textos incunables y rarezas bibliográficas. Su libro es un gran fresco cosmológico, cuya esencialidad está dada por la honda significancia de lo que es poesía, expresada en este tiempo ensombrecido por una angustiosa y opresiva existencialidad.
Cristino se explaya con absoluta libertad, sin límites, prejuicios ni ambages, sobre todo lo que no se encuentra en las definiciones de los cánones tradicionales del saber, afirmándose en el carácter propio de la realidad del ontos. En su delirio verbal, expande la palabra más allá de la delimitación lingüística, en rítmico vaivén, juegos fonéticos, asociaciones semánticas de carácter insólito. En tal sentido, lo sugerente, vital y crucial de esa palabra encendida, vaticinadora, desborda el fluir dinámico de su propio numen creador. Lo hace «con ese placer vaporoso que atenúa la profundidad de la mirada, que no duda en transigir con la naturaleza, que anhela ir a la deriva de los objetos de la realidad», como él mismo devela en su poema Negro aullido, incluido por el escritor Douglas Diegues en el libro colectivo Diversidad poética en el Paraguay, editado a través del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (Fondec).
La psicoanalista y escritora Mara Vaccheta Boggino, en su ensayo Psicoanálisis y poesía, manifiesta: «un sistema de lenguaje sería un sistema ficcional que serviría para categorizar aproximativamente aquella parte de la realidad (lo Real según Lacan) imposible de ser agotado por la palabra». Cristino transgrede y deslía la palabra en un rodar alucinante, pues el texto, pleno de personificaciones, metáforas, metonimias, aliteraciones y figuras hipérbolicas, va más allá del significado habitual del objeto nombrado y de las cosas. Incisivo, mordaz, enemigo del cliché, con esa causticidad que le es propia, poetiza, conmueve, sublima, filosofa, inquiere, critica; disecciona con ojos de zahorí la realidad fragmentada de todo aquello que está en la gran vida no catalogada.
El yopará, el lenguaje de las culturas indígenas, ese lenguaje cosmogónico estructurado en símbolos y mitos, los neologismos que suenan a lo largo del poemario, originales y vigorosos, sarcásticos e irónicos, otorgan a su prosa de largo aliento un tratamiento de vanguardia primitiva y contemporánea a la vez, con matices neobarrocos y un collage de variopintos términos.
El ontopoético de Poema Rendy está trasuntado en su propia vivencialidad, ese instante abierto, agónico, para ir al siguiente, exaltado, arrojado y vertiginoso, haciendo frente a lo incierto, a lo desconocido, «vacilando sobre la cuerda de una mirada», al decir del propio Cristino.
La metapoesía de Bogado es salvar el instante, cruzar la línea e ir hasta el fondo de las oceanidades del alma, es salvar la corporeidad del ser. Así, este canto de los cantos es como un largo sueño del poeta transmutado en personajes, deidades, duendes, fantasmas y mitos que lo seducen, persiguen y acompañan insomnes en el largo y azaroso viaje del yo poético transmutado en otredad: «si viajara en el tiempo me gustaría verme como el Pseudo Dante / arrancando las rosas de las leonoras y melusinas en espera / de sus trovadores / mudo y deslenguado porque todo poema es epitafio». Y se convierte en epitafio cuando escribe acerca de ese instante abierto y campal que ofrece el poema, para seguir reescribiendo con lumbre de sol en el resquebrajado muro de los profetas. «Os cuento que mi Gloria / Es única: / La Poema / auténtica / es flor de un solo día / brota en la boca / del agonizante / su aliento más puro y final / en el oído / de un pariente piadoso / o con suerte apoteósica / en el ebúrneo caracol de una dama sin mercy / que se la guardarán / como tesoro de los nibelungos / hasta la conflagración definitiva».
Acerca del valor simbólico del sueño y la realidad, el poeta lo intensifica paradójicamente: «por eso entre la pena y la muerte / el espejo y la copa / prefiero la segunda alternativa / yo que soy la borrachera y el alcohol / ese que cuando sueña no sueña que sueña, y cuando no sueña no sueña que no sueña». Volviendo al ensayo Psicoanálisis y poesía, Mara Vaccheta refiere en él que, en efecto, hay decenas de anhelos cotidianos que no pueden realizarse y se cumplen fantaseadamente de forma onírica, favoreciendo un «equilibrio» gracias al cual el soñante puede seguir apostando por este valle de lágrimas. Por otro lado, en Las Peras del Olmo Octavio Paz manifiesta que «la poesía sigue siendo una fuerza capaz de revelar al hombre sus sueños y de invitarlo a vivirlos en pleno día. Al expresar esos sueños, nos invita a la rebelión, a vivir despiertos nuestros sueños: a ser no ya los soñadores sino el sueño mismo». En consecuencia, el fragmento poético de Bogado infiere, en vivir la vida como un gran sueño, entre vigilia, sueño y realidad, vernos frente al espejo de los días, despiertos, vivaces, siempre ensoñadores, aunque sea una ilusión, un autoengaño, para seguir adelante, abriendo la brecha en el devenir cotidiano.
En su libre asociación mental de ideas-pensamiento, Cristino va de un tema a otro, exultante de imágenes y visiones, de confrontación de la realidad con la imaginación. En uno de los fragmentos estróficos, rinde homenaje al director de cine norteamericano Sam Peckinpah, refiriéndose a uno de sus recordados filmes de culto. «Tráiganme la cabeza de la Poema, / tráiganme las moscas amaestradas y sin paga / de Peckinpah el poeta loco».
Lo sexual, lo erótico, omnipresente en el conjunto de su obra, no se agota nunca, es el élan vital, declaración de independencia libre de tabúes, represiones y convencionalismos sociales. El bardo se rebela contra los conservadores atavismos generacionales que ocultan esa condición orgánica inevitable que es la sexualidad, inherente a la propia naturaleza humana, y el erotismo, que es una socialización de la propia sexualidad. Guyau, el filósofo francés, en su célebre Esbozo de una moral sin obligación ni sanción, nos dice que la naturaleza no castiga a nadie, que es un gran mecanismo siempre en marcha que la voluntad del individuo no podría entorpecer ni un instante; tritura tranquilamente al que cae en sus engranajes; ser o no ser: no conoce otro castigo ni otra recompensa. Así, desde la otredad, su yo poético declara contra los oscurantistas que ven «el sexo como el gran Mal» que hay que ocultar. Metafóricamente elocuente es la estrofa que expresa: «La juventud raptada por su obsesión / Pero no podía vadear sururucar el río-mar que me separaba / de sus goces / Nunca pude aprender a usar la jerga para pescar sus sirenas, / Sus melusinas, sus Maitê Proença, sus Coca Sarli, / sus celestes uiáras… / Quedé así apartado, al borde de su palacio, poeta voyeur, mudo, / infante, autista, deslenguado, extranjero, disléxico / al lado del Poema que sempiternamente mira a la Mujer desde lejos, / a su impenetrable mujer / Isolda de mi juventud perdida en vanidades / Ninguna póra o el curupira de dientes color musgo / me enseñaron el camino del Dorado / allí donde el gigante de Urucú guardaba a las gélidas Andrómedas…». Por otro lado, resalta que en el poema, al igual que el sexo, «nunca hay satisfacción», pues «Si hubiera satisfacción el poeta dejaría de escribir / Viviría con el laurel del orgasmo del Poema definitivo». Ve que en el sexo, como en la poesía, existe una retroalimentación continua del éxtasis, el delirio, la sublimación afectiva y carnal, como forma de subsistir, de favorecer la dualidad ánimus-ánima.
Para concluir estas palabras sobre su nueva creación, debo expresar que Poema Rendy es un canto a la verdadera poesía, íntima, física, orgánica, vital, esa que, libre de eufemismos y purismo cultural, está en el canto del «…ruiseñor, poeta del amor inconsolable / la cigarra griega / la abubilla de pico letrado / el chingolo de Lugones / el mainumby (colibrí) primigenio de los guaraníes / mainó entre los mby’a-guaraní…», del «…chonó-kybwyrá de los aché / el bulbul persa…», del «…parakáu de Rosicrán», del «universo como un solo gran poema infinito que declamamos todos».
Cristino, con su presente poemario, tiene mucho que decirnos tras las veladuras de sus imágenes, su perseguir los enunciados de los contrarios significantes, a la deriva tras los objetos de la realidad, de lo que es y podría ser. Al final del maremagno de alquimia verbal que nos presenta hay un hálito neorromántico, un suspiro y un alivio, una mirada amorosa al desafío de saltar al siguiente campo de batalla, hecho despojo de carne viva en un tiempo en sombra. A pesar de todo, ante el gris horizonte que nos envuelve, nos dice con aire melancólico y un dejo de ternura: «En la bruma tibia de un aliento de muchacha encontré mi poema».
Cristino Bogado
Poema Rendy
Asunción, Editora de los Bugres, 2021
75 pp.