«Ya vuela el colibrí»

Hoy El Suplemento Cultural dedica un número especial a la memoria de uno de sus más valiosos amigos y colaboradores, el escritor y sociólogo Miguel Ángel Méndez (Asunción, 1975-2020), a un año de su fallecimiento, ocurrido en enero del 2020. En este artículo, el poeta Carlos Bazzano escribe sobre la última obra literaria de Miguel, póstumamente publicada, Hotel murió / (S)obras completas. Un poemario que «bajo ningún sentido es un objeto de consumo».

Miguel Ángel Méndez (Asunción, 1975-2020)
Miguel Ángel Méndez (Asunción, 1975-2020)Archivo, ABC Color

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Querido Miguel, todo este tiempo he pensado en vos, pero hace mucho que no escribo, y espero comprendas algunas incorrecciones en estas líneas sobre tu última obra, póstumamente editada, Hotel murió / (S)obras completas. Además de la falta de práctica, me cuesta describir el vacío que dejaste. Mejor me remonto a unos veinte años atrás, cuando todos nosotros empezábamos y vos nos ayudabas a no tener miedo de escribir y pensar en personajes imaginarios. Quedemos en que hablaré de tu obra y pensaré en vos, como cuando nos escribíamos correos hasta hace poco, pero pensaré que me dirijo a otro, a un usted con camisa y corbata, a alguien no tan cronopio ni tan esperanza, que siga estas meditaciones dentro de la realidad que, como siempre supiste, delira.

Ahí voy. Le confieso que escribo después de años y lo aquí escrito va dedicado a mi querido Miguel Ángel Méndez. Cuando inicié la lectura del libro que hoy comento, encontré un espejo que me dejó estremecido ante su franqueza, ante una sustancia que prevalece, un libro que se sostiene, sonríe y llora. Que en realidad es dos libros en uno. En la página dos de ambos, el autor fue claro: «La presente colección de poemas tiene los derechos autorales abiertos para su impresión y distribución gratuita». Es el regalo poético de Miguel Ángel Méndez: la distribución gratuita fue una característica básica de su posición artística y ética en décadas de entrega a la poesía y la revolución. Sí, poesía. Miguel Ángel Méndez era un poeta como pocos. Creo que hay un tipo de poesía que queda, la que se relaciona con la condición humana, y en muchos casos es en apariencia sencilla. Pero ojo, no se distraiga, la poesía fue inventada por profetas y eso poca gente lo sabe, muchos pueden simular ser profetas, pero pocos lo son. Miguel, el profeta del barrio donde todo sale mal, nos invitaba a otra realidad.

Cuando leí este libro que son dos libros, quedé estremecido ante su fuerza y su fragilidad. Releo a Miguel y pienso en él y en el colibrí conector de sus poemas, y me cuesta escribir, pues Miguel se ha transformado en colibrí hace un año… El colibrí no extingue la niebla, pero sabe volar en esta para buscar flores, alimentarse, construir el nido.

El tipo de poesía que eligió Miguel no es fácil. Su actitud poética precisa coherencia para elaborar tantos sentimientos, pensamientos y acciones. Miguel pensaba que sin esa coherencia no existe poesía. Miguel fue un sincero poeta iconoclasta cuando era preciso, revolucionario si era lo necesario, e increíblemente melancólico, enamorado, sincero e irónico; gracias a poetas como él sigue habiendo ese tipo de poesía que de vez en cuando nace y nos hace sentir que nuestra visión del mundo se estremece.

Miguel Ángel Méndez Pereira (Asunción, Paraguay, 1975-2020).
Miguel Ángel Méndez Pereira (Asunción, Paraguay, 1975-2020).

Hotel Murió y (S)obras completas están ligados entre sí, y la aparente sencillez de los versos nos ayuda a ingresar a un mundo complejo y único, a una metáfora suprema. Los títulos de los dos poemarios remiten a la generación de los 90 y a la editorial El Ombligo del Mundo. (S)obras completas alude a una antología de un medio de difusión literaria llamado La Cigarra Afónica. Veinte años atrás, a instancias de Miguel, tuve el honor de hacer el primer y último mediólogo de mi vida (en vez de prólogo) sobre dicha (S)obra, y compartir un poema. Solo Miguel nos daba la confianza para escribir en esa lejana época del Espacio Sajonia. (S)obras fue una de las muchas ediciones autogestionadas que impulsó Miguel. Hotel Murió hace referencia a la otra cara de Sajonia y a una de las reuniones semiclandestinas del extinto Club de Literatura de la Facultad de Filosofía y Letras, donde teníamos nuestros rituales poéticos y donde alguna vez un poeta llamado Rolando Franco nos leyó un poema con ese título. De esto hace más de veinte años, hace muchas páginas de un libro que a veces se deshoja y cuyas páginas a veces se repiten.

En los títulos de portada el poeta juega con el pasado. Sin embargo, en ambos poemarios nos presenta el proceso desarrollado de su mirada estética. El juego y el fuego de las palabras aparecen para mostrarnos la síntesis y el vaticinio de una generación que lentamente se apaga, y para lograr esta síntesis, para sublimarlo todo, el poeta nos presenta un estado mental, una sensación estética que algunos lectores llevamos dentro, muy dentro. Por eso, le recomiendo que trate este libro con cuidado: sus palabras sangran, sus versos palpitan y algunas imágenes están cansadas de llorar. La metáfora es tan frágil como explosiva. El poeta sigue viviendo en el barrio donde todo sale mal; sí, ha cambiado la dirección, pero la ciudad no ha cambiado para bien:

«…hogueras arden al pasar

nadie en la ciudad

recorro sin alas las vidrieras

con la mirada del que ya no tiene qué mirar».

El poeta se ha mudado a «la avenida del Hastío casi Nuestra Señora de la Ansiedad», sabe que no vivimos en la misma dirección y que quizá tenemos algún tapujo en acercarnos; desde ahí nos dice:

«no tengas miedo de los locos

solo somos faros al pasar».

El faro habita una ciudad que puede ser cualquiera, con sus cenicientos, sus cíclopes-obreros, sus lázaros, sus Zeus, pero siempre usa los mismos zapatos, siempre busca una chamán, siempre está atento al colibrí y siempre vuelve a un barrio de dinosaurios cruzándose con arcángeles ebrios.

Ante esta situación insoportable, dice el poeta:

«(...y me pregunto:

—¿Carajo, hasta cuándo?

Y entonces pienso que vomitar es un lujo

de los ricos de esta sociedad)»

En ambos libros encontramos como conectores alusiones bíblicas utilizadas, al igual que las citas y los intertextos, como recursos poéticos. Sutil irreverencia de un rebelde insumiso que ama en una polis donde la mayor fuerza y el mayor dolor es amar.

«Juntar

el milagro de tu voz en el teléfono

con el de los panes y los peces».

Hermoso y terrible, el autor nos dice que espiritualmente estamos para amar y que materialmente si amamos sufriremos mucho porque:

«nuestros nombres son claves

que construyen personalidades

las cuales

al tótem del mercado

con virtuales perfiles

satisfacen»

Miguel Méndez integró la Generación de los 90.
Miguel Méndez integró la Generación de los 90.

La lectura se vuelve vertiginosa cuando en otro nivel observamos códigos y señales presentados por el poeta. Los sutiles intertextos, alusiones y conexiones entre versos de cada libro y poemas de ambos libros. Merecen mención aparte las apariciones nada fortuitas de Soda Stereo, Charly García, Sabina, Leopoldo María Panero, Roque Vallejo, Foucault, Huxley, Daniel Johnston y la realidad, el Cid ya no campeador, el Quijote y la ínsula de Sancho, el dadaísmo, los mencionados pasajes bíblicos, Nietzsche, Calamaro y Fabio Zerpa, y el Tío Gervasio, que está sin estar, o algunos heterónimos de Méndez, como Natalio Ruiz. Las imágenes conectoras que más me emocionaron son las de los zapatos y el colibrí.

«Sus zapatos saben de ella más que ella misma

recuerdan sus caminos andados

los polvorientos

los empedrados

los asfaltados».

En Hotel Murió, un poema presenta los zapatos del poeta:

«Mis zapatos solitarios

andan las calles que nos vieron juntos

extrañan el compás de tus pasos

en su andar sin rumbo».

En uno de los poemas de (S)obras Completas se nos dice del tiempo y la literatura:

«Después de tanto tiempo

sólo soy un puñado de letras

poemas, metáforas y rimas

llantos sin ninguna risa

horóscopo en tinta china».

Sin embargo, el poeta aclara que

«No hallará en esta tierra

nuestro amor el fin

pues más allá de las estrellas ya vuela el colibrí».

Ya vuela el colibrí. Ese colibrí, como tatuaje sensual, siempre buscó sabiduría, y para eso el eros es un elemento más en el horizonte poético. El colibrí vuela, quizá obnubilado y entristecido por las luces de neón de la ciudad, que solo ilumina lo empobrecida que está y la nostalgia del amor, la revolución que no nace. El poeta mira al colibrí, pero camina con las alas amputadas, triste.

Recomiendo por eso meditar en que este poemario bajo ningún sentido es un objeto de consumo. El poeta aquí presenta un presagio, una metáfora en una ciudad construida por el mercado. Hoy el mercado impone un tipo de poesía que pronto quedará en el olvido, y es lógico, cierto arte es como los teléfonos celulares, que en pocos años caen en desuso. Lo indiscutidamente más nuevo está condenado a convertirse en lo indiscutidamente más desfasado. Sin embargo, estoy seguro, cuando nuestra época pase, algo resistirá en materia poética, como lo trabajado por Miguel Ángel Méndez.

Querido Miguel, aún con el dolor de tu partida, me suscribo humildemente a las palabras del equipo del Cooltural, semanario dirigido por la poeta Montserrat Álvarez: «Por los sueños, que son lo único serio de esta vida, por una sociedad diferente, nueva y libre, Miguel. Por un mundo mejor, que un día te merezca, como nosotros no pudimos hacerlo».

Atentamente,

Carlos.

carlosbazzano@gmail.com

Local del extinto Espacio Sajonia XXI, Dr. Paiva casi C. A. López, Asunción.
Local del extinto Espacio Sajonia XXI, Dr. Paiva casi C. A. López, Asunción.
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