El virus tiene la palabra

El martes 10 de marzo parecía un día más. Guaraní estaba cumpliendo una buena campaña en el Torneo Apertura y en la Copa Libertadores. Esa tarde vi en el Cine Villamorra una excelente película, opera prima del compatriota Hugo Giménez, Matar a un muerto, ambientada en la dictadura de Stroessner. Al atardecer, mi café en el Villamorra Shopping.

El virus tiene la palabra
El virus tiene la palabraArchivo, ABC Color

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Y el miércoles 11 de marzo nos cambiaron todas las reglas. Aprendimos a hablar de coronavirus, covid-19, cuarentena, mascarillas, distanciamiento físico, lavado frecuente de manos, insumos médicos y hospitalarios, casos positivos del exterior, contactos y sin nexo, y auscultar cuándo llegaremos al pico. Julio Mazzoleni y Guillermo Sequera se convirtieron en figuras de elevada presencia mediática y los escuchamos como al Oráculo de Delfos.

Los periodistas competimos por ver quién sabe más de infectología y epidemiología. Y analizamos en detalle cada tuit diario de Mazzoleni. Ya nada sería igual. La economía de una parte importante de la población se fue a la División Intermedia, por no decir a la C.

Alcibíades González Delvalle (Ñemby, 1936), escritor, dramaturgo y periodista, con la maestría y excelencia que le caracterizan nos regala un conjunto de cuentos, monólogos y breves piezas teatrales que toman la temperatura de esta cuarentena con humor, ironía y una incisiva mirada escéptica hacia la condición humana. El volumen se llama Yo, el coronavirus (Servilibro, 2020).

«Me presento con los dos nombres que me dieron: coronavirus y covid-19. Soy de la legendaria China Continental. A ver quién dice ahora que las marcas chinas son descartables, que así nomás se las puede desechar. Mido apenas cien millonésimas de milímetro y comparen ustedes este volumen con la más poderosa de las bombas. Estas, todas juntas, no sirven para detenerme» (p. 15). Así comienza el cuento que da nombre al libro. Es estupendo el monólogo de este inesperado visitante cuando se burla de lo que Julián Carrón, de la católica Fraternidad de Comunión y Liberación, llama la «soberbia tecnológica» de este siglo (El despertar de lo humano. Reflexiones de un tiempo vertiginoso, 2020). Un virus nos puso de rodillas.

El cuento Gracias al coronavirus es para una antología de cuentos del absurdo y la incomunicación. Un matrimonio se ve obligado a pasar más tiempo juntos. Es hilarante. Hablan sin dialogar. Gracias por el coronavirus es una obra maestra que disecciona en forma brillante estos tiempos de hiperconectividad e incomunicación. Ojalá pronto la veamos representada por algún grupo teatral.

Mi hermana Ana Martini, escritora y egresada de Letras de la Universidad Católica, me envió un correo electrónico referente a este cuento. Una parte dice así: «Transcurre en un solo espacio, el comedor de la casa, donde una pareja de muchos años, obligada a dialogar por el impedimento de salir, descubre que ya nada sabe el uno del otro… Se han convertido en personas extrañas, desconocidas, invisibles. Nos parece ver esta escena en el poema Desayuno, de Jacques Prévert: “Echó café en la taza, echó leche en la taza de café, echó azúcar en el café con leche, sin hablarme, sin mirarme”».

Y para qué contarles lo que es el cuento El coronavirus y Don Quijote. La esposa preocupada por la desgana del marido. Este está inquieto por su bar y su restaurante, que están cerrados. Hasta que de repente comienza a leer Don Quijote de la Mancha. Y no les cuento más. Desopilante y con una pizca de humor negro.

En El encierro, una mujer empieza a redactar lo que parece un diario personal. Solo la última frase del relato resuelve el enigma. En violencia familiar nos encontramos con el monólogo de una mujer casada dispuesta a dar un giro radical a su vida. En un pasaje dice que «la epidemia somos nosotros mismos» (p. 60).

Y así cada relato de Yo el coronavirus, todos breves, son un arte mayor de contar historias.

Lectura más que recomendable para estos tiempos inciertos.

Escuchando Y cómo es él, de José Luis Perales. Este tema aparece en uno de los cuentos.

Eso sí, el coronavirus no cree que después de su paso los humanos cambiemos algo: «todo vuelve a la normalidad anormal: de nuevo el hombre convertido en el enemigo del hombre. El que más dinero tiene, no se detendrá hasta no dejarle ni un céntimo al más pobre» (p. 17).

Alcibíades González Delvalle.

Yo, el coronavirus

Asunción, Servilibro, 2020

carlosfmartini@gmail.com

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