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El asesinato del afroamericano George Floyd en Mineápolis, Minesota, el 25 de mayo –que sucede casi inmediatamente a los de Breonna Taylor en Louisville, Kentucky, en marzo, y Ahmaud Arbery en Brunswick, Georgia, en febrero– ha desatado una ola de protestas en su país y el mundo. Muchos aspectos de lo que está pasando merecen atención y debate, pero hoy nos centraremos en uno: los saqueos.
No solo porque a fines de mayo Trump tuiteó que a los «saqueos» («lootings») seguían los «tiroteos» («shootings»), amenazando a los manifestantes con violencia militar (Twitter no eliminó el tuit, por cierto; solo le adjuntó la advertencia de que infringe sus normas de uso), sino también porque –además de Trump– los muchos que jamás llaman por su nombre a los grandes saqueos de unas élites que no pagan por sus crímenes hablan ahora con sospechosa rabia de estos saqueos de gente anónima.
Junto a las manifestaciones contra este crimen dentro y fuera de Estados Unidos hay brotes desorganizados de violencia espontánea. Se los cita para desacreditar todo el movimiento y el hastío que expresa, hastío de un sistema que condena a muchos a jugar con desventaja, al tiempo que, por paradoja, se critica que no guarden relación con la injusticia que ha dado pie a este movimiento –tácito reconocimiento de que está justificado–. Fuera de ese primer argumento que se refuta a sí mismo, se señala que implican –en tanto robos de productos no esenciales para la subsistencia– la aceptación del modelo de sociedad contra el que se está protestando, cuya economía se basa en el consumo. Pero dado que este modelo alienta tal apetito de bienes superfluos mientras priva a muchos de lo necesario para satisfacerlo, ¿qué expresaría mejor sus contradicciones que la irracionalidad, alimentada sistemáticamente por nuestra cultura, de los saqueos? Se reprocha también que muchos se ensañen con pequeños negocios que quizá no sobrevivan a los perjuicios causados. Sin embargo, que los deseos de quien puede pagar están por encima del bien común es el principio oculto de un modelo de comportamiento económico que la ley respalda, la moral legitima y la sociedad aplaude: «si puedo consumir lo que deseo, que otros no puedan no es asunto mío» es una norma tácita perfectamente compatible con la destrucción de una tienda de barrio –son tiendas destruidas a diario, además, no por pedradas ni saqueos sino por lo que, sumando al daño material la ofensa, se llama «legítima competencia»–.
¿Qué impulsa los saqueos que no nacen del hambre? ¿El deseo de ponerse treinta pares de Nike? ¿O la consciencia de que, si la ley no respeta la vida, no se puede respetar la ley? ¿O el desengaño de las promesas falsas del sistema?
Si la mayoría de las protestas que sacuden ahora el mundo comunican conscientemente sus mensajes –«No al terrorismo policial», «Basta de racismo», «Black Lives Matter»–, en los saqueos no existe ni un mensaje ni la intención de comunicar nada. Pero esa misma nada es su mensaje: que no tienen mensaje, que no proponen críticas ni alternativas, que son ruido y frenesí del inconsciente, movido sistemáticamente desde arriba por hilos ahora de repente desatados, y que salta así a escena en baile de títeres sin dirección alguna. Acumulación, consumo, afán compulsivo de llenar carritos son –no ahora, sino siempre– solo eso, meros gestos de una larga pantomima sin sentido.
Los conservadores –los que dicen «esto es vandalismo, violencia, rapiña», etcétera– eligen no ver que tanto los saqueos como el orden que ellos pretenden oponer a (y defender de) los saqueos siguen las mismas obscenas normas secretas, respetadas como legítimas solo si se sujetan a los mecanismos habituales en provecho de unos pocos. Los progresistas –los que dicen «es el único modo que tienen de expresar su malestar», etcétera– eligen no ver las sombras en los brotes de violencia desorganizados, su fondo desesperado, su automatismo psicótico, para reducir su misterio al viejo esquema de las circunstancias que les permiten explicarlo todo, una y otra vez, como simple reacción contra ellas.
La compra es la manera moralmente aceptada de saciar los apetitos de consumo. Comprar es comprar respeto, de diversa calidad y en diverso grado: que tus medios para consumir mediante la compra los tienes por tus méritos lo presume y te lo da a entender el consenso social con elocuencia proporcional a lo minoritario y selecto de tu consumo. En cambio, si tu acceso a esos medios es bloqueado por cualquiera de los factores que para muchos lo suelen bloquear, se te impedirá consumir del único modo moralmente respetable lo que se te empujará a desear. Y se te culpará a ti, y no a los naipes que te repartieron, por no poder hacerlo. Por supuesto, se te culpará también si robas lo que no puedes comprar; ergo, ¿qué más da? No hay modo de que no pierdas en este juego.
A los que lucran sin pagar salarios dignos, a los que lucran con la desgracia general alzando los precios, a los que lucran con los productos del esfuerzo de aquellos catequizados para que estén agradecidos de trabajar, nadie los acusa de robar ni de saquear. Los saqueos de las tiendas se condenan más que el gran robo que se consuma bajo el capitalismo. Nadie llama ladrones a los que reducen costos para mantener o aumentar sus beneficios mientras millones de personas enfrentan hambre, desalojos y muerte. Muerte, porque los que juegan con ventaja en el sistema no solo cometen robos: cometen asesinatos, solo que nadie los llama asesinatos ni robos porque esos términos se reservan para denostar a los que saquean y robarles así a otros hasta el derecho a expresar su frustración, su bronca, su confusión, su estupidez, su locura, su desengaño, el sinsentido de su vida, lo que sea, del modo que les dé la gana.
Estimado careta, no seas cobarde: olvida los saqueos de tiendas y condena el robo cometido desde el poder al amparo de un sistema que empuja a la gente a tomar por la fuerza lo que es suyo por derecho, derecho garantizado muchas veces por una ley que no es más que letra muerta. No seas hipócrita, olvida los saqueos de supermercados y condena, con mucha más fuerza, el robo de arriba abajo que ampara el capitalismo.
Olvida los saqueos. Hoy, jueves 4 de junio, mientras escribo esto, en México el hermano del albañil Giovanni López confirma que este fue asesinado por la policía. Se lo llevaron entre cuatro, arrestado, en una patrullera, por no tener tapabocas. Hoy, jueves 4 de junio, los niños y niñas bien, seres de luz, trotan sin tapabocas por mi barrio. A Giovanni López se lo llevaron porque era albañil. Se lo llevaron porque tenía la piel morena como casi todos los latinoamericanos. Se lo llevaron porque era pobre. No seas miserable y olvida los saqueos, que aquí se están cometiendo asesinatos.
Ignoremos a los que condenan los saqueos cometidos en el caos de una revuelta sin ver los grandes saqueos que nadie osa llamar tales. Que llaman «democracia» a un orden en el cual no todas las personas son iguales ante (el brazo armado de ) la Ley y en el que los abusos policiales desmienten la igualdad que las normas pregonan. A pesar de la pandemia, de los toques de queda, de los gases lacrimógenos, de la Guardia Nacional lanzada a reprimir con violencia autorizada por el gobierno tomando por pretexto los saqueos, mayo terminó con el presidente de Estados Unidos, Trump, escondido de la justa indignación de la gente en el búnker de la Casa Blanca. Comienza junio, y los símbolos del poder del capital y del estado –comisarias, centros comerciales, tiendas, bancos…– arden en llamas mientras millones de personas protestan en las calles por el asesinato de un afroamericano pobre, desempleado, maltratado brutalmente y muerto solo porque parecía sospechoso de haber pagado algo con un billete falso de 20 dólares en un local de comidas. La vida importa. Cada vida importa. George fue asesinado por la policía. Giovanni fue asesinado por la policía. Miles han sido asesinados por la policía. La policía protege a los ladrones. Los niños y niñas bien trotan sin tapabocas en sus barrios elegantes y ningún policía los detiene. Los verdaderos saqueadores y ladrones son esos a los que nadie se atreve a condenar. #GiovanniLópezFueAsesinado #GeorgeFloydWasMurdered #BlackLivesMatter. Si no hay justicia, que no haya paz.