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Como su cumpleaños es el martes, nos gustaría hablar de Moto Hagio, del Grupo del 24, movimiento que abrió las puertas –o las páginas– del manga a las chicas creando historias y personajes con los que podían identificarse sin caer en tópicos y ayudó así a reducir o evitar discriminaciones contra algunos sectores del público lector, además de desatar un boom del shojo, género de manga dirigido a las adolescentes.
Moto Hagio nació el 12 de mayo de 1949 en Omuta, ciudad de la prefectura de Fukuoka, en la isla de Kyushu, y a comienzos de la década de 1970 compartía un depa en Tokyo con su amiga Keiko Takemiya. En esos años de juventud, una vecina, Norie Masayama, les hizo conocer el mundo del amor homosexual a través de las páginas de Barazoku. Esa revista les inspiró unas creaciones propias que –en parte debido a que el shojo entonces era creado por mangakas varones, como Osamu Tezuka o Leiji Matsumoto– fueron toda una novedad.
El Grupo del 24 debía su nombre al año de nacimiento de la mayoría de las mangakas que lo integraban: el año 24 de la era Showa –nuestro 1949 (por eso, también se las llama «las del 49»)–, y además de revolucionar el shojo en temas y en estilo, marcó la primera entrada significativa de mujeres mangakas a esa industria.
Desde su debut con el manga Lulu to Mimi en 1969 en la revista Nakayoshi, Moto Hagio lleva más de medio siglo creando obras como, entre otras: 11-gatsu no Gymnasium (1970-1971), romance juvenil homoerótico; Poe no ichizoku (El clan de los Poe, 1972-1976), otro romance, en este caso entre jóvenes vampiros, que comienza en el siglo XVIII y llega hasta el siglo XX (se extiende, para ser exactos, desde el año 1744 hasta 1976 –es decir, hasta el presente, hasta el tiempo en que la serie estaba siendo concebida y publicada), premio Shogakukan 1976; Thomas no shinzo (1974), trágica historia de amor y despertar adolescente en un internado masculino e hito en la historia del cómic por ser el primer relato largo (antes de eso, Moto, al igual que su rommie Keiko Takemiya, influidas por su imponderable vecina y amiga tokiota Norie Masayama, dibujaron y publicaron historias cortas que caben bajo ese rótulo) del subgénero de manga shojo conocido como shonen-ai; 11-nin iru! (¿Quién es el 11º pasajero?, 1975), su primer relato de ciencia ficción, premio Shogakukan 1976; U wa uchûsen no U (C de cohete, 1977), una adaptación de varios cuentos de Ray Bradbury, de quien es viciosa lectora; Marginal (1985-1987), distopía que nos lleva al año 2999; Iguana no Musume (La chica iguana, 1991), historia situada en el Japón del siglo XX; Barbara ikai (2002-2005), serie de ciencia ficción que ganó el importante premio Nihon SF Taishô en el 2006; Zankoku na kami ga shihaisuru (Reina un dios cruel, 1992-2001), drama acerca del abuso sexual, premio Tezuka Osamu Bunkashô 1997; y Ohi Margot (La reina Margot, 2012), una recreación de la vida de Margarita de Valois en la Francia del siglo XVI.
El departamento de Tokio se volvió centro de reunión de mangakas. Ahí nació el Grupo del 24 y ahí su vecina (¿y agente del destino?) Norie les hizo conocer a Moto y Keiko, además de la revista Barazoku, una película de Jean Delannoy muy popular en las décadas de 1960 y 1970, Les amitiés particulières, basada en la novela homónima de Roger Peyrefitte.
Suele conocerse con el nombre de shonen-ai («amor ente chicos») al tipo de manga o anime cuyo tema son historias de amor romántico entre personajes masculinos, y con el nombre de shojo-ai («amor entre chicas») al manga o anime con historias de amor romántico entre personajes femeninos. No hay que confundir, por cierto, el shonen-ai con el yaoi, que puede incluir escenas de sexo bastante más explícitas, ni con el bara, hentai homoerótico dirigido al público masculino. El shonen-ai apareció con el Grupo del 24 como un subgénero del shojo manga y como parte de la revolución general, temática y estilística, del shojo que las mangakas del 24 iniciaron en los tiempos en los que Moto y Keiko vivían juntas en Tokio y en los que Norie les mostró la revista Barazoku y la película de Delannoy y las impulsó a fantasear con la homosexualidad masculina en sus propias creaciones. Thoma no shinzô (El corazón de Thomas), de Moto, fue, como apuntamos más arriba, la primera historia larga de shonen-ai, y Kaze to ki no uta (La balada del viento y los árboles, 1976), de Keiko, fue la segunda. El severo y opresivo ambiente del internado de la novela de Peyrefitte se reconoce en sus apariciones, con variantes, en ambas series.
Además de renovar, como todas las mangakas del Grupo del 24, visual y literariamente el shojo, de dotarlo de una profundidad psicológica inusual hasta entonces en el género y de ampliarlo para incluir temas de terror y ciencia ficción, su sostenida fascinación –visible, suponemos, en las descripciones de algunas obras suyas de la breve lista expuesta párrafos atrás– por las historias de personajes masculinos de belleza ideal atravesados por el desafío de complejos vínculos profundamente eróticos ha hecho del nombre de Moto Hagio uno de los más importantes del shonen-ai.