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Existe una antigua figura cuyos orígenes conocidos se remontan a las tragedias de Sófocles y Eurípides, la del parresiasta, el que dice la verdad que nadie se atreve a decir. Atraviesa la historia y, ya en la Modernidad, a veces asalta la prensa para escribir las mejores páginas de los diarios.
Así Zola, renombrado novelista, para defender a Dreyfus, víctima de una acusación injusta y una campaña antisemita, publica su «J’Accuse…» en L’Aurore y años después, acabado, castigado por la sociedad con el olvido, encuentra la triste muerte del paria.
Así el veterano periodista de la novela de Tabucchi Sostiene Pereira burla la censura para decir su verdad peligrosa en las páginas de ese diario afín al gobierno cuya sección cultural dirige.
Hace diez años –se cumplieron el 5 de abril: salud por eso– el mundo vio a las tropas del ejército estadounidense disparar contra la población civil en Irak en el video «Collateral Murder» («Asesinato Colateral»), filtrado por WikiLeaks. Su fundador, ahora, en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, espera que se decida su destino mientras el gobierno de Estados Unidos exige su extradición.
El año en que WikiLeaks dio a conocer «Collateral Murder», 2010, Assange tuvo que pedir asilo para no ser extraditado a Suecia –país del que había llegado una orden de arresto por una denuncia de abuso sexual, país de cuyas autoridades, dado su historial de entrega de refugiados a Estados Unidos, cabía temer que hicieran lo mismo con él en esta ocasión–. Se lo otorgó entonces la embajada de Ecuador en Londres, se lo quitó hace un año el siguiente gobierno de ese país, conforme al giro siniestro que estallaría meses después abiertamente en violencia terrorista contra su población.
Lenin Boltaire Moreno Garcés, presidente de Ecuador, fue quien, el 11 de abril del 2019, retiró el derecho de asilo a Julian Assange y llamó –ordenó al embajador que llamara– a la policía británica para que fuera a la embajada a buscarlo. Al otro lado del mundo, Hillary Clinton, que había reído en el 2011 al ver a Khadafi morir asesinado, volvió a reír ese día al ver a Assange despojado de su derecho de asilo y entregado a la policía.
Ah, la risa de Hillary. La hilaridad de Hilarity. De la cual quedan –en ambas ocasiones– tan preciosas imágenes. No es castigar el periodismo, aclaró, sino el pirateo de computadoras militares para dañar a Estados Unidos. Claro dejó que los asesinatos de civiles desarmados cometidos por soldados estadounidenses son una cosa, y otra, muy diferente, revelarlos: eso es traición a la patria. Ah, la Patria. «Qué ironía», bromeó, hilarante Hilarity, con la saña de quien no perdona que WikiLeaks filtrara correos internos del Partido Demócrata en el 2016, «será el único extranjero bienvenido en nuestro país por esta administración».
Si la demanda de extradición del Departamento de Justicia de Estados Unidos se cumple, Julian Assange será enjuiciado por piratear un sistema informático y difundir información confidencial con Chelsea Manning –condenada en el 2013 a 35 años de cárcel, excarcelada en el 2017, presa de nuevo por haberse negado a declarar contra él– y, una vez en poder del sistema judicial de Estados Unidos, podría suceder que nadie volviera a verlo. Se lo acusa de 18 delitos, 17 por la Ley de Espionaje de 1917, uno relacionado con la ayuda a Manning para entrar a computadoras del gobierno. La petición de pena es de 175 años de prisión en aislamiento absoluto, sin contacto más que con abogados, que no podrán transmitir mensaje alguno sin enfrentar cargos criminales. Los crímenes que han expuesto las publicaciones de WikiLeaks no son juzgados, porque es su revelación lo que se presenta como crimen.
¿Cuándo empezó el camino de Julian Assange hacia esa prisión al sur de Londres en la que su vida pende ahora de tan delgado hilo? ¿Quizá cuando WikiLeaks difundió ese video de civiles asesinados desde un helicóptero estadounidense en las calles de Irak? ¿Quizá cuando expuso los procedimientos en la base naval estadounidense de la bahía de Guantánamo? ¿Quizá cuando filtró las actividades ilegales del ejército estadounidense en Afganistán?
Los grandes diarios, The Guardian, El País, Le Monde, Aftenposten, The New York Times, The Washington Post, etcétera, etcétera, se hicieron eco de las publicaciones de WikiLeaks. Varios ganaron premios por su trabajo con documentos de WikiLeaks. Entre los asesinados en el video que difundió WikiLeaks hay dos periodistas, reporteros de Reuters. Por revelar ese asesinato está preso el fundador de WikiLeaks. Al que dan la espalda.
¿Es Assange, para volver a la antigua figura griega recordada al comienzo, un parresiasta? Posiblemente sí, pero que lo sea o no –como que sea, o no, cualquiera de las otras cosas que se han dicho y se dicen de él, buenas y malas–, carece de relevancia en este punto crucial de la historia, porque lo que ahora se juega en el caso de Assange excede al propio Assange como persona. Hoy, 3 de mayo, es el Día Mundial de la Libertad de Prensa. No defender a Assange significa –solo para comenzar– traicionarla.