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Si sustituimos la palabra «Dios» por «misterio» y relacionamos «misterio» con «existencia del universo» podemos tranquila e inequívocamente afirmar que el misterio existe. Esto puede ser suscrito también por ateos, agnósticos, incrédulos e indiferentes. Difícilmente alguien puede negarse a reconocer la existencia de lo misterioso y de lo inexplicable. Ni siquiera los grandes científicos, como Stephen Hawking.
Este eximio científico inglés fallecido el 14 de marzo de 2018 a la edad de 76 años durante su vida se hizo las grandes preguntas: ¿Por qué vivimos? ¿De dónde venimos? ¿Cómo se formó el universo? ¿Se expande el universo o se degenera? ¿Crece la entropía? ¿Existe un Dios? ¿Existen Dioses? ¿Hay alguien fuera del universo? ¿Que hay dentro de los agujeros negros? ¿Es posible viajar en el tiempo? ¿Se puede derrotar a la muerte? ¿Podremos sobrevivir en este planeta?
Estas preguntas rondan la mente de muchas personas, especialmente en este tiempo azotado por un maldito virus que revoluciona nuestra manera de vivir: no salir de casa, no reunirse, no ir al hospital aunque estemos enfermos… Pensamos que las otras personas podrían ser portadoras del virus y podrían contagiarnos. Cada encuentro es sospechoso y peligroso. El actual coronavirus está afectando, cercenando y hasta bloqueando el don más grande del ser humano: la libertad. Nos hemos sentido siempre libres, conocedores de todas las cosas, fuertes, señores del planeta, y ahora descubrimos que no lo somos. Basta un pequeño, estúpido virus para alterar las economías mundiales y alertar a la población mundial sobre sus debilidades y errores. Es necesario repensar y reorganizar nuestra convivencia en un planeta ya devastado por acciones humanas erróneas. El cambio climático es solo uno de los botones de muestra.
Póstumamente, con ayuda de su hija Lucy, se publicó un libro que recoge las reflexiones del científico: Breves respuestas a las grandes preguntas (Brief Answers to the Big Questions). Se suele pensar que las grandes preguntas existenciales son tarea de las religiones; sin embargo, las filosofías y recientemente también los científicos físicos se las plantean. La religión entra en el ámbito de la cultura. Existen realidades, como el arte, el amor, las emociones, los sentimientos, las creencias, que no se explican con la razón. Existen, y esto basta. No se puede explicar el porqué. ¿Cómo explicar, por ejemplo, por qué una persona se enamora de otra? ¿O por qué un artista se emociona frente a un cuadro y otra persona no?
Las religiones tienen sus explicaciones, orígenes y finalidades con un soporte racional, histórico y cultural. La fe que las religiones suelen pedir trasciende lo cultural, está en otra esfera, difícil de explicar racionalmente. Pertenece al ámbito del misterio, de lo inefable y de lo inexplicable. Las expresiones «Dios existe» o «Dios no existe» carecen de significado si no se define qué se entiende por Dios; y también se debe esclarecer qué se entiende por existencia. ¿Qué clase de existencia? ¿Subjetiva u objetiva? Y si es objetiva, ¿es definible y explicable?
Cuando una persona se declara atea, sin Dios o que prescinde de Dios, debe explicar que solo niega un Dios aprendido que no corresponde a sus íntimas creencias. El filósofo argentino Darío Sztajnszrajber dijo: «No creo en un Dios que se presenta supremo, poderoso… Dios es radicalmente otro… Dios es apertura… a Dios se lo siente, es como el arte, te conmueve… Dios es la pregunta que no cierra».
Existe un sinnúmero de preguntas que a su vez abren otras preguntas, y el proceso nunca termina. La realidad es tan compleja que nunca acabamos de conocer completamente este universo maravilloso: su origen, su desarrollo, sus potencialidades, su funcionamiento, su destino. Para investigar todo esto son necesarias las ciencias físicas, químicas, matemáticas y las ciencias humanas en su amplia gama de especializaciones.
«Una de las grandes cuestiones es el origen del universo y la posible necesidad de un Dios que lo creó y lo puso en movimiento», escribe Hawking, quien en 1962, a los 20 años, cayó mientras patinaba sobre hielo; le fue diagnosticada una esclerosis lateral amiotrófica, que lo acompañó hasta la muerte. Con esta enfermedad, la persona pierde gradualmente la capacidad de controlar los movimientos, de hablar, de comer, y, al final, de respirar. Recordamos a Hawking en su silla de ruedas y con un sofisticado equipo que le permitía comunicarse a través de la actividad cerebral y los movimiento faciales.
Stephen Hawking advirtió de las consecuencias del calentamiento global y el consiguiente cambio climático, con procesos degenerativos irreversibles. En 2015, dijo: «la locura humana que más me gustaría corregir es la agresión; esta pudo haber sido una ventaja en los tiempos de las cavernas para obtener más comida, territorios o pareja para reproducirse, pero ahora amenaza con destruirnos a todos». También expresó su desconfianza hacia la inteligencia artificial: «El desarrollo de la inteligencia artificial completa podría significar el fin de los seres humanos».
En 2001, Stephen Hawking alertó sobre los peligros de los virus, afirmando que un virus, y no una bomba atómica, podría acabar con la población de la tierra. En contrapartida, nos dejó en su obra muchas palabras de aliento. Así, al final de su libro, leemos: «Hay muchos problemas aún no resueltos… ¿Cómo lograremos alimentar a la población mundial, cada vez más numerosa, proveer el agua potable, frenar el calentamiento global?.. Ciencias y tecnología nos ayudaran a encontrar soluciones. Por ahora, luchemos para que hombres y mujeres puedan vivir vidas sanas y seguras, llenas de oportunidades y amor. Somos todos viajeros del tiempo, caminando hacia el futuro, pero debemos trabajar juntos para que en el futuro haya un lugar agradable donde vivir. Tengan coraje, sean curiosos y perseverantes, también cuando las condiciones sean adversas. ¡Pueden lograrlo!» Gracias, Stephen, por este mensaje, siempre actual.
Bibliografía
Stephen Hawking. Black holes, baby universes and other essays. Bantham Books, 1994.
Stephen Hawking. Le mie risposte alle grandi domande. Milán, Mondadori, 2018.
Darío Sztajnszrajber. Filosofía en 11 frases. Buenos Aires, Paidós, 2018.