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Nacido en Asunción el 27 de noviembre de 1907, el historiador, periodista, diplomático y profesor Julio César Chaves partió el 20 de febrero de 1989: el año que termina es, pues, el de su trigésimo aniversario. Chaves fue uno de los historiadores más prolíficos de Paraguay y posiblemente fue también el primer historiador profesional con amplia investigación de archivo y documentos originales.
Chaves cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio San José y en el Colegio Nacional y obtuvo su título de doctor en Derecho en 1929 luego de defender su tesis sobre la Doctrina Monroe. Perteneció a la Generación de la Guerra del Chaco, conflicto del cual fue partícipe. En 1934, a mediados de julio, a pedido del presidente Eusebio Ayala y del general José Félix Estigarribia, organizó la Dirección de Prensa y Propaganda (conocida popularmente como Radio Prensa), que se presentaba en forma de emisiones de boletines diarios y que tuvo gran repercusión. Terminada la contienda, ejerció la docencia de Historia de América y del Paraguay en varios centros de enseñanza secundaria y poco después se inició como profesor universitario con las cátedras de Derecho Internacional Público y de Historia Diplomática del Paraguay.
Chaves fue fiscal en lo civil en 1936, y durante el mandato provisional del presidente Félix Paiva ocupó el cargo electivo de diputado nacional por el Partido Liberal en 1938. También incursionó en la carrera diplomática poco después de la firma del Tratado de Paz que puso fin a la contienda chaqueña, como ministro plenipotenciario en Bolivia, nombrado por el general Estigarribia cuando asumió la presidencia del país en 1939, y en 1940 representó a Paraguay en la VIII Conferencia Panamericana reunida en Lima.
En ese tiempo, Chaves militaba activamente en el Club de la Juventud Liberal, junto con otros jóvenes como Efraím Cardozo, Carlos Pastore, Horacio Fernández, Juan G. Peroni, Salvador Villagra Maffiodo, Francisco Sapena, Emilio Saguier Aceval, Pedro R. Espínola, Pablo Max Ynsfrán, Juan B. Wasmosy, Alejandro Marín Iglesias y Artemio Mereles, entre otros, que luego fueron conocidos como los «cuarentistas». Este fue el grupo que lanzó y sustentó la candidatura presidencial del general Estigarribia en 1939, que más adelante proveyó los principales miembros civiles del gabinete del ya presidente Estigarribia y que colaboró en la preparación y revisión de la Constitución de 1940.
Autor de innumerables títulos historiográficos y literarios, durante su exilio en Buenos Aires, motivado por la repentina muerte del general Estigarribia y la asunción del general Higinio Morínigo, cabeza de una revolución nacionalista que intentó extinguir por decreto el Partido Liberal, Chaves efectuó constantes investigaciones en el Archivo General de la Nación Argentina, el Museo Mitre, la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, la Biblioteca Pública de la Plata, así como en el Archivo Histórico de Uruguay, el Archivo Nacional de Asunción y la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro. En estos archivos descubrió que la historia paraguaya no podía sustraerse de los movimientos y aconteceres regionales, siendo parte integrante de ellos.
Chaves fue presidente de la Academia Paraguaya de la Historia desde el año 1956 hasta 1973, y desde el año 1984 hasta 1986, y de la filial paraguaya de la Academia de la Lengua Española desde 1975 hasta su muerte. Fue presidente también del Pen Club de Paraguay y del Instituto Paraguayo de Cultura Hispánica, y miembro activo de numerosas academias e instituciones culturales extranjeras, como la Academia Brasileña de Letras, el Instituto Histórico y Geográfico del Brasil, la Academia Argentina de Letras y la Real Academia de Historia, de Madrid. Chaves produjo además numerosas ponencias presentadas en jornadas, congresos y seminarios internacionales de los que participó, dictó conferencias en diversas ciudades de Latinoamérica y España y colaboró con artículos en revistas y periódicos tanto de Paraguay como del extranjero. Una prueba de la calidad de su producción radicó en el hecho de que siempre fue publicado por editoriales principales de la capital argentina, e incluso en Madrid, ya que en la época la industria editorial paraguaya era prácticamente inexistente.
Su estudio sobre el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, posteriormente convertido en el libro El Supremo Dictador, publicado por primera vez en 1942, es considerado el más completo, objetivo y serio en la materia. Fue la base en la que se inspiró el novelista Augusto Roa Bastos para su celebrada obra Yo el Supremo. El enorme aporte bibliográfico de Julio César Chaves es el más variado de la historiografía nacional. Escribió en 1936 El Chaco en los ajustes de paz (inédito), y en 1937, Historia de las relaciones entre Buenos Aires y el Paraguay, 1810-1813, publicado en Buenos Aires. Su libro Castelli. El adalid de mayo, de 1944, cuya primera edición apareció también en la capital porteña con el sello de la editorial Ayacucho, se convirtió en un texto clásico sobre el tema de la independencia argentina. Su estudio San Martín y Bolívar en Guayaquil, de 1950, fue un ejemplo de sus inquietudes americanistas, al igual que Túpac Amaru, publicado por la editorial Asunción en Buenos Aires en 1973. Chaves también escribió sobre la historia de la conquista del Río de la Plata y sobre el periodo colonial. De sus intereses literarios son buenas muestras los dos gruesos volúmenes Unamuno y América, publicado en Madrid (Ediciones de Cultura Hispánica, 1966) e Itinerario de don Antonio Machado: de Sevilla a Collioure, igualmente publicado en la capital española (Editora Nacional, 1968). Pero si tuviera que caracterizarse la magna obra de Chaves, sería como historiador de la primera era independiente, con sus biografías de Carlos Antonio López, de 1955, y del general José Eduvigis Díaz, de 1957.
Al despedir este año del trigésimo aniversario de su fallecimiento, nos honra referirnos a su inmensa trayectoria, que lo sitúa en lo más alto de la producción bibliográfica paraguaya, enaltecida por su foja intachable de ciudadano ilustre que se distinguió en todos los ámbitos de su existencia. Y su recuerdo será imperecedero en un país tan necesitado de ejemplos, tanto en lo moral como en lo intelectual.