Los fantasmas eugenésicos de las navidades pasadas

Como en el clásico cuento dickensiano de Navidad, esta semana nos visitan los fantasmas, solo que, para variar, lo hacen desde las páginas de la prestigiosa revista científica Nature.

Ebenezer Scrooge y el fantasma de Marley en una ilustración de Arthur Rackham (1867-1939) para el relato de Dickens A Christmas Carol (Cuento de Navidad).
Ebenezer Scrooge y el fantasma de Marley en una ilustración de Arthur Rackham (1867-1939) para el relato de Dickens A Christmas Carol (Cuento de Navidad).Archivo, ABC Color

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«A paper from the Victorian times visits us this Christmas…» Leonid Schneider, «Bah Humbug» (1)

Esta semana llega la Nochebuena y los fantasmas eugenésicos de las navidades pasadas, las navidades presentes y, ¡ay!, las navidades futuras –parafraseando la gloriosa denuncia de Leonid Schneider citada como epígrafe– nos visitan bajo la forma de un artículo publicado el lunes en la prestigiosa revista Nature para explicarnos científicamente por qué Ebenezer Scrooge era tan rico.

Desde las navidades pasadas, los fantasmas de Galton (por supuesto), y tantos más… Los de Grant, que en 1916 explicó que un sistema de selección eliminaría los «fallos sociales» que infestan calles y cárceles, Jensen, que en 1969 explicó que los niños negros son menos capaces genéticamente que los blancos de resolver problemas y que la educación no cambia esas diferencias biológicas, Mark y Ervin, que en 1970 explicaron las taras cerebrales, solo tratables con neurocirugía, de los delincuentes, Wilson (still alive), que en 1975 explicó que toda sociedad dará siempre más poder a los hombres por las diferencias genéticas entre los sexos, y otros ilustres saludan al equipo de investigadores de la Universidad de Edimburgo: W. David Hill, Julien Bryois, Nathan Skene, Neil Davies, Emanuele Di Angelantonio, Ian Deary, Stuart Ritchie, Steven Bell, David Roberts, David Porteous, Caroline Hayward, Gail Davies, Shen Xueyi, Catharine Gale, David Liewald, Adam Butterworth Andrew McIntosh. Este es el enlace de acceso (libre) al artículo de Nature en el que exponen los resultados de su estudio: https://www.nature.com/articles/s41467-019-13585-5. Y este (traducido) es el resumen:

«La posición socioeconómica (SEP) es un constructo multidimensional que refleja (y que influye en) múltiples factores socioculturales, físicos y ambientales. En una muestra de 286.301 participantes del Biobanco del Reino Unido, identificamos 30 (29 no reportados antes) loci independientes asociados a los ingresos. Con un método de metaanálisis de datos de rasgos genéticamente correlacionados, identificamos 120 loci adicionales asociados a los ingresos. Estos loci muestran una clara evidencia de funcionalidad, con diferencias de transcripción identificadas en múltiples tejidos corticales y con enlaces a neurotransmisión GABAérgica y serotoninérgica. Al combinar nuestro estudio de asociación del genoma completo e ingresos con datos de estudios eQTL e interacciones de cromatina, priorizamos 24 genes en el seguimiento, 18 de ellos previamente asociados con la inteligencia. Hemos identificado la inteligencia como uno de los, probablemente causales, en parte hereditarios, fenotipos que podrían cerrar la brecha entre herencia genética molecular y consecuencia fenotípica en materia de diferencias de ingresos. Estos resultados indican que, en la Gran Bretaña de la era moderna, los efectos genéticos contribuyen a algunas de las desigualdades socioeconómicas observadas» (2).

Las siglas SEP abrevian la expresión inglesa «socioeconomic position». «Loci» es en latín el plural de «locus», el lugar del cromosoma donde está localizado un gen. El fenotipo es la expresión observable (aspecto, comportamientos, etcétera) de tu composición genética (de tu genotipo). Al hablar de su «estudio de asociación del genoma completo», estas personas se refieren a un «genome-wide association study» (GWAS), un seguimiento a lo largo del genoma humano de determinada variación genética para identificar su posible asociación con determinado rasgo observable. Cuando dicen que han identificado la inteligencia como un probable fenotipo causal de las diferencias en materia de ingresos, están atribuyendo a la superioridad genética y el alto coeficiente intelectual las «desigualdades socioeconómicas observables» entre el buenazo de Scrooge, que ya puede estar tranquilo, y ese pobre looser de Tiny Tim y los demás infelices del Londres victoriano de Dickens y de «la Gran Bretaña de la era moderna» («modern era Great Britain»), del ayer y del hoy, que, al fin y al cabo, se merecen en cierta forma su inferioridad socioeconómica, por tener tan malos genes.

Más que un estudio, esta es una generosa piñata que encierra muchos otros regalos de fin de año a inferir. Como, por ejemplo, que lo decisivo en materia de privilegios hereditarios no está en los bienes, el acceso a la educación formal o las cuentas bancarias, sino en el ADN. O que, más que el reciclaje de pobres vía canibalismo industrializado propuesto por el satírico irlandés Swift (3), la solución al hambre en el mundo es desalentar la reproducción de los genéticamente menos dotados, o sea, pobres: ¡por más genes prósperos y menos genes villeros! Por no mencionar otras conclusiones igualmente lógicas pero sin duda más personales y por ende menos relevantes (digamos, por pensar solo una, que si el coeficiente intelectual «cierra la brecha» entre herencia genética molecular y consecuencia fenotípica en materia de ingresos, mi amigo Forifo el cuidacoches y yo tendremos que disputarnos a dentelladas el Óscar a la persona más tonta del barrio, y creo que puedo derrotarlo).

Según puede verse por la continuidad entre la nutrida legión de los fantasmas eugenésicos de las navidades pasadas citados al comienzo de este artículo y sus actuales discípulos, las explicaciones de los hechos sociales como efecto de diferencias biológicas no son hallazgos aislados en la ciencia moderna sino expresiones de una misma ideología para la cual en la democracia no existe desigualdad que no se deba al mérito y, por ende, es natural que los grupos socialmente desiguales (por sexo, raza estatus socioeconómico) sean biológicamente desiguales también. Dicho sea en defensa de los autores, la ideología –incluso si conviene– no se elige: de ella, más bien, se está preso. Constituye, diría Raymond Williams, «el límite de lo lógico para la mayoría de quienes están bajo su dominio», dominio que, por supuesto, no excluye a los científicos. Pero no seamos ingenuos: ese límite, como lo llama Williams, no es hegemónico porque sí, sino por su funcionalidad al orden social existente, id est, a los intereses de las elites dominantes. Y si la funcionalidad de este estudio fuera apenas un hilo más transparente de lo que ya lo es, no estaría en las páginas de Nature sino en el vestuario de una película porno.

Feliz Navidad.

Notas

(1) Leonid Schneider, «Bah Humbug»: https://forbetterscience.com/2019/12/17/bah-humbug/

(2) W. David Hill, N. Davies, S. Ritchie et al.: «Genome-wide analysis identifies molecular systems and 149 genetic loci associated with income», Nature Communications, 16 de diciembre del 2019.

(3) Jonathan Switf: «A Modest Proposal for preventing the children of poor people in Ireland, from being a burden on their parents or country, and for making them beneficial to the public», 1729. (En: A Modest Proposal & other short pieces, including A Tale of a Tub, by Jonathan Swift, Pensilvania, The Pennsylvania State University, 2008, 304 pp.).

montserrat.alvarez@abc.com.py

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