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He de reconocer que siempre me gustaron las novelas de José Eduardo Alcázar. Desde aquella primera, El goto, que en 1998 nos deleitó con un repaso ucrónico de la realidad latinoamericana, en clave de ciencia-ficción, donde sus conclusiones confluían en que la política del subcontinente siempre se había decidido en la cama. Me pareció un narrador con garra, con un dominio del lenguaje lleno de capacidad para transformarlo y crear nuevos conceptos con neologismos, sin dejar de reproducir las intersecciones entre los mundos paraguayo, brasileño e hispánico. Y sobre todo porque posee mucho humor satírico en sus argumentos, llenos de bufones de nuestra sociedad, inventados pero plenamente extrapolables a la realidad. A esta novela le siguió otra en esta misma línea, Porpix termina (2002), muy interesante en su resolución.
Ahora ha publicado Llega el circo con su dialéctica y nos hace payasos a todos. Con ella vuelve a ese tono de farsa satírica y bufonesca para construir una fantasía con un argumento lleno de espinas simbólicas inocuas para un lector poco exigente y ricas en derivaciones del contenido como metáfora del poder alienante. Sin perder su estilo y su ingenio, la había abandonado con argumentos si no más realistas, sí más relacionados con él, a partir de Una sensación térmica de otoño (2006). La línea de Alcázar se despojó de la escritura alambicada, abandonando restos barrocos sugestivos para centrarse en la narración pura. Así me lo pareció a mí en la historia de amor Te quiero, gata (2009) y en El naufragio de Andrea Doria (2013), otra sátira política. No he leído El cardenal porque todavía no la tengo, así que no puedo hablar de si esta obra no es un tránsito hacia la última.
Liega el circo con su dialéctica y nos hace payasos a todos es un viaje con el pretexto de la fascinación que producen las artes escénicas circenses. Pero como la vida es un circo, Alcázar construye una metáfora con derivaciones políticas, religiosas, económicas y culturales que suelen cautivar a los ciudadanos. La conclusión es que el circo sobrevivirá siempre y su sentido utópico de liberación de las tiranías para gusto de todos quedará como una quimera por su uso, aunque su magia deberá continuar. Al final, el poder siempre permanece en la superioridad y la ciudadanía es víctima de los terremotos o de la violencia, algo retratado con mucho sarcasmo y con una fiereza que en el cine es visible en las películas de Quentin Tarantino.
Alcázar nos propone un juego fantástico, con el protagonista Trompo Gator llevando el peso de la acción. Como una novela picaresca contemporánea. Obviamente ese nombre nos remite al presidente de los Estados Unidos Donald Trump y a Terminator, el conocido personaje cinematográfico, y cuyo poder se va volviendo poco a poco omnímodo más que influyente. De la nada va ascendiendo. Un tornado repentino lo ha dejado sin sus pertenencias. Acompañado del glotón Guarques, emprenderá un nuevo rumbo sin destino concreto. Pero como Trompo Gator es un aventurero, hombre de negocios, relaciones públicas, sacerdote de sectas, político con electorado y mala persona, pero conoce magias, logra sobrevivir hasta convertirse en el verdadero sátrapa en la sombra del reino del resucitado Karol Kantor.
Durante las veintisiete crónicas (o capítulos) lo disparatado se sucede. Son muy interesantes los subtítulos de sus encabezamientos, como el dedicado al periodismo: «El periodismo entendido como práctica innegable de divulgación a costilla del divulgado aunque este no quiera divulgarse». No quedan bien paradas las estructuras del poder. La vida es un circo fascinante, eso sí, aunque lo utilice el poder, que resulta satirizado al máximo con esta fábula. La historia del reino de Ugar está trazada como el desenlace de una comedia de Blake Edwards. La connotación de los ciudadanos pidiendo la vuelta de un rey después de una experiencia republicana, es una clara acusación a la necesidad de parte de la ciudadanía de un caudillo que conduzca su inseguridad y su falta de raciocinio.
Fundamental es el personaje de la morena, la ansiada por Trompo Gator y finalmente su propiedad, denuncia aguda, y más adelante embajadora. Como el universo de personajes secundarios perfectamente útiles para conseguir una ambientación coral. Al final es el mago la pieza clave de la historia que conducirá al desenlace, donde la barbarie se impone, después de aquellos placeres conseguidos por el circo. Bajo la inocencia se esconde la perversidad.
El libro, según Alcázar, fue transformándose durante su proceso creativo. Comenzó siendo la historia de un payaso venido de Europa en las primeras carabelas de Colón, y en su periplo recorría paisajes americanos de toda índole. Finalmente, el espacio de la novela quedó en la irrealidad porque es una buena manera de reflejar el espíritu de la realidad. El viaje permanece pero es al encuentro de situaciones disparatadas que son una metáfora de la convivencia a partir del dominio del poder.
Una novela delirante, llena de ingenio, con un estilo cronístico desenvuelto, que nos devuelve al mejor Alcázar de la pura fantasía.
José Eduardo Alcázar Peña
Llega el circo con su dialéctica y nos hace payasos a todos
Asunción, Arandurã, 2019
jvpeiro@ono.com