Los Recuerdos de la Guerra del Chaco, de Alfredo Seiferheld

Debido al cierre de ABC Color bajo la dictadura, Alfredo Seiferheld no pudo completar la publicación de la serie Recuerdos de la Guerra del Chaco, ahora reunida en un libro y cuyo talante intelectual se resume en cuatro noes: no a una visión puramente militar de la guerra; no a las investigaciones históricas con escasa base documental; no al monopolio de la interpretación del pasado impuesto bajo el estronismo; no a la falta de compromiso de los intelectuales con la democracia en Paraguay.

Los Recuerdos de la Guerra del Chaco, de Alfredo Seiferheld
Los Recuerdos de la Guerra del Chaco, de Alfredo SeiferheldArchivo, ABC Color

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La publicación de Recuerdos de la Guerra del Chaco es el resultado de una investigación que ha permitido recuperar parte de la extensa obra inédita de Alfredo Seiferheld (1950-1982) y apreciar en su justo valor su lugar en la historiografía paraguaya contemporánea.

Entre el 25 de junio de 1982 y el 9 de enero de 1984, bajo el título Recuerdos de la Guerra del Chaco, Seiferheld difundió en las páginas de ABC Color testimonios de un centenar de participantes del conflicto, civiles y militares, hombres y mujeres. En la primera de esas publicaciones, que recoge los recuerdos del general de División Miguel Ángel Yegros, el historiador las considera un aporte adicional al conocimiento de lo ocurrido en torno al conflicto chaqueño «con el fin de hacer resaltar los aspectos anecdóticos y humanos de las referencias históricas».

El interés de Seiferheld por este conflicto y su época se manifestó también en la serie de entrevistas publicadas en ABC Color desde diciembre de 1978 con el título general Cómo viven hoy, donde recogió por más de tres años testimonios de antiguos funcionarios y dirigentes políticos, jefes militares retirados, profesores universitarios y otras personalidades sobre el pasado reciente de Paraguay. Tres años después, a fines de 1981, acometió otro desafío: La Guerra del Chaco Ilustrada. Siguiendo el ejemplo del historiador Efraím Cardozo, quien en el centenario de la Guerra contra la Triple Alianza había escrito una crónica diaria de los acontecimientos ocurridos cien años antes, Seiferheld desarrolló un proyecto similar en el cincuentenario del conflicto chaqueño, cuando aún vivían muchos excombatientes. Los textos aparecieron con ilustraciones de Carlos Meyer Saldívar.

Una primera aproximación al conjunto de los materiales que componen los Recuerdos de la Guerra del Chaco nos permite entenderlos como resultado de un plan editorial pergeñado por Seiferheld con el objetivo de dar a conocer la historia de la guerra de la manera más completa posible, superando la visión puramente militar y abarcando variedad de aspectos relacionados con el conflicto. Tal propósito se manifiesta en la secuencia que impuso a la aparición en escena de los distintos actores: militares, políticos, enfermeras, viudas de combatientes, sacerdotes, corresponsales de guerra, boy scouts, individualidades relevantes y gente corriente que completan la evocación cronológica de las acciones militares acontecidas cincuenta años antes.

Las narraciones de los egresados de las instituciones de formación militar constituyen uno de los conjuntos más robustos. Así, los egresados de la Escuela de Aviación Militar nos permiten reconstruir sus orígenes, bajo la conducción del francés Louis Fromont, en 1927, y conocer el plan de instrucción en los años previos a la guerra. En las evocaciones de, entre otros, el general Miguel Ángel Yegros, el capitán Abdón Álvarez Albert, el teniente Teófilo Fariña Sánchez y el teniente coronel J. Gregorio Morínigo resalta que, durante sus estudios, se les insistía en la necesidad de construir pistas de aviación en el Chaco, propuesta que, en palabras de Yegros, «aparecía como una leyenda porque el Chaco era el gran desconocido para la mayoría». En este grupo, dedicado a recopilar las condiciones de la aviación militar, sobresale la extensa entrevista al general José Atilio Migone, uno de los jefes más distinguidos de la Aviación Militar en el Chaco.

En igual sentido se sitúan los relatos de los egresados como marinos. De acuerdo a los capitanes Pedro Morínigo Delgado y Juan Speratti, entre otros, cuando en 1923 llegaron a la Escuela Militar, ya sabían «que la guerra con Bolivia era posible». Sus recuerdos permiten reconstruir las actuaciones de las cañoneras Paraguay y Humaitá, encargadas de trasladar a los soldados hasta Puerto Casado hacia el frente de la guerra. Estos y otros entrevistados expresan su deseo de hacer constar la admiración por los directores de la Escuela durante los años de formación: Manlio Schenoni, Camilo Recalde y Arturo Bray. Coinciden en describir al primero como «un hombre muy exigente, que sabía imponer disciplina», pero que «tenía un gran corazón»; y agregan: «Fue el maestro de la juventud, a quien admirábamos. Le gustaba la disciplina, pero siempre en el marco de la justicia».

Los Recuerdos de la Guerra del Chaco, de Alfredo Seiferheld
Los Recuerdos de la Guerra del Chaco, de Alfredo Seiferheld

El mayor Rafael Cristaldo aporta, en su evocación, que en algunos momentos hubo que realizar cursos acelerados, pues a fines de los años veinte «las autoridades ya tenían conciencia de que la guerra con Bolivia era inminente». Señala también que la mayoría de sus compañeros venían del Colegio Nacional, reclutados por el entonces mayor Camilo Recalde. En resumen, la Escuela Militar aparece en las entrevistas como una respuesta oportuna a la falta de oficialidad que pudiera conducir las fuerzas paraguayas. De allí salieron muchos de los que tuvieron destacada actuación en la contienda bélica, a tal punto que algún testimonio define la del Chaco como la «guerra de los oficiales», por la cantidad y calidad de los mismos.

En la misma línea destacan los testimonios en torno a la puesta en funcionamiento de la Escuela Superior de Guerra a cargo de la Misión Militar Argentina, en 1931, encabezada por el coronel Abraham Schweitzer; también son relevantes las referencias a la formación y funcionamiento de la Escuela de Aspirantes a Oficiales de Reserva.

El rol de las comunicaciones, «ojos y oídos del comando», tiene en el ingeniero Zoilo Rodas Ortiz un importante testimonio. Sobre los orígenes del taller de radiocomunicaciones relató a Seiferheld que: «había sido becado por el gobierno paraguayo a cursar estudios en la Escuela de Mecánica de la Armada Argentina en 1929. Cuando regresamos en el mes de julio de 1932 nos incorporamos a la Armada como guardiamarinas maquinistas de 3º en comisión, que era la más baja jerarquía posible en el escalafón de oficiales. A mí me nombraron como jefe del taller de radiocomunicaciones. Cuando me dieron esa jefatura yo pensé que era una “cachada” porque lo que teníamos en radiocomunicaciones era una mesa, una silla, un armario, unas pinzas, destornilladores y nada más». A la pregunta de si les resultaba fácil la captación de mensajes atendiendo al déficit técnico, responde: «Nuestros equipos de radio, hablando de un DM3 tenía de potencia un Wat, Pero este un Wat nos servía para todas las comunicaciones llegando perfectamente desde Camacho a Asunción. En cambio, las estaciones bolivianas eran bastante potentes y allí está la respuesta. Ellos tenían en campaña estaciones de 5 kW, y de diez kW. Imagínese si había diferencia entre estas medidas comparadas con nuestro un Wat. Entonces, nuestros radio-operadores o radio-telegrafistas tenían el oído superafinado para poder escucharse entre sí la débil comunicación de los DM3. Y cuando aparecía una onda boliviana, esta entraba como un cañonazo y a la inversa, lógicamente, les era muy difícil captar nuestras comunicaciones».

La serie periodística cede la palabra también a los graduados de la Escuela de Aspirantes a Oficiales de Reserva, que tuvo como base el estudiantado paraguayo proveniente de los Colegios Nacionales y de la Universidad Nacional de Asunción. En las entretelas de estos relatos aparecen extensas referencias a algunos de los jóvenes que cayeron en el Chaco; así, Hermógenes Rojas Silva, profesor de Castellano y Literatura en el Colegio Nacional de Villarrica en los años de la guerra, recuerda a Guillermo Arias, alumno aventajado de medicina, muerto en combate: «Guillermito, para sus amigos, pertenecía a una de las familias tradicionales de Villarrica. Fue, con la noticia del sacrificio de Herman Velilla, uno de los impactos más profundos y dolorosos de la primera etapa de la Guerra del Chaco. Ambos eran muy amigos». Rojas Silva agrega que, junto a otros profesores del colegio de Villarrica, recibieron orden de presentarse de inmediato, de modo que el Colegio Nacional quedó prácticamente sin profesores y hubo de ordenarse un asueto hasta nueva disposición.

Fila de soldados paraguayos dirigiéndose al frente de la batalla durante la Guerra del Chaco (1932-1935), captada por Roque Funes.
Fila de soldados paraguayos dirigiéndose al frente de la batalla durante la Guerra del Chaco (1932-1935), captada por Roque Funes.

A juzgar por los materiales reunidos por Seiferheld, la muerte del joven Herman Velilla fue una de las que más consternaron a la sociedad paraguaya. Sobre su personalidad, las circunstancias de su fallecimiento y las consecuencias del mismo en la vida de sus amigos, los Recuerdos recopilan testimonios de Hermógenes Rojas Silva, Alfredo Martínez Chávez y Adalita Ayala Cabeda. Todos ellos, desde diferentes perspectivas, coinciden en que con el fallecimiento del teniente de Reserva en los alrededores de Saavedra el 28 de noviembre de 1932 desapareció, en palabras de su hermano Emilio recogidas en un reportaje publicado por Seiferheld en la Revista de ABC Color (e incluido en la presente edición), «un retazo apreciado de la universidad paraguaya; un joven que había reclamado, desde Boquerón, un puesto de lucha». Las declaraciones de Adalita Ayala Cabeda evidencian la fuerte unión espiritual que existía entre ambos; nos impacta el viraje radical que el fallecimiento de su amigo supuso para ella: «Mi vida era esperar y rezar. Pasó todo octubre y llegó el fatídico 28 de noviembre con la noticia de la muerte de Herman Velilla. Lo trajeron, lo velaron en la facultad de Derecho. Y para mí, todo terminó. Se podría decir que con la muerte de Herman Velilla algo muy grande murió para siempre dentro de mí», concluye la entrevistada, que cincuenta años después mantenía vívido el recuerdo de su compañero.

En las conversaciones preparadas por Seiferheld ocupa un lugar sobresaliente la participación de la gente corriente en las circunstancias excepcionales de la guerra, como la de los «héroes anónimos, los choferes». Así, por ejemplo, hallamos el completo recuerdo de Próspero González M., que trabajó en traslados desde el kilómetro 145 de la vía férrea de Casado hasta Villa Militar o Isla Poí, así como de chofer de camiones aguateros, que resume de este modo su actuación: «cada camión que llegaba a Isla Poí era revisado y reparado, si hacía falta. Aquellos motores que no servían para el camión se empleaban, gracias a la pericia del capitán Fragnaud, para sacar agua de los pozos que él había mandado cavar, por lo cual se le llamaba el “Mariscal del Agua”».

En igual sentido, la serie dedicó una entrega periodística a la actuación de los jóvenes Boy Scouts, verdaderos «estafetas vivientes» que actuaron en cuarteles, correos, hospitales, puestos sanitarios desde octubre de 1932. Néstor Daniel Bogado resaltó en su testimonio el valor de las cartas: «En nuestro andar chaqueño, con jefes y oficiales constatamos que las cartas constituían el alimento espiritual de los combatientes; ellas les alegraban, tranquilizaban y, sobre todo, les tonificaban… Entre otras cosas redactábamos cartas, y lo hacíamos con placer, en los hospitales, puestos sanitarios, en los trenes, cuya lentitud nos ayudaba a explayarnos y escribir sin dificultad. Nuestras cómodas sillas eran los cajones vacíos de balas; por poco escribíamos sobre la culata de nuestros fusiles, imitando al insigne poeta-soldado Emiliano R. Fernández de quien se dice que hacía sus encendidos versos patrióticos sobre la culata de su fusil, en papeles arrugados».

Los roles de las mujeres aparecen destacados en los Recuerdos de la Guerra del Chaco a través de los más diversos perfiles y funciones. Figuran, entre otros, los recuerdos de Virginia Cardozo de Bozzano, viuda del entonces teniente 1º José A. Bozzano, madrina de botadura de la cañonera Humaitá, que ofrece un relato detallado de la construcción de los dos buques en astilleros de Génova. También sobresalen las tareas que tuvo a su cargo Elsa Campos de Velázquez, fundadora de la Junta de Auxilios, encargada de conseguir un barco para el transporte de enfermos y heridos del frente de operaciones, que dio lugar al nacimiento del Hospital Flotante «Cuyabá». Y la experiencia de Irene de López Fretes, de solo 15 años al solicitar su ingreso como enfermera voluntaria en el Hospital Militar durante los tres años del conflicto. Los trajines de la enfermera Anselma Esteche de Otaño explican la importancia durante toda la guerra de la ciudad de Concepción, que, verdadero centro nervioso de las operaciones, la vivió más intensamente y más de cerca. Magdalena Jacquet de Delgado, viuda del general Nicolás Delgado, aporta el relato de su viaje al teatro de la guerra poco después del nacimiento de la primera hija, experiencia que califica de «inolvidable»: «Compartí la vida de campaña de mi esposo durante doce días. Cuando regresé comprobé que había adelgazado doce kilos, un kilo por día. Presencié el horror de los hospitales de sangre, con heridos tendidos en plena tierra, en lastimoso estado».

Los trabajos de la gente corriente quedan también resaltados con otros relatos notables, como el de Cándido Samaniego Abente, dedicado a transportar víveres, armamentos, proyectiles y soldados heridos. En Nanawa, rememora, «entregábamos entre 60 y 80.000 kilos de víveres, proyectiles y pertrechos. Y era una cosa que no paraba nunca, permanentemente. No había lluvia, no había frío, no había nada que impidiera nuestra tarea».

Una atención particular mereció la experiencia del corresponsal de guerra Juan Esteban Carrón, de El Liberal, combatiente luego en el III Cuerpo de Ejército, quien relata la preparación de una crónica periodística tras la conquista de Boquerón: «Esta crónica tuvo como rasgo sobresaliente que por primera vez se utilizaron tipos de letras que eran desconocidos hasta entonces (los que hoy llamamos título-catástrofe) realizados en madera», que fueron un verdadero «boom periodístico».

En el abanico de historias que abren los Recuerdos no faltan los pasajes importantes de las labores de la sanidad militar a través de las experiencias de Raúl Peña, César Gagliardone, Juan José Báez, Juan Ignacio Flores y Diógenes Vasconsellos; las misiones de relevancia que cumplieron los rusos blancos voluntarios en el Ejército Paraguayo; el meritorio papel de los sacerdotes durante el largo conflicto, a través del relato del padre Agustín Bogarín; el testimonio de uno de los más conspicuos referentes de la Asociación Nacional Republicana, Ángel Florentín Peña, sobre la tregua política acordada en el contexto de la guerra y la particular situación de los prisioneros de guerra según la experiencia del suboficial de Infantería Ángel M. Brossard González.

Alfredo Seiferheld no alcanzó a completar la publicación de los Recuerdos de la Guerra del Chaco según el proyecto que había delineado a causa de la clausura del diario ABC Color. Tampoco pudo ver la transición democrática que comenzó en febrero de 1989, ocho meses después de su fallecimiento. Pero las revelaciones y comentarios que desgranó en la serie periodística que ahora se publica son parte relevante de su producción histórica y están unidos por cuatro noes que sintetizan, según entendemos, su talante intelectual: no a una visión puramente militar de la Guerra del Chaco; no a investigaciones históricas con escasa base documental; no al monopolio de la interpretación del pasado y la cultura histórica impuesta durante el estronismo; no a la ausencia de compromiso de los intelectuales con la democracia en Paraguay.

Alfredo Seiferheld

Recuerdos de la Guerra del Chaco

Asunción, Servilibro, 2019

524 pp.

Liliana Brezzo / Ricardo ScavoneYegros

lilianabrezzo@gmail.com

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