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La Cámara Paraguaya de Procesadores de Oleaginosas y Cereales (Cappro), con 18 años de vida institucional, aglutina a 10 industrias aceiteras cuyo volumen de producción representa el 95% de la cantidad de aceites y harinas oleaginosas que se produce y exporta desde el país.
Sandra Noguera, gerente general de Cappro, resalta que las agroindustrias aceiteras paraguayas desempeñaron un papel clave en el reciente logro del grado de inversión, contribuyendo en el desempeño económico, en la diversificación de la economía y la mayor resiliencia a los shocks climáticos.
Aún así, el sector tiene mucho trecho por recorrer. Noguera detalla en ese sentido que la producción de soja aumentó 28% entre el 2014 y el 2024, pero en cambio la industrialización de esta oleaginosa no tuvo el mismo comportamiento.
Las previsiones de industrialización de la soja para el 2024 no superan las 2,5 millones de toneladas, representando una capacidad ociosa de más de 1,8 millones de toneladas, lo que pone en evidencia cómo van profundizándose aún más las condiciones de competitividad negativas para la subsistencia de las industrias aceiteras nacionales.
La producción de soja en la última campaña agrícola, la zafra 2023/2024, registró una cosecha estimada de 10,37 millones de toneladas, casi récord, con un rendimiento promedio de 2,87 toneladas por hectárea, en un área sembrada a nivel nacional de 3,61 millones de hectáreas.
La ejecutiva reflexiona que la menor industrialización se debe a la falta de políticas públicas que apunten a agregar valor dentro del país a las materias primas agrícolas que ya producimos. Según datos del gremio, solo cerca del 25% de la producción sería industrializada a nivel local este año, dejando a las industrias con más del 33% de capacidad ociosa.
Según estima la representante de Cappro, esta situación se da porque en las condiciones actuales es más competitivo vender los granos de soja en estado natural, que son utilizados por fábricas del extranjero, en lugar de aprovecharlos en el país.
Cappro considera que es necesario establecer una política industrial clara que permita que la industria aceitera nacional pueda al menos volver a trabajar a niveles cercanos a toda su capacidad instalada.
Se requiere de una política industrial que ayude a capitalizar el potencial del sector, con un esquema de equiparación tributaria para la industria aceitera. También la lucha anticontrabando, mejorar las condiciones de navegabilidad de nuestra principal vía de conexión al mundo, la hidrovía Paraguay-Paraná, y el establecimiento por ley del régimen de admisión temporaria para importar materias primas agrícolas, sostiene el gremio.