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“El equilibrio surgió del mantenimiento de la mayor parte posible de sus elementos materiales e inmateriales preexistentes, junto con la obtención de la mayor funcionalidad final posible del edificio”, menciona el arquitecto Alejandro Cañada Peña, del estudio Cañada Arquitectos, que estuvo involucrado en la asistencia técnica a la dirección de las obras, ejercida de modo continuado y presencial.
Sobre qué porcentajes del edificio son antiguos y nuevos, el profesional explica que en cuanto a la materialidad conservada físicamente, se puede establecer que es un 10%, mientras que sobre la parte inmaterial conservada del diseño original del edificio, se puede considerar que es un 40%.
Añade que el diseño antiguo aporta una hermosa fachada exterior, desarrollada con profusión de detalles decorativos concordantes con el gusto italianizante de la época y un hermoso claustro interior con una imponente volumetría de sus pandas. “La restauración que hemos realizado sobre la fachada exterior ha tratado de recuperar su aspecto inicial, pero eliminando las múltiples capas de pintura que se le habían ido aplicando en las etapas posteriores del edificio”, detalla.
Cañada Peña expresa que arreglar edificios antiguos es una práctica no solamente respetuosa para con el mantenimiento de la memoria histórica del lugar y de la cultura de la sociedad, sino que también es una actividad gratificante que aporta un valor añadido inestimable, tanto en la imagen como en el prestigio del promotor de la inversión y en el disfrute tanto de sus usuarios como de los ciudadanos que conviven con ella.