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SAN LORENZO (Antonia Delvalle, corresponsal). El lema de la fiesta patronal es: “Lo reconocieron al partir el pan”. Monseñor Joaquín Robledo señaló que esa alegría que era común ver año tras año en esta comunidad por la doble fiesta no es la misma, ya que muchos padecen efectos emocionales y económicos debido a la pandemia del covid-19. Incluso soportaron situaciones límites, como la pérdida de uno o más miembros de la familia, allegados, vecinos o amigos.
Instó a no perder la fe y la esperanza, a procurar recuperar la alegría de vivir como lo hizo el santo patrono, San Lorenzo, que pese a ser sometido al martirio, irradiaba paz, alegría y ánimo. También invitó a seguir con las acciones solidarias con los más necesitados.
“Esos gestos de solidaridad, caridad y de fraternidad, significan justamente el compartir el pan que fue el gran gesto que Jesús nos mostró”, resaltó.
El prelado dijo que a pesar de que la cifra de contagios del coronavirus disminuyeron es necesario seguir con los cuidados recomendados por el Ministerio de Salud. Invitó a quienes puedan acceder que se vacunen, ya que es una protección más, aunque explicó que respeta a aquellos que no desean la inoculación.
Historia del santo
La Agencia Católica de Informaciones (ACI Prensa) publica una reseña de la vida de San Lorenzo. Relata que era uno de los siete diáconos de Roma, por ende de confianza del Sumo Pontífice. Estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres.
En el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando misa en un cementerio de Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del emperador.
San Lorenzo, viendo que el peligro llegaba, recogió todo el dinero y demás bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres. El alcalde de Roma le exigió que le entregue los tesoros de la Iglesia para dárselo al emperador.
Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la Iglesia y en esos días invitó a los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos a los que él ayudaba con sus limosnas. Al tercer día los hizo formar en filas y le mandó llamar al alcalde con este mensaje: “Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador”.
Llegó el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y plata. Al ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgustó enormemente y ordenó que Lorenzo sea martirizado lentamente sobre una parrilla y hierro.