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Lo que más impactó negativamente al rubro fue la demora en la cosecha, que retrasó el inicio de la molienda; pero también incidió el problemas de la navegación que retardó la salida al mundo de las exportaciones del complejo soja, explicó Sandra Noguera.
Agregó que otro problema es el contrabando creciente de aceite, que dificulta la comercialización en el mercado interno, que pone en riesgo no solo los empleos de miles de compatriotas, sino a la salud de los consumidores de estos productos de origen dudoso.
Crisis fluvial
Sobre la bajante de los ríos, dijo que perjudica no solo a su sector, sino también a todo el comercio exterior del país, razón por la cual propuso que debe ser un tema crucial de la agenda de Gobierno para el futuro.
“Aproximadamente el 90% de todas las exportaciones de nuestro sector se hacen por vía fluvial y aún es prematuro dar cifras definitivas de los perjuicios ocasionados, porque los envíos de aceite, harina y cascarilla al exterior aún están en proceso”, acotó.
Enfatizó que la buena cosecha de la última campaña agrícola permitió proyectar un buen año, pero las demoras, la reprogramación de turnos productivos por causa de la pandemia y los problemas de navegación, hicieron que los resultados positivos tarden en aparecer a partir de fines de julio.
Explicó que la razón fue la menor participación de productos industrializados dentro de los envíos totales, que tienen en general un mejor precio, si se compara con el 2019.